Por Ferny Kosiak
—¿En qué te cambió hacer temporada en Mar del Plata?
—Pablo Millán es una persona que te cuida en el escenario, que controla todo para que uno brille en el espectáculo, que te exige porque sabe de todos los elementos necesarios para un show. Para mí fue un éxito agotador pero aprendí a trabajar duro y convencido de que lo que estoy haciendo está bien, que soy una artista y que puedo vivir de lo que hago. A todos los que trabajamos desde la ilegalidad de la autogestión cuanto más trabajamos, más tenemos. En este trabajo es difícil tener continuidad, por eso es una “temporada”. Siempre digo que si no fuera gay me moriría de hambre. En este último tiempo muchas personas me han felicitado por el éxito, por un esfuerzo que yo jamás en la vida hice. Si la gente percibe que yo ahora soy exitoso es por una cuestión meramente económica porque yo siempre me sentí exitoso, siempre las cosas salieron como yo quería, siempre me fue bien en el emprender. La autogestión se basa en tener herramientas porque siempre hay un devenir de desafíos.
—¿Cómo empezaste con este camino que te trajo hasta esta Reina Heels actual?
—Mi plan inicial fue vender ropa para personas excéntricas pero eso no funcionó y alguien, ávidamente, me dijo que nadie iba a usar esa ropa… excepto yo. El primer diseño que hice, me lo acuerdo claramente, tenía el concepto de una hormiga. No se entendía muy bien que era una hormiga. Tenía mucha, mucha brillantina en los ojos porque no me sabía maquillar y la manera de tapar algo es ponerle brillo, aunque sea una virulana. Me puse brillantina porque tenía de vecina a una maestra jardinera que me regaló cosas de las que usaba en sus clases. No estaba seguro de que quería ser una dragqueen, yo usaba la ropa porque me sentía tan frustrado de que nadie la iba a usar que la terminé usando yo. Todo lo que yo sigo haciendo no fue con el fin que comencé: quería hacer ropa y venderla, pero de pronto me empecé a vestir, a pensar y a moverme de una manera que me dio un trabajo y que me permite que hoy pueda vivir de mí mismo, no de la ropa que hago, pero igual me sigue haciendo muy feliz cuando alguien me pide que le diseñe algo.
—¿Lo que hacés ahora te hace feliz o es el plan B?
—Siempre he sido un plan B. Estoy re poética hoy. Vengo de una familia a la que nunca me sentí pertenecer: si ellos eran A, yo era B. Cuando me pude ir, me fui con la libertad que me dio mi familia que siempre creyó que yo podía hacer las cosas bien. Por eso me vine a Paraná, con 14 años, a terminar la secundaria y a vivir con un montón de personas que no conocía. El ser esto no sé si es lo que quiero hacer pero me llena mucho y aprendo todo el tiempo. Se me abren un montón de puertas, que si sólo fuera un diseñador no se me abrirían. Hoy estoy súper feliz pero quizás mañana, si no aguanto más las plataformas de 30 centímetros me ponga a coser y me puede llegar a ir bien porque tengo un respaldo de lo que vengo haciendo.
(Más información en la edición gráfica número 1078 de la revista ANALISIS del jueves 24 de mayo de 2018)
