Memoria Frágil y el último levantamiento carapintada en Entre Ríos

Ejército

El último levantamiento carapintada en Entre Ríos.

De ANÁLISIS

Los levantamientos carapintadas constituyeron una triste realidad a partir del reinicio de la democracia en la Argentina. Fueron una serie de cuatro acciones militares entre 1987 y 1990 que conmocionaron al país, después de más de cincuenta años de golpes de estado cívico militares que impidieron varias veces que se consolidara un sistema democrático en nuestra Argentina.

Fue a partir de 1987, en los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín, que un grupo de militares del Ejército Argentino, liderado por el teniente coronel Aldo Rico, desobedecieron las instituciones constitucionales y la cadena de mando. Los levantamientos fueron considerados como intentos de golpe de Estado en los juicios contra Mohamed Alí Seineldín en 1990.

Seineldín, oriundo de Concepción del Uruguay -pero domiciliado luego en Concordia-, había hecho un pacto con Menem, pero el militar se sintió traicionado por el dirigente riojano.

Los sediciosos presionaron al poder democrático e influyeron en la sanción de las llamadas "leyes de impunidad", promulgadas  durante los gobiernos de Alfonsín y Menem, que liberaron a los culpables y dejaron sin efecto las investigaciones y condenas dictadas contra los autores de crímenes de Lesa Humanidad. Recién en 2003, veinte años después de caída la dictadura, las leyes de impunidad fueron anuladas para permitir que los delitos fueran investigados y los culpables condenados. Aunque se arrestaron, juzgaron y condenaron a prisión a los líderes carapintadas, la mayoría no recibió castigo, con excepción de Seineldín y sus allegados, quienes encabezaron el último levantamiento de 1990, después de recorrer silenciosamente, en los meses previos, buena parte de los destacamentos del país.

En esta historia, Entre Ríos tuvo un particular protagonismo, con pérdidas millonarias y la muerte violenta de un soldado oriundo de Gualeguay.

En 1988 Seineldín había encabezado la rebelión militar carapintada de Villa Martelli, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. La acción concluyó con un supuesto acuerdo con el líder carapintada, que no se verificó en la práctica porque Seineldín fue detenido y procesado, hasta que resultó indultado por Carlos Menem después del cambio de gobierno.

Seineldín estaba detenido, pero fue el ideólogo del alzamiento carapintada contra la cúpula del Ejército e indirectamente contra el gobierno de Menem, el 3 de diciembre de 1990, donde unos 50 soldados se hicieron con el control de instalaciones militares en El Palomar, Provincia de Buenos Aires, el Edificio Libertador, sede del Estado Mayor del Ejército, y el Regimiento de Patricios, entre otros, en Capital Federal.

Entre los oficiales amotinados se encontraban el mayor Hugo Reinaldo Abete en el Regimiento de Patricios y el capitán Gustavo Breide Obeid en el Edificio Libertador.

“La mayor sublevación en Entre Ríos del grupo que estaba con los que tomaron el edificio libertador, que era la sede del ejército en Buenos aires, fue el regimiento 6 de concordia. El teniente coronel Alfonso era el jefe del regimiento y grupo s de suboficiales se sublevaron y lanzaron un grupo de tanques para buenos aires. Y también un mayor mercado en Villaguay”, recordó el ex gobernador Jorge Busti.

Pablo Tabault, ex soldado en el Regimiento de Gualeguaychú, rememoró: “Ese día fue muy raro. No entendíamos muy bien lo que estaba pasando porque supuestamente era un levantamiento. No entendíamos nada. A las 5.30 o 6 de la mañana sacan a los Morteros a la ruta, no nos dan mucha información, con tres suboficiales y un oficial y los soldados que estaban apostados de guardia, esa noche que estaba Javier Gómez. No pertenecía a la sección morteros liviana pero entra ahí en los Carrier. No sabíamos a dónde íbamos pero nos dan armamento y nos suben a seis o siete vehículos”.

