Leandro Fornero fue asesinado el 24 de enero de 2010.
De ANÁLISIS
Leandro Fornero era un chico común. Tenía 31 años, era soltero y vivía en la casa de sus padres. Tenía un negocio de Tómbola en calle Jorge Newbery, era amigo de sus amigos y jugaba al fútbol. Le gustaba estar en sus tiempos libres con sus compañeros de la Escuela Normal donde había terminado la secundaria. Pero ese domingo de enero de 2010 no era cualquier domingo.
“El Ruso nos llamó para ir a Crespo a la fiesta de la cerveza pero decidimos no ir. Nos quedamos a comer un asado en la casa de un amigo y al otro día nos había invitado a comer asado su hermano. Esa noche comimos el asado, la pasamos bien y después quisimos ir un ratito al parque. Nos quedamos frente a Prefectura, pasamos un ratito al boliche de enfrente y después dijimos de volver. Leandro quería seguir pero le insistimos. Franco y Leandro se fueron en el auto de Leandro. Cuando mi auto arrancó, los perdí. Tomamos caminos diferentes, lo llamé, me perdí todo lo que pasó porque mi auto no arrancó”, recordó su amigo Jonatan Seigorman.
Aquella mañana del 24 de enero de 2010, Leandro y sus amigos salieron del boliche en la zona de la Prefectura, en la Costanera de Paraná para retornar a sus respectivos domicilios. En un auto se subieron Lisandro Fernández, al volante, acompañado por Rubén Gómez y Nicolás Lencina. En el otro iban Leandro Fornero y su amigo Franco Arnedo. El fantasma de la violencia comenzó a rondar en sus alrededores. Hubo una primera discusión con estos muchachones en la zona del Puerto Nuevo, hubo un segundo cruce en la zona de Laurencena y De la Torre y Vera, y el fatal choque fue en esta última calle y Moreno. En estas tres oportunidades fueron Fornero y Arnedo quienes se bajaron a discutir con los jóvenes, pero estos últimos tenían un arma y la utilizaron. Y la violencia se transformó en muerte y dolor.
“Era un domingo a las 6 de la mañana, vivía en el edificio que está en el Paseo Jardín. En esa época eran muy comunes las peleas los domingos a la mañana. Esa noche no fue la excepción. Escuché, me levanté y vi por la ventana una pelea y discusión entre dos vehículos y que sonaron disparos. Escuché un grito: lo mataste, qué hiciste, lo mataste. Me puse un short y bajé corriendo. Atrás mío venía una vecina con conocimientos de enfermería. Lo vimos a Leandro tirado. La mujer intentó reanimarlo. El otro chico, Arnedo estaba en un ataque de nervios. Alguien lo contenía. Llegó la policía, llamaron la ambulancia pero este joven ya había fallecido. Antes de bajar vi un auto que se escapó, se fue. Eso es todo lo que conté. Fue una experiencia tremenda. Mi esposa era conocida de los familiares de Leandro. Esto derivó en lo que le pasó a los papás que fue realmente espantoso”, relató Walter Rolandelli, testigo presencial.
Jonatan Seigorman agregó que volvió a su casa y se acostó a dormir. A la mañana los empezó a llamar por teléfono y no atendían. “Al ratito me llama un amigo y me dice que un policía le avisó que a Leandro lo mataron. Yo no entendía nada, pensé que le habían pegado. Le dije que me iba a su casa. En eso aparece otro amigo. Hablamos con la Policía. No salíamos del asombro de lo que había pasado. No podíamos ubicar a Franco. Quise ir a buscarlos, se me ocurrió ir a la sede de antecedentes de la Policía. Me llamó el hermano de Leandro y tuve que decirle la verdad. La última vez que los vi a mis amigos fue a las 5 de la mañana. Y unas horas después uno estaba muerto y el otro no sabíamos cómo estaba. Hasta el día de hoy no entendimos algunas cosas de la investigación. No sabemos por qué la familia de Leandro se enteró por nosotros que él estaba muerto”.
