“La Sima y la Cima”, un libro de Rodolfo Parente

Edición: 
1094
Adelanto de publicación

Por Rodolfo Parente

UNIVERSITARIOS EN LUCHA ALIMENTADOS CON SANDWICHES DE MORTADELA.-

En 1968 me tocó representar al Centro de Estudiantes de Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoralen el Congreso Nacional de Centros que era una reunión tipo asamblearia que se celebraba anualmente como un paso previo al Congreso dela Federación UniversitariaArgentinapara rendir los informes y elegir una nueva conducción. En ese momento ocupaba el cargo de Secretario de Organización del Centro de Estudiantes de Derecho de Santa Fe en representación del Movimiento Universitario Reformista Auténtico (M.U.R.A.) que desde hace más de cincuenta años conduce el Centro de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la U.N.L. En dicha época si bien el radicalismo iba haciendo sendero en las universidades, era una expresión absolutamente minoritaria y los radicales reformistas nos agrupábamos en organizaciones propias: vg. El M.U.R.A., con gran mayoría de radicales o en otras afines; vg. la Unión Nacional Reformista “Franja Morada” en la que convivían radicales, socialistas y anarquistas. El movimiento universitario por la época se vió sacudido por el egreso en masa de los cuadros juveniles del Partido Comunista (P.C.) que lo abandonaron para formar el Partido Comunista Revolucionario (P.C.R.), y entre los idos se contaban quienes conducían la F.U.A. ( Tieffenberg, Rocha, Seoane, etc.).
La reunión convocada en lo que luego nos enteramos era un lugar de reflexión de la Iglesia Católica situado entre Capital Federal y Mar del Plata convocó a delegados de todo el país y el encuentro previo fue en Constitución allí nos encaramamos a un ómnibus en el que se nos instruyó que debíamos decir - en el caso de ser interrogados-que íbamos participar de una reunión de la juventud católica o algo parecido. Las luengas barbas de algunos, los anteojitostipoLennon en otros y el aspecto “country" de algunas militantes de los partidos de izquierda haría sospechar a cualquier policía perspicaz respecto de la verdadera motivación del contingente. Sin embargo estábamos en plena dictadura de Onganía que, no por ser dictadura y haber reprimido duramente (en lo personal me costó dos encarcelamientos bajo proceso y una disposición al Poder Ejecutivo por más de dos meses), no trajo aparejada la vesanía de represión y sangre de la entronizada en 1976.
Llegamos al lugar de encuentro; un predio de grandes espacios con un salón de gran tamaño en el que se realizaban los debates con ventanales a un amplio espacio verde. Todas las ventanas estaban cubiertas por pesados cortinados de manera que la vista al exterior era nula y la oscuridad reinaba en el ámbitoen el que los estudiantes discutiríamos nuestro proyecto universitario. Como se imaginará el lector la realidad del radicalismo en la universidad era muy distinto al de años después; representábamos una minoría que en ese momento alcanzaba a cuatro o cinco delegados (los de Santa Fe, que éramos nosotros, un par de Paraná, que también eran estudiantes de la Universidad Nacional del Litoral y alguno de Rosario, La Plata o Córdoba. No más.
Predominaba el variopinto de las expresiones de la ultraizquierda, y fundamentalmente de los emigrados del P.C. que anunciaron en el plenario final que la lucha debía dejar de ser por una “Universidad abierta al Pueblo”- consigna que nos unificaba a todos hasta entonces- y pugnar por la “Universidad de Pueblo Liberado”, es decir que hasta que el pueblo no lograra la “liberación nacional y social” que lisa y llanamente era la instauración del socialismo, debíamos olvidarnos de la lucha sindical que por entonces se denigraba como una lucha “economicista”, cuando lo hacíamos por un nuevo turno de exámenes, protegiendo nuestros centros de estudiantes o lo que quedaba de ellos, enfrentando cualquier tentativa de arancelar la universidad, intromisión policial en las mismas, etc. etc.-
Pero lo más notable de esa multitudinaria reunión que afortunadamente se cumplió sin inconvenientes en debates ásperos pero respetuosos y profundos ya que todavía la violencia no había penetrado en el debate universitario que no fuera la liviana de alguna sesión de boxeo o arañazos según el sexo entre los contendientes, fue la lectura por parte del Secretario General de la Federación Universitaria Argentina de un largo manifiesto de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (F.A.R.C) en la que anunciaba el progreso de la guerrilla, la penetración de la misma en los sectores campesinos y demás etcéteras.
El largo informe del Secretario General, entre tanto sándwich de mortadela (era el único alimento que recibimos en tres días) y la falta de sueño hizo que el mamotreto pasara por lo menos desapercibido por lo largo y tedioso, utilizando una fraseología que luego, años más tarde sería usual, recurriendo a términos ligados al militarismo, con expresiones y apelaciones a la violencia y la lucha armada. Quienes pertenecíamos aun partido democrático como la UCR, aún en la ilegalidad como estaba en esos momentos – nos habíamos curtido sin embargo en las calles, movilizándonos, acompañando al Dr.Illia en su recorrido por el país, sin pausa ni descanso y en la Universidad manteniendo nuestras agrupaciones y las conquistas estudiantiles y en la vía pública acompañando los reclamos obreros y populares- escuchábamos azorados el discurso del Secretario General que primero nos encajó la “Universidad de Pueblo Liberado” y a renglón seguido nos asestó el informe de las FARC, cargado de tropicalismo y excesos.
Hoy discutido y aprobado el acuerdo que trajo paz a Colombia no puedo menos que recordar aquel Congreso Nacional de Centros y el pasado transita por mi mente con aquel discurso que prometía paraísos que solo trajeron dolor y muerte; terror,cárcel y persecución a un gran país que hoy se encamina hacia un horizonte pleno de incertidumbres pero también esperanzas. Cuántos jóvenes de entonces, muchos de los cuales figuran en el informe de la CONADEP escucharon el mismo discurso y las mismas incitaciones y corrieron la suerte que todos sabemos!.
El regreso a Santa Fe terminó con un ataque al hígado, la ligera reconvención de mi Santa Madre y el convencimiento que debíamos seguir bregando para que la lucha fuera por una Universidad abierta al pueblo y a su servicio, aunque esta lucha fuera mucho menos espectacular y diferente a la demagógica e irresponsable propuesta como quedó demostrado, desgraciadamente, años después.

