Memoria Frágil y la madrugada que asesinaron al joven Cardoso en Diamante

Juan Carlos Cardoso

Juan Carlos Cardoso fue asesinado el 31 de enero de 1998 por policías en Diamante.

De ANÁLISIS

El caso del crimen del joven Juan Carlos Cardoso, en enero de 1998, a manos de personal policial, de alguna manera marcó a la comunidad de Diamante, por el impacto social que provocó por esos tiempos.

Se había intentado tergiversar de entrada la situación, para liberar de culpas a los policías, pero la investigación judicial y de los querellantes, torció ese rumbo erróneo que se quiso imponer. El joven estaba casado y tenía una pequeña hija. Trabajaba como filetero en el puerto de Diamante. Era igual a todos los jóvenes, trabajador y divertido. Pero se encontró con la muerte violenta, ocasionada por un trío de alineados, con uniforme policial.

“Transcurría finales de los 90 y cayó a mi estudio jurídico un muchacho joven, policía, Gustavo Cardoso. Me relató la muerte de su hermano que la prensa y policía la adjudicaba a una reyerta entre bandas de Diamante. La muerte de Juan Carlos la adjudicaron a un posible enfrentamiento entre esas dos bandas. Pero Gustavo decía que no, que su hermano no pertenecía a esos grupos, que para él no había posibilidad que el hecho hubiese sido como decían. Tomamos el caso y fuimos a Diamante. Vimos la prueba y coincidimos con Gustavo Cardoso”, recordó la abogada Rosario Romero. “Nunca había visto un cadáver en esas condiciones. Aparecía como una persona golpeada salvajemente en el piso. Fue muerto a palos. Tomamos el caso y pedimos el apartamiento de la Policía y tuvimos ahí el primer problema. Gustavo Cardoso colaboró con la investigación”, agregó.

Ángel Jofré, uno de los dueños del local bailable donde comenzó el conflicto acotó: “Recuerdo que éramos cuatro socios. Me acuerdo que hubo como una revuelta y los de seguridad sacaron a alguien. En ese momento esto llevó a la pérdida de este chico. Ese bar arrancó siendo tipo una pizzería y después se terminó poniendo música. No me acuerdo bien la cantidad de gente que había esa noche, pero eran muchos, 250 o 300 personas. Esa noche estaba haciendo sociales y recuerdo un tumulto y que sacaron a alguien. Fue al final de la noche”.

Alejandro Richardet, ex titular del área de Derechos Humanos en Diamante describió: “Fue una conmoción al otro día cuando apareció la noticia. El run run era que habían matado en una riña a un muchacho joven. La noticia cuando apareció después es que habían encontrado a una persona fallecida en aparente riña, por usar términos legales. Pasado no mucho tiempo, circulaban dos versiones: que había sido un enfrentamiento entre muchachos que comenzó en la puerta de un boliche y que continuó la discusión con agresiones. Se hablaba de dos grupos de barrio con disputas de territorio; pero quedaba en el comentario una novedad preocupante: que los supuestos policías que encontraron al muchacho fallecido en verdad estaban involucrados en el hecho que conmocionaba a Diamante. Un homicidio en esas circunstancias no es moneda común. No hubo mucha información periodística porque la información era obtenida por medios oficiales. La policía estaba investigando y después fue apartada por obstaculizar la investigación. Eso dio fuerza a los comentarios de la participación de los policías. Después surgieron los datos fuertes con nombre, apellido y grado”.

De inmediato, Richardet amplió el contexto: “Era un fin de ciclo del neoliberalismo, menemismo, donde había una cosa de cada uno en la suya, sálvese quien pueda. Sobre todo en un lugar como Diamante  que tenía mucha historia sobre todo con el tema de ferrocarriles donde había trabajadores ferroviarios y portuarios, que a partir de las privatizaciones incluyendo las del puerto de Diamante habían producido un impacto en la economía de la localidad. Gente que tenía trabajo estable y pertenecía a movimiento político y gremial que sostenía el entramado social y cultura que se había hecho pedazos. Entonces había un clima de sálvense quien pueda. Además aparecen cosas novedosas como que los enfrentamientos tienen un trasfondo de droga y eso agrava el impacto porque mucha gente opina en off de record: yo te cuento, pero no me nombres”.                 

El cuerpo de Juan Carlos Cardoso apareció el 31 de enero de 1998, a la madrugada, en una esquina céntrica de Diamante. El joven, de 21 años, había tenido un entredicho en un boliche con el oficial de la Policía de Entre Ríos, Sergio Gaitán. El problema desencadenó en una pelea en la que participaron otros jóvenes, que, después, escaparon corriendo hacia la calle.

Cardoso fue perseguido por Sergio Gaitán y otros tres policías, según contaron algunos testigos. Lo alcanzaron a cuatro cuadras y lo mataron a trompadas y a patadas. El parte elevado en ese momento al jefe de Operaciones y Seguridad de la Policía decía que los oficiales Sergio y Javier Gaitán habían hallado en la calle Belgrano e Irigoyen a una persona lesionada gravemente. Era el cadáver de Cardoso, destrozado por la irracional golpiza.

