D. E.
En la cabeza de no pocos hombres de la política que llegan a lugares de poder a la función pública, siempre les aparece el dilema. ¿Los cargos son para vivir mejor que el común de los humanos y apostar a negocios que llueven casi diariamente, en esa suerte de tentación que ofrecen empresarios, a cambio de decisiones que los favorezcan o fueron siempre para ver cómo se solucionan los problemas de la gente? La manzana de la víbora de Adán y Eva existió toda la vida, según se recuerda. La cuestión es qué se hace con esa manzana y con la víbora.
Está claro que el ex ministro de Economía y ex secretario del mismo rubro en la gestión anterior de la comuna de Paraná, Eduardo Lalo Macri, siempre optó por ceder a la tentación. De otra manera no se podría entender tanta voracidad y afán por sumar negocios, inversiones, cuentas y acuerdos comerciales, mientras ocupa un cargo clave en la función pública. “El Lalo está en otra etapa de su vida; por eso aceptó el cargo en el municipio. Quiere darnos una mano en serio”, fue la explicación que se dio en diciembre de 2007, cuando José Carlos Halle (PJ) estaba por asumir como intendente de la capital entrerriana y retornó a la función pública, a la que había renunciado casi en Navidad de 1997, cuando ANÁLISIS reveló que tenía cuentas bancarias en el Uruguay, que se confirmaron con el correr de los años.
Macri no estaba sin trabajo en ese momento, sino con diversas ocupaciones. Venía de comprar el 50 por ciento de un campo de 3.762 hectáreas, ubicado en el departamento San Martín, en la provincia de Salta. O sea, en proximidades de Tartagal, donde la hectárea cuesta entre 400 y 700 dólares. El otro 50 por ciento restante le pertenece a Julio Fernando Cersósimo, un hombre mayor, que por el 2006 residía en San Isidro, en Capital Federal. La negociación se habría cerrado en no menos de 900.000 dólares. Pero ante la AFIP, el avalúo fiscal quedó en 65.000 risueños pesos. Unos 36 pesos la hectárea.
(Más información en la presente edición de la revista ANALISIS de la Actualidad)