El comisario de Investigaciones, Ángel Ricle, recordó al comisario Marcelo Rodríguez. “Nos hace recordar este acontecimiento porque días después de este hecho tomó la decisión de suicidarse. Pero en el hecho de Fornero se nos dio intervención de la Comisaría Octava. Trabajamos bajo directivas del juez Alejandro Grippo. Se montó un operativo. Había móviles que identificaron a dos menores en la zona que quisieron tomar un taxi. Se detuvo a un chico de 16 y otro de 17 años. nos quedó otro chico, de 19 años, que surgió de la investigación. Fornero iba acompañado por un amigo que dio precisiones de lo que pasó. Se logró la imputación de dos menores y un mayor. Esto nos llevó a que en mayo del mismo año, los papás de Fornero tomaron una lamentable decisión de suicidarse. Fue una causa muy conmovedora”.
Fue uno de los crímenes que más sacudió a Paraná. Y se transformó en un emblema de la violencia y la irracionalidad a partir de una simple discusión, por un episodio menor de un choque casi sin sentido. Una historia que seguramente le pudo pasar a otros, en medio de cientos de relatos violentos de jóvenes alcoholizados pero que en esta instancia le tocó a Leandro, ese muchacho tan querido por propios y extraños.
Julio Federik, abogado querellante dijo que el caso “conmovió a la opinión pública”. “No sólo por ser un homicidio impensado, producto de una pelea entre gente joven sino porque provino de una disputa automovilística. Estas disputas son comunes, muchas siguen existiendo. Quien más quien menos ha tenido alguna. En este caso fue una disputa de tránsito, episodios continuos. En calle Moreno y De la Torre y Vera se produce una disputa. Lo terrible es que Gómez y Lencina salen con un arma de fuego y una llave para sacar las ruedas. El juez Hugo Perotti hace una sentencia muy buena que dice que está absolutamente probado que de un auto surge un chico con un arma de fuego, balean a Fornero. Cuando interviene Arnedo le percutaron un tiro que no salió, ahí intervinimos por tentativa de homicidio. Hay mucha gente que todavía lleva armas en los autos. Nadie puede tener un arma de fuego sin registrar. Mucha gente tiene armas en sus casas y sus autos y es un delito. Que valga esta charla para advertir a la gente que no tenga armas de fuego”.
“Intervinimos en representación de Franco Arnedo como querellantes”, reafirmó el abogado Leopoldo Lambruschini. “Arnedo y Fornero declinan la invitación para seguir la discusión en otro lugar. Pero cuando se estaban yendo, este grupo de personas los venían siguiendo. Detienen su marcha y se bajan y recriminan que den por terminada la discusión. Emprenden la marcha y en el tercer encuentro, advierten que los venían siguiendo, se baja Fornero y sin mediar mayores palabras se bajó el acompañante y da tres disparos contra Leandro Fornero. Se bajó otro y con la llave en L lo golpea en la cabeza. Fueron dos causales distintas que incidieron en la muerte de Leandro Fornero. Había prueba profusa y se sumaba a una multiplicidad de testimonios”. “La complejidad del caso tuvo que ver con la intervención de Fernández que manejó el auto pero no participó de la agresión. Nosotros postulamos la participación necesaria y la Fiscalía la coautoría. Por una serie de indicios, pudimos saber que Fernández estaba en conocimiento de la portación de arma y facilitó esta conducta”.
Las otras víctimas
El dolor atravesó como a nadie a los padres de Leandro Fornero. Fue en junio de 2010 que Héctor Fornero y su esposa Marta Noaco aparecieron muertos en la habitación de su vivienda. Marta falleció de un paro cardíaco cuando estaba acostada y Héctor no soportó más la angustia. Optó por suicidarse ingiriendo cianuro. Murió abrazado a su querida esposa. Ellos estaban disconformes con el curso de la investigación por la muerte de su hijo. Habían criticado el accionar policial y judicial y marchas mediante recalcaron la necesidad de aclarar varias dudas que surgieron en la causa. En el medio también se produjo el suicidio de uno de los oficiales de Investigaciones de la Policía de Entre Ríos, que era familiar directo de uno de los imputados del crimen de Fornero.