Concordia, Paraná y Villaguay

En Entre Ríos se observaron maniobras militares en Concordia, Paraná y Villaguay. Esa madrugada del 3 de diciembre el mayor Pedro Mercado, con algunos suboficiales tomaron por sorpresa material blindado y armamento del Regimiento de Caballería de Tanques 1 Coronel Brandsen (Villaguay). En simultáneo, el suboficial principal Juan Carlos Godoy del regimiento de caballería de Tanques 6 Blandengues de Concordia provocó un hecho similar. Ambas fracciones sublevadas se unieron a las órdenes del mayor Mercado en proximidades de Villa Elisa.

En Paraná, el mayor médico Pablo Santiago Llanos junto a oficiales y suboficiales de la guarnición Ejército Paraná se movilizaron con un jeep perteneciente a este comando de brigada y otros vehículos civiles y con aproximadamente 20 hombres intentaron retirar munición de la compañía de munición 121 de Crespo con resultados negativos. Llanos había llegado hasta los galpones de Vialidad Provincial, cerca de las 3 de la madrugada. Al sereno Juan Domingo Duré lo apuntaron con armas y lo maniataron. Luego le sustrajeron una camioneta pick up Ford F100; otra camioneta Peugeot 504 y un Ford Falcon rural, todos pertenecientes a Vialidad Provincial.

El accionar carapintada no era solamente de militares: tenía también el apoyo de civiles, que aportaron importantes sumas de dinero para solventar los gastos de la sublevación. En la lista de los mencionados por los propios militares a la hora de declarar, según pudo investigar la Justicia Federal, se encontraban algunos sindicalistas -como el caso del exdiputado provincial Marcelo Maidana, varias veces mencionado en el expediente-, su esposa Darcy Sampietro (que era diputada nacional del PJ entrerriano). Civiles y militares se concentraron en proximidades de la quinta de la familia Sofredini para luego emprender el viaje. Maidana siempre negó esa vinculación, pese a las imputaciones de los propios militares. Sampietro nunca fue citada a declarar.

La Policía los detuvo en el destacamento caminero km 106, ruta provincial 11 Paraná-Victoria y les dijo que había una orden de secuestro de los vehículos. Alguien que se dio a conocer como mayor del Ejército, que estaba en el Jeep, dijo que tenían orden superior de continuar viaje, por disposición del Comando del Ejército, para replegarse en Villaguay. Según lo declarado por el oficial ayudante de la Policía Néstor Raúl Albornoz y el agente Eduardo Juan Otero, un alto oficial de Ejército lo amenazó, mostrándole granadas de guerra que tenía en sus manos. En ese momento -de acuerdo al informe policial que consta en el expediente- llegó y se detuvo "un Ford Falcon rural, bajando dos uniformados con ropa militar, empuñando armas largas, con las que apuntaron a los policías por espacio de unos minutos, logrando que los otros móviles reiniciaran la marcha. En los vehículos iban unas 20 personas", agregó.

Círculo presidencial

“Estaba de asesor en la Presidencia de la Nación, en el Gobierno de (Carlos Saúl) Menem. Debe haber sido el año 90, y Menem, por circunstancias que no viene al caso comentar, dormía en la Casa de Gobierno, porque tenía algún tipo de conflicto familiar. Y a las 6 de la mañana, 5.30 me llama Carlos Corach, que era secretario General de la Presidencia donde yo trabajaba de asesor. Me dice, Héctor venite a la casa de gobierno porque hay golpe de estado y está tomado el uno. ¿Me estás hablando en serio? Sí. A las 6 am estaba en la Casa de Gobierno y nos encontramos. Y ahí hubo una deliberación muy importante, porque Menem estaba durmiendo y había que ver quién le avisaba a Menem y nadie se animaba a despertarlo para avisarle que había un Golpe de Estado. Y la discusión se centralizaba si le avisaba a (Eduardo) Bauzá o el que era Comandante en Jefe que después fue Embajador, que era Balza. Nadie le quería avisar entonces resolvimos que quienes tenían que tomar la decisión eran (Martín) Balza y Bauzá que eran los dos jefes que teníamos ahí, uno jefe de Gabinete y el otro jefe del Ejército. Fuimos a la habitación donde estaba durmiendo el presidente. Menem me acuerdo que dormía boca abajo y todos nosotros atrás de la puerta y estos dos a ver si lo despiertan. Presidente, presidente y Menem les dice ‘¡qué pasa! medio enojado, molesto y le dicen, mire presidente, está tomado el uno, hay un Golpe de Estado. Entonces lo mira a Balza y le dijo ‘¡tirelé!’, que está esperando, tirelé. Salimos de ahí y todos lo miramos a Balza y le dijimos tenés que tirarle. Se acabaron los golpes de Estado, entraron con los tanques, fue abortada la sublevación. Y Menem siguió durmiendo un rato. Y después se levantó enojado y le reclamó me acuerdo a Balza que hay situaciones que deben resolver cada uno de los que tienen responsabilidades del Estado. El orden de los cuarteles lo tiene que resolver el comandante en jefe, no el jefe de Gabinete ni yo, yo tengo otras decisiones políticas. Cada uno tiene que asumir. Los retó y se plantó. Pero fue una enseñanza muy importante para todos”, describió Héctor Maya, ex asesor presidencial en los ‘90.