EL PASILLO DE “LA PEREGRINA”.
El pasillo llegaba (llegará?) hasta la vereda de la casa que alquilábamos en Facundo Zuviría al 4000 y tenía más de 40 metros, por lo menos; y los pasos resonaron, esta vez, distintos. Una y otra vez habían resonado y resonaron después pasos en ese pasillo, pero esta vez fueron diferentes. Era una mañana de setiembre, la CGT a regañadientes le había declarado un paro general a Onganía y tocaron el timbre en la puerta de entrada. Me asomé a la puerta del departamento y vi, a lo lejos, apenas despertado, un personaje de saco no demasiado distinto a un empleado bancario de la época, que esperaba pacientemente que se le abriera la puerta. Estaba solo y cuando lo divisé y a medida que me acercaba a la puerta que – insisto - se cerraba con llave a la vereda, lo reconocí. Lo había visto una vez cuando tomamos la Universidad Nacional del Litoral en mayo de 1968 y después de un par de días de toma pacífica, me tocó negociar el desalojo con el Rector. En la negociación, el que me estaba esperando y a quien fui reconociendo de a poco mientras me dirigía a la entrada, aquél día de la “toma” se mantuvo a prudente distancia y al exigir que la policía se retirara de la Universidad se tuvo que alejar con sus cofrades. Cuando por fin la desocupamos y salí por la puerta principal con mis compañeros lo ví en la esquina, mirándonos. Era el mismo que me esperaba en la puerta de reja y que cuando le abrí me dijo que venía con una orden de allanamiento y detención a la que no me resistí, no lo hubiera podido hacer. Hoy pienso que si hubiera sabido quien me esperaba hubiera podido saltar el tapial que comunicaba el patio de nuestra casa con las vías del ferrocarril y fugarme: ¿pero, adónde iría?
Fuimos hasta la vivienda para que levantara algunas cosas, revisó cuidadosamente el cuarto que compartía con C. A. Occhi; levanté lo mínimo y lo acompañé – en ómnibus y sin esposas - hasta la Jefatura de Policía de Santa Fe en la que permanecí a disposición del Poder Ejecutivo Nacional durante más de dos meses. Me alojaron – para llamarlo de alguna manera - en una pieza al lado de la alcaldía amoblada con dos cuchetas, una mesa y ////una silla; la cucheta la compartía con Hermes Manera un militante del gremio de empleados públicos del M.L.N y la otra era ocupada por el ferroviario Carlos Bisio integrante del Partido Comunista. La tercera cucheta, en la parte de arriba permanecía vacía y por ella pasaban detenidos que permanecían unos días por delitos menores: cheques sin fondos, peleas, accidentes de tránsito con heridos graves, etc. Compartíamos el cuarto con un personaje (“carne de presidio”) que era una especie de “entenado” y que solo venía a dormir, a utilizar el escusado y a escuchar lo que hablábamos para transmitirlo a los policías. Cada tanto cuando se hacían razzias, ingresaban al cuarto permaneciendo una noche cuanto más, prostitutas y travestis; con éstos el indeseado acompañante se relacionaba y en la noche escuchábamos sus fragores amatorios, tanto como activo como pasivo. Imagínense al militante universitario radical, al cuadro del MLN y al viejo dirigente sindical comunista escuchando el fragor de los encuentros furtivos.

(Más información en la edición gráfica número 1094 de la revista ANALISIS del miércoles 17 de abril de 2019)

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