El comisario retirado Luis Ángel Benítez recordó que en aquel momento estaba de jefe de Investigaciones de la departamental Diamante. “Salí a la madrugada porque estaba de franco. Esa noche había confitería en el centro de la ciudad. Me fui a Santa Fe y cuando iba llegando a la casa de mi hija me llamaron urgente para que volviera. Pedía explicaciones y no me las daban. Hasta que me enteré que había ocurrido un hecho grave. Retorné inmediatamente. Sabía que había fallecido alguien y me fui a la morgue del hospital. Pude observar lesiones a simple vista. Como era jefe de Investigaciones no tenía prohibición de ir a verlo. Ahí empezó un trauma que fue investigado por la Justicia. Supuestamente había personal policial involucrado. Eso se suponía. La víctima supuestamente falleció cerca del correo. Después intervino la Justicia y quedamos aislados del caso. El juez sacó en limpio e hizo detenciones y se comentó en la opinión pública. Dicen que había personal involucrado de la Policía pero me abstengo de dar nombres”.   

Antes y después

El caso fue seguido con gran atención porque durante la etapa de instrucción tanto la Cámara del Crimen como el Superior Tribunal de Justicia (STJ), ordenaron que la Policía se alejara de la investigación, que quedó en manos de la Gendarmería Nacional. Fue la primera vez que se tomó una decisión así en Entre Ríos. Porque eran demasiadas las irregularidades que habían aparecido en la investigación inicial.

“Cardoso tenía una pareja y una hijita. Nos constituimos en que querellantes en representación de ellas. Logramos separar a la Policía y que Gendarmería haga pruebas territoriales y pericias. Esto no fue pacífico, el juez de instrucción de entonces se opuso y nos hicieron lugar recién en Apelaciones. Desde el caso Cardoso en adelante no interviene más la Policía cuando está involucrada si no otra fuerza. Esto marcó un criterio judicial muy importante. Llegamos hasta el Superior Tribunal con esto de si se separaba o no a la Policía. Terminó imputado personal policial y de custodia del local bailable. Y se llegó a la verdad que es que a Juan Carlos Cardoso lo mató la Policía persiguiéndolo. Él había tenido un altercado adentro del boliche Lola y como producto de ese altercado el personal de custodia de ese lugar lo saca. Finalmente logramos una condena y que el Estado provincial a la señora y la hijita las indemnice”, relató Romero.  

Leopoldo Meresman que era dueño de los equipos de sonido en Lola dialogó con Memoria Frágil. “Esa noche el ambiente estaba desconocido. Hubo una pelea que empezó en el interior. Yo me fui con dos amigos a dar una vuelta en auto. Vimos una persona caída en el piso, no lo relacionamos con la pelea. Después nos enteramos todo lo que pasó. Habrá habido 200 o 300 personas ese día. La pelea inició adentro, hubo corridas y salieron para afuera. En el pasillo de salida  había un amigo y nos fuimos. Cuando estaban afuera se estaban desafiando, eso es un flash que tengo. Creo que había tres o cuatro que estaban juntos”, describió.

“Tenemos una sensibilidad especial en cuanto a la violencia, sobre todo cuando hay fuerzas institucionales en el medio. La gente nos decía que como estábamos en Derechos Humanos teníamos que investigar porque estaba la Policía en el medio. Toda violencia institucional atenta contra los Derechos Humanos pero un crimen de Lesa Humanidad tiene que estar incluido en la concepción de terrorismo de Estado, en un plan sistemático. Cosa que en este caso no hubo”, contrastó Richardet.  

Romero subrayó que “todo venía encaminado para que quede como guerra entre barras de chicos. La reconstrucción de la verdad fue por pericias de Gendarmería y por la investigación de Gustavo Cardoso, porque hubo un peluquero de diamante que vio pasar, un auto de un funcionario judicial que fue chocado por uno de los vehículos involucrados en la persecución. Daba la impresión que todo el pueblo sabía lo que había pasado pero nadie quería declarar. Acá hubo una actuación muy valiente de las personas que se animaron a declarar, a partir de lo cual pudimos reconstruir la verdad”.   

Juicio oral

En el juicio por el crimen de Cardoso quedaron expuestas las graves desprolijidades en el inicio del sumario policial, más allá del esfuerzo de algunos uniformados que no decidieron mirar para otro lado ante tamaño crimen, ni buscar un acuerdo corporativo, como ha sucedido en tantos hechos en que se involucra algún hombre de la fuerza de seguridad.