El puente que no pudieron volar en Gualeguaychú

“Nosotros estábamos en Paraná cuando se produce levantamiento. Hay reunión de las Cámaras donde se saca documento apoyo a las gestiones que hacía el gobernador y en defensa de la democracia. Posteriormente vuelvo a Gualeguaychú. Estaba intendente con concejales. Estaba la (Raquel) “Coca” Campoy que era presidenta del Concejo Deliberante, Rodolfo Guastavino, (Héctor) Masaferro, mi hermano. Todos reunidos empezamos a debatir qué hacer”, expresó Miguel Bourlot, ex diputado provincial. “El Ejército acá en Gualeguaychú tenía instrucciones de no dejar pasar los tanques que se habían levantado en Villaguay, Concordia y Montecaseros. Esos tanques venían para acá y no entendíamos por qué el jefe del Ejército en Gualeguaychú había tomado la decisión de volar el puente Méndez Casariego, el puente de hierro que conecta Gualeguaychú con Parque Unzué. Ahí se produjo una reunión donde todos los que estábamos ahí nos oponíamos terminantemente a volar un puente.  Ellos decían que venían tropas por ruta 14 vieja de isletas hacía acá. Y al final de cuentas logramos que no tomaran la decisión de volar el puente. Eso sí, dinamitaron el puente, el puente estaba dinamitado, con todo listo para hacerlo volar. Todos los vecinos del lugar, arriba de la Arenera Giusto, que hoy es un lugar de Turismo, había gente que vivía arriba de lo que era la arenera, en unos departamentos. Estaba en la esquina la policía del menor y la mujer, todo eso desalojaron, los obligaron a desalojar toda la zona esa porque tenían pensado volar ese puente, dinamitado estuvo, estaba listo para volarlo”.


Mohamed Alí Seineldín.

Celomar Argacha, ex diputado provincial acotó: “En Entre Ríos hubo un relativo apoyo de los grupo nacionalistas católicos e hispanistas. Porque el mensaje de Seineldín era el antiimperialismo que siempre ha caído bien en algunos sectores, sobre todo la extrema derecha del país. Seineldín es de una familia de Concepción del Uruguay. En realidad ellos son siriolibaneses. Vinieron a Uruguay, pero en realidad se instalaron afuera, en Colonia Elía y tomaron otro apellido, se llamaron Sánchez. En Concepción del Uruguay vive una sobrina nieta de Seineldín, y unos amigos personales de Seineldín que se llamaban Sánchez, cuando se fueron a Concordia tomaron el apellido original que es Seineldín. Era una familia drusa, de religión musulmana, y acá se hicieron católicos, paso a ser catolicismo extremo, teniendo como origen una religión musulmana que era la drusa, hoy quedan muy pocos en el mundo. No es una línea fanática, dentro del fanatismo de los sectores musulmanes los drusos son los más pacíficos de todos. A Entre Ríos vinieron muchos”.

Los puentes volados

El contingente rebelde buscaba llegar a Ceibas, donde se establecieron a la espera de las columnas que venían de Villaguay y Concordia. Para cortar el avance de los rebeldes fue volado el puente de la ruta 136 en la localidad de La Horqueta, sobre el arroyo Gualeguay y otros sobre el arroyo Gualeyán en la ruta 14. En Ceibas se produjo un enfrentamiento armado con el apoyo de aviones Camberra de la II Brigada Aérea de Paraná. Uno de los aviones arrojó una bomba, pero nunca explotó, porque así se había dispuesto. Sirvió solamente para amedrentar a las tropas rebeldes.

