Por Guillermo Alberto Alfieri
(Especial para ANALISIS)
--¿Quiere usted decir que la carta de crédito se trasladó a Estados Unidos en el bolsillo interior de un saco, así como se puede llevar un tramo de papel higiénico?
--Tal cual.
--Si es así este asunto quedará en la historia del absurdo en materia de trámites financieros.
El diálogo se desarrolló en el viaje aéreo de Buenos Aires a Paraná, en el que coincidieron el experto en finanzas, invitado a ofrecer una conferencia en nuestra ciudad, y el periodista que seguía el caso de la 004 emitida por el Banco de Entre Ríos.
El asombro del especialista en el área de negocios es el mismo que se despertó en la población de la provincia por una gestión oficial que confirmó la evidencia de que la realidad suele ser más potente que la ficción, al punto de suponerse inverosímil.
Aquel episodio, tejido desde 1992, no está agotado y es momento de refrescar la memoria con referencias que también servirán a quienes por diversas razones se perdieron la película de la 004.
Circunstancias
El vendaval neoliberal animó el objetivo de privatizar los bancos provinciales. A ese fin generó el escenario propicio y la batería de medidas del poder central incluyó la férrea restricción de redescuentos del Banco Central. Los apremios de plata fresca no tardaron en registrarse y el Banco de Entre Ríos acudió, por ejemplo, a mesas de dinero con intereses que acogotaron la caja.
En la anemia desatada aparecieron las urgencias y las medidas desesperadas que rompieron los límites de la sensatez. La carta de crédito figuraba en la batería de trámites posibles pero se nutrió de secuencias que redactaron el guión de la comedia dramática. Cuadro a cuadro, el hecho permite la reconstrucción con documentos y testimonios inobjetables.
Luz, cámara, acción
* Tomada la decisión se eyectaron tres cartas de crédito de las que quedó en pie la 004, con conocimiento cabal del habitante principal de la Casa Gris. Mario Armando Moine impulsó la idea de que para agilizar el intento de cosechar 25 millones de dólares se recurriera al presidente de Líneas Aéreas de Entre Ríos, ingeniero Domingo Salvador Dato. Aunque funcionario de otro pozo, Dato tenía visa para ingresar al imperio, ventaja en la emergencia que se impuso al requisito de saber moverse en el terreno al que fue arrojado.
* Desde el mismísimo aeropuerto de Ezeiza aparecieron en acción personajes de un filme de espionaje. Mujeres, rubias y morochas, atentas a los movimientos de Dato; automóvil espectacular aguardándolo en la estación de arribo, esperas con suspenso, rostros enigmáticos que desconcertaban al emisario en el que crecía la certeza de que no hay comedido al que le vaya bien.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)