“Acá en Diamante fue un caso que llamó mucho la atención. El pueblo estaba conmocionado por esto y quería saber cómo había sido. De a poco fueron surgiendo testigos. El juez tenía sus testigos y bueno”, contó Benítez. En cuanto a las bandas que había en Diamante señaló: “Fueron desbaratadas, incluso yo desbaraté la banda de los Mercenarios porque tomaban calles y no dejaban pasar remises. Se les secuestraron las armas de fuego. Pero el caso Cardoso fue aislado que habrá tenido sus motivos. Porque ya fue sentenciado. A Cardoso lo vi en el hospital y estaba con la cara destruida, el rostro. Me interesaba saber. Pero desde ahí no supimos más nada porque fue intervenida la Jefatura porque supuestamente había personal involucrado. Quedamos aislados porque supuestamente había personal de la Jefatura involucrado. Después con el tiempo se aclaró el hecho, los familiares estarán conformes con la actitud de la Justicia”.  

Meresman retomó la escena. “Cuando dábamos la vuelta cruzamos a dos personas que iban en una dirección y más adelante había una persona en el piso. Nosotros pensamos que era una persona que estaba alcoholizada. Ese mismo día supimos que después de la pelea hubo una persona fallecida. En las radios comentaban que en el boliche habían matado a una persona”.

“Hay que estar muy atentos a provincias como la nuestra porque nadie ve nada, nadie se acuerda de nada con todo lo que es violencia institucional. En estas poblaciones chicas hay entrecruzamiento familiar y social. Entonces la gente no habla para no pelearse. Lo vínculo con el conservadurismo que siempre favorece a sectores de clase dominante con tema de abuso y pedofilia de la Iglesia. Esto tiene que ver con que las cosas se saben, se comentan pero nadie se anima a poner la cara, el nombre y decir hasta acá llegamos. Nosotros que luchamos contra la represión policial y militar, antes de caer detenido en mi caso, en los barrios la gente te contaba de la violencia. Había una protección, un manto de silencio, falta de compromiso que es una de las tendencias del conservadurismo, qué te vas a meter, y después el tema de ‘capaz que se lo buscó’. Acá se trata de un laburante y pobre que vale mucho menos que el hijo de donde hay otra vara. La represión sobre alguien pobre ni tiene niveles de educación, esa vida aparentemente vale muchísimo menos que cualquier otra”, reflexionó Richardet.  

La Sala II de la Cámara del Crimen de Paraná, integrada por Arturo Landó, Silvia Nazar y Pablo De la Vega, no tuvo demasiadas dudas a la hora de anticipar la sentencia por el horrible caso. Un oficial y dos agentes de la Policía de Entre Ríos fueron condenados a penas de entre 15 y 18 años por el crimen de Juan Carlos Cardoso. El oficial Sergio Gaitán fue condenado a 18 años de prisión como autor material del crimen, mientras que los agentes Luciano Villamonte y Rubén Darío Romero recibieron penas de 15 años de cárcel, como coautores. Los condenados tuvieron además que pagar junto al estado provincial una suma 150.000 pesos por daño moral y daño material, a raíz de una demanda civil que iniciaron la viuda y la hija de la víctima. Los otros dos procesados en la causa -el oficial Javier Gaitán (hermano de uno de los condenados) y un civil, Carlos Salcedo- fueron absueltos y quedaron libres. La sentencia no dejó del todo conforme a la querella. Fue absuelto el hermano de Sergio Gaitán, al que todos los testimonios lo señalaban como uno de los principales responsables.

Meresman recordó: “Era una época de mucha violencia en Diamante. Ahora por el trabajo que tengo ando en los barrios sin problemas, y en ese momento había que tomar recaudos. La gente no toma dimensión y creo que nunca estuvo en los planes matar a una persona. Pero el consumo de alcohol hace que las personas se desconozcan y situaciones de extrema violencia terminen como este caso”.

En cuanto a los grupos en disputa en ese momento, Richardet puntualizó: “Creo que unos se llamaban Serpientes Blancas y otros Los Mercenarios. Uno vio que en este conflicto no estaban involucrados. La violencia que apareció en el centro de la ciudad estaba ya en los barrios”.

“Creo que el caso Cardoso marcó sanción del Estado entrerriano muy dura con los que abusan de la fuerza institucional. Cuando se investiga el ejercicio donde puede haber abuso de poder, no puede autoinvestigarse la misma autoridad”, valoró por último Romero.

El alevoso crimen del joven Juan Carlos Cardoso no sólo que conmocionó a una ciudad, sino que también fue un llamado de atención para adentro de la fuerza policial y las instituciones de seguridad. Fue una luz de alerta para los violentos que visten uniforme, como también para aquellos que no hacen su trabajo a conciencia y de modo responsable, en un lugar de importancia en el Estado, a la hora de investigar un hecho de esta gravedad. Quizás algo sirvió, aunque los violentos y perversos siguen existiendo en demasiadas reparticiones. 

Cardoso partió de esta tierra muy joven y dejó a una pequeña que tuvo que pelearle a la vida junto a su familia. Nada alcanzó para apaciguar tremendo dolor, en una madrugada de locura y violencia. Ni las condenas, ni el resarcimiento económico. Cardoso terminó en un féretro con 21 años, tras una golpiza irracional de tres cobardes, que buscaron ocultar el delito. Pero no lo pudieron lograr. Y nadie olvida lo que ocurrió en esa noche trágica de enero del ’98.

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