El mismo 3 de diciembre, el gobierno declaró el estado de sitio durante 60 días. Los rebeldes se rindieron el 4 de diciembre y el mismo día se levantó ese estado de sitio. Según los informes, 14 personas resultaron muertas durante la sublevación, entre ellas cinco civiles, y decenas más fueron heridas como consecuencia de los enfrentamientos.

“Y si volaron el puente que está cruzando el río Gualeguaychú sobre la ruta 136 que conecta al Puente Internacional Libertador General San Martín. Volaron la cabecera del puente y en la 14 también una de las cabeceras. A todo esto, no pasaron por acá. Nunca supimos por qué tenían tanto interés de volar estos puentes. Se voló, no pasó, no vino nadie, no hubo ningún enfrentamiento en esta zona de Gualeguaychú. El nexo por la ruta 136 quedó cortado. Porque al principio lo arreglaban pero tardaron bastante. Y los camiones internacionales tenían que pasar por Gualeguaychú, hacían ruta vieja por 14”, dijo Bourlot.

Enfrentamiento

“Nosotros fuimos para el lado de Concepción del Uruguay, saliendo de Gualegauychú y la sección Morteros pesada le tocó ir para el lado de Ceibas. Eso nos enteramos después, mucho después porque no sabíamos, no nos daban información, no entendíamos nada. A nosotros se nos rompe un vehículo, se rompe una grúa y quedamos en la ruta, quedan tres soldados. Yo, Gómez, Ferreira y el sargento que nos tenía a cargo, responsable, quedamos varados porque se rompe y Camberra y supuestamente, eran las 7 de la mañana, nuestros compañeros de la sección Morteros los hacen retroceder con los otros vehículos y a nosotros, supuestamente, quedaron de venir a buscarnos a la ruta a las 10 de la mañana. Nuestros compañeros se retiran al cruce de la ruta 14, y la ruta que va para Fray Bentos, entrando para Gualeguaychú. Nosotros estábamos abandonados, varados en la ruta 14 a la altura de lo Veronessi. Y ahí quedamos”, recordó el ex soldado.

“A nosotros nos tocó puntualmente estar en la ruta, pasar ese momento con Ferreira y él cuando se nos vienen encima los carapintadas. Él queda en la ruta con el sargento, arriba del vehículo y yo quedo de un lado de la ruta, sobre el pasto y Ferreira queda del otro lado. Y nosotros pudimos salvarnos porque nos escondimos boca abajo y todo pasó muy rápido. Si, Gómez quedó sobre la ruta. Temblaba la ruta y se nos venían los tanques. Es raro, todo muy raro, quedás como paralizado. No entendíamos bien, después fuimos entendiendo al pasar las horas por qué estábamos y lo poco que nos explicaban, vas entendiendo lo que va pasando. Fue todo muy rápido. Paran los tanques, ellos quedan arriba, nosotros quedamos abajo, gracias a dios no nos ven a nosotros porque si no, no nos ven a nosotros, ni a mí ni a Ferreira. Se escuchan disparos y yo lo único que hice fue tratar de no salir y que todo fuera muy rápido. En ningún momento tratar de moverme”, puntualizó Tibault y agregó: “Cuando me doy cuenta, dos militares me sacaron apuntándome con dos fales y a Ferreira lo tenían con un arma encima de la ruta pero eran los leales. Los carapintadas pasan con los tanques y atrás venían los leales que, supuestamente, venían persiguiéndolos y se encuentran con un vehículo roto, con sangre en la ruta y gracias a Dios que al sargento que es el que nos salva la vida. Porque el sargento dice hay dos soldados más escondidos y se llevaron a otro y ahí fue cuando los mismos leales nos sacan a nosotros de la ruta”.


Placa en memoria del soldado Gómez. 

Levantamiento de un día

El mismo 3 de diciembre, el gobierno declaró el Estado de Sitio durante 60 días. Los rebeldes se rindieron el 4 de diciembre y el mismo día se levantó ese estado de sitio. Según los informes, 14 personas resultaron muertas durante la sublevación, entre ellas cinco civiles, y decenas más fueron heridas como consecuencia de los enfrentamientos.