“Acompañamos a la familia desde un primer momento y había preguntas. A gente hasta que no le contás lo que pasó, no cree y busca explicaciones que no existieron. Acompañamos en eso, tratamos de buscar ayuda para Franco, necesitaba cobertura legal. Hubo días de pánico, momentos que no podía dormir. Era muy difícil poder manejarlo. Fue un año muy duro, también con los padres que pasaron momentos difíciles, de tratar de entender por qué sucedió eso en un ámbito al que no pertenecíamos porque ninguno trabajaba en la Justicia y tratar de entender lo que es la movida legal, cómo se maneja y empezar a entender por dónde venía la causa, desilusionarte porque ciertas cosas que se pudieron haber hecho en el momento, no se hicieron. Realmente esta causa se llevó al ruso, un policía que se suicidó en la comisaría, por qué a uno de los asesinos lo fue a buscar un familiar. Un cúmulo de preguntas sin respuestas”, valoró Seigorman. “Más allá de todo, hubo justicia. No es lo que esperábamos ni nosotros ni la familia que siempre tuvo la amargura de saber que la verdad no se llegó a conocer o castigar de la manera que merecía. Pero más allá de todo, mis amigos tuvieron justicia y es un premio consuelo”.
En 2013 comenzó el juicio por la muerte de Leandro Fornero, dispuesto por la Sala 1. Habían pasado más de 3 años de espera. En el banquillo de los acusados se ubicaron Lisandro Fernández, el conductor; Rubén Gómez que disparó; y Nicolás Lencina, acusado de rematar a Fornero a golpes.
“Vale la reflexión para las disputas de tránsito. Tenemos que saber frenar la cuestión porque cuando la furia se desata y la gente sale a pelear con otro, no sabe dónde termina. Por lo general se suman las furias y acaecen estas situaciones. Acá fue una agresividad loca por una pavada. Matar y morir por esto nos tiene que preocupar como sociedad. Unos chicos van presos, otros mueren. Esto es algo que no se puede tolerar que la vida de estas personas quede troncada por una disputa callejera ridícula en cuanto a su gravedad”, opinó Federik.
Lambruschini recordó que “Fernández no tuvo ninguna sorpresa respecto de la actividad emprendida por sus compañeros”. “Una vez terminada la agresión los dos menores abajo del auto emprender la huida a pie y Fernández en el auto. Los menores intentaron subirse a un remís, se procedió a la aprensión de los menores, se secuestró el arma descartada y Fernández se presentó voluntariamente. Este es un hecho sumamente trágico y me resulta inexplicable como un conflicto mínimo deriva en consecuencias irracionales”.
Fernández fue condenado a 10 años de prisión como partícipe necesario. Estuvo en la discusión, condujo el auto. Gómez y Lencina fueron penados por el homicidio de Fornero y la tentativa de homicidio de Arnedo. “Esta sala no puede dejar de cumplir una función docente porque advertimos circunstancias claras que determinaron el resultado fatal. Por un lado la tenencia ilícita de un arma de fuego en poder de uno o todos los imputados, no podemos aceptar que esa noche tres jóvenes que salieron a bailar, pasear o escuchar música hayan tenido uno o los tres un arma de fuego. Por otro lado, la circunstancia del grado de alcoholización de las dos víctimas. Es un mensaje para los jóvenes y la sociedad toda. Quién está alcoholizado no puede sentarse a un volante de un vehículo”, reclamó el juez Perotti. “También nos parece inadmisible la violencia a la que se llegó por un incidente trivial”.
“Creo que no nos lleva a nada la violencia. Pero la sociedad está conmocionada con la pandemia. Esto ha traído brotes de violencia en la gente. Creo que tenemos que sobrellevarlo de la mejor manera posible”, valoró Rolandelli.
“Leandro era muy amigo de sus amigos. Creo que la última noche la terminó con sus amigos. Era de defender, de ser el que uniera, de juntarnos. No tenía distinción de clases, se saludaba con cualquiera. Era alegre. Por eso lo quiero recordar con alegría. Se hizo un festival de música el día del amigo para recordarlo. Es el amigo que no está pero deja un recuerdo imborrable. Eso pasó en un instante y Leandro es toda una vida de regalarnos un montón de cosas. y además, a lo largo de los años uno entendió que él pidió que soltáramos y lo dejáramos descansar en paz. Mi hija nació en enero. Iba a nacer para fines de enero y se adelantó. Nació el 24 de enero, recién arrancaba el día. Es el mismo día de su muerte. Es un mensaje de él para decirme no recordés este día como triste, sino tenés un motivo alegre para recordarme. Disfrutá de tu hija, de tu vida que arranca de nuevo. Cada vez que lo recuerdo, es con alegría inmensa. Él me acompaña”, expresó su amigo Seigorman.
Fue una condena a la irracionalidad, la violencia, a los golpeadores sin sentido, a los dueños de la noche en las sombras y los excesos, a los que se llevaron la vida de Leandro y tantos otros.