Dos años después del episodio, la Corte Suprema de Justicia, por fallo unánime, confirmó las condenas dictadas por la Cámara Federal contra los cabecillas de la rebelión, tras el informe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, por el juicio militar desarrollado. El fallo de la Corte ratificó la sentencia contra Seineldín a reclusión por tiempo indeterminado en condición de promotor del levantamiento y autor intelectual de la sedición. Asimismo, la condena -por los delitos de motín y rebelión agravados, con derramamiento de sangre- confirmó la pena a 20 años de prisión para los coroneles Oscar Vega, Luis Baraldini y el mayor Pedro Mercado, que fuera el jefe natural de la columna entrerriana. Igual fallo confirmó las penas de otros numerosos militares del Ejército Argentino.

Mientras tanto, fueron numerosos los prófugos: 18 pertenecientes al grupo Albatros de Prefectura Nacional y 5 del Ejército. Entre estos últimos se encontraba el mayor Llanos.

Los carapintadas habían logrado salir del país con la complicidad de los servicios de inteligencia uruguayos. El Servicio de Inteligencia Naval de Uruguay vecino país les había prometido a los rebeldes que no serían extraditados, con lo que quedó claro cómo hicieron para salir de Argentina y entrar al país oriental, cómodamente por el paso de Unzué, donde se encuentra el puente que une Gualeguaychú con Fray Bentos.


Aldo Rico.

“A nosotros nos liberan con ellos y se empiezan a rendir los mismos carapintada. Esto era a las 8 o 9 de la noche y recuperan la ambulancia donde estaba Javier Gómez, ahí lo volvimos a ver. Se habían llevado el cuerpo y lo habían puesto en una ambulancia. Y después nosotros, no pudimos, donde estábamos parados volver a Gualeguaychú al regimiento porque estaba todo dinamitado. Tuvimos que hacer, me acuerdo, donde estábamos parados llegar a Urdinarrain, de Urdinarrain a Larroque y Larroque a Gualeguaychú. Volvimos a las 6 de la mañana del otro día. Y volvimos como presos. Y yo y Ferreira cuando dicen que éramos soldados de ahí, que pertenecíamos al destacamento Gualeguaychú, no nos creían, porque para ellos, los leales nosotros éramos carapintadas porque había carapintadas que eran cabos y tenían 20 o 21 años. Volvimos a Gualeguaychú y nos separaron totalmente de nuestros compañeros y del escuadrón. Porque estábamos como testigos presenciales del hecho. Era todo muy raro. Había una muerte y después de todo eso, esto era enero, lo que pasó ahí, siempre estuvimos separados de todos nuestros compañeros y el escuadrón, porque teníamos que hacer declaraciones. Después tuvimos los juicios en cámara Federal, fuimos dos veces a Cámara Federal en Buenos Aires. Los mismos militares nos llevaron. El último contacto que tuve. Yo salí de baja el martes 13 de agosto. Fui el último en salir de baja y se decía que yo y Ferreira no íbamos a tener la baja por una cuestión que pertenecíamos a una causa del Estado, que estábamos ligados directamente, pero nos dieron la baja. Y el último contacto. Lo último que nosotros tuvimos. Recuerdo que en 2013 nos volvieron a llamar porque se reabría la causa por el juicio, pero por medio de la policía, como civil y a la semana mandaron otro comunicado que el mismo juicio no se continuaba, que quedaba ahí. Y nunca más me volvieron a llamar, ni a mí ni a Ferreira”, contó Tibault por último.

El mayor médico Pablo Llanos volvió a Paraná y hasta reingresó a trabajar a lugares de salud de la capital entrerriana. La justicia no lo alcanzó como a los otros sublevados. Nadie se hizo cargo del daño millonario en dólares provocado por la sedición en la provincia; tampoco del asesinato absurdo del soldado Javier Gómez. Seineldín se murió a los pocos años. Rico se reinsertó en la clase política y no pocos ciudadanos lo acompañaron, incluso en Entre Ríos. Y nadie más habló de los carapintadas.

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