De ANÁLISIS
En el programa de televisión Memoria Frágil (Canal 9, Litoral todos los sábados a partir de las 20:30 y también por YouTube -www.youtube.com/@memoriafragiltv16), este sábado se abordó –a manera de reconocimiento- la labor desarrollada por el presbítero Julio César Metz cuando fue cura párroco de Nuestra Señora del Carmen en Paraná.
Los testimonios de Carlos Metz (familiar), Marcelo Atelman (allegado), Marcelo Baridón (vocal titular de la Cámara en lo Contencioso Administrativo N° 1 de Paraná), María Luz Piérola (víctima del terrorismo de Estado), Raúl Barrandeguy (abogado), Roberto Quinodoz y Alcides Papaleo (dirigentes del Club Patronato) y el artista (Juan Pablo Carrivalli) aportan sus recuerdos y reflexiones sobre la vida del cura Metz y por qué ha dejado una huella profunda en quienes lo conocieron.
La labor en el campo de los Derechos Humanos, pero también en lo deportivo y social, fueron recorridos en Memoria Frágil a través de voces que compartieron sus recuerdos a manera de un cálido homenaje para una persona que ha trascendido su época.
Una vida que ha trascendido por su entrega a los demás
El cura Julio César Metz fue un hombre comprometido con la sociedad y con los derechos humanos, en los peores momentos de la última dictadura. Desafiando incluso al propio vicario castrense, monseñor Adolfo Servando Tortolo, no solo iba a las cárceles a asistir y escuchar a los detenidos políticos, sino que, además, cobijó en su parroquia de Paraná a las madres de las víctimas del Terrorismo de Estado, cuando buena parte de la ciudadanía y el propio poder militar y empresarial les daban las espaldas a sus preocupaciones y reclamos.
También fue clave para la historia de Patronato: durante décadas fue asesor espiritual de dirigentes y jugadores y un gran conocedor del fútbol lugareño.
Para María Luz Piérola, víctima del terrorismo de Estado, recuerda: “Sé por ella que, bueno, fue el que lo las cobijó a las queridas viejas, a Amanda, Clarita, Pepita. Creo que Carmen no fue porque Carmen Germano, porque tenía mucha contradicción con la Iglesia y tenía razón, digamos, porque la Iglesia fue muy cómplice, hacedora de lo que es la dictadura, ¿no? Pero, bueno, el padre Metz las cobijó. Estuvo con ellas, las atendió, y fue realmente una alternativa para ellas, para el tema de las búsquedas de sus hijos. Eso es lo que sé del padre. Creo que los testimonios de muchos compañeros dan fe de esta cuestión. Yo estuve detenida, pero el que a nosotros nos visitaba era ´Lucho´ Melchiori -Luis Melchiori- y también el padre (Andrés Emilio) Senger, que obviamente lo denuncié por acoso, porque era un personaje nefasto. ´Lucho´ fue un ser muy querido para nosotros y también tuvo esa actitud con las presas políticas de cobijarnos y de ayudarnos. También ayudado por el padre Metz. El padre Metz tenía adoración con “Coco” Erbetta, y cuando dejó de ir, porque él fue capellán del Ejército, dejó de ir al Ejército cuando se enteró de la desaparición de ´Coco´, del asesinato de ´Coco´. Es como que entró con mucha angustia, entró en angustia y dejó de visitar a los detenidos clandestinamente ahí en el en Comunicaciones del Ejército”.
El abogado Raúl Barrandeguy, aporta su semblanza: “Tengo una cantidad enorme de recuerdos, todos muy valiosos, todos imborrables. Tal vez no de los que la entrevista periodística inquiere. Porque resulta que el padre Metz, fue el sacerdote donde yo hice… me dio la Primera Comunión, a mí y a mi hermana. Mi madre integraba la Comisión de Madres de la de la Iglesia del Carmen; y yo -junto con una cantidad de otros ´bandidos´ como yo-, que éramos chicos, 12-13 años nos incorporamos a un grupo de muchachos después de que tomamos la Comunión, que íbamos todos los días, el lugar social de reunión era la Parroquia. Nos peleábamos por tocar la campana, entonces, subo yo, subo yo. Este, el cura nos daba, yo digo el cura ahí, el sacerdote, nos daba una pelota número cinco de cuero, esa. Detrás de la Iglesia del Carmen había un baldío que ahora es parte del Centro de Estudiante, me parece que es una cancha de básquet que cubrieron, no sé. Entonces ahí jugábamos al fútbol. O sea, las mil formas de entretenerse un chico… nosotros la teníamos, digo yo y los compañeros míos de Comunión, las teníamos en la Iglesia. Bueno, después pasa la vida. Yo tuve una actividad muy comprometida, pero eran niños, muy comprometida con la Iglesia Católica en aquel momento. Pasa la vida, me voy a estudiar, mi vínculo con la Iglesia se diluye… se diluye… se sigue diluyendo hoy. Pero, yo no tengo ninguna posición anti iglesia, al contrario, lo que pasa es que yo estoy vinculado a un relato del mundo que tiene que ver con la realidad, que tiene que ver con la ciencia, que tiene que ver con la causalidad”.
Para el vocal titular de la Cámara en lo Contencioso Administrativo N° 1 de Paraná, Marcelo Baridón, valora el compromiso de este sacerdote: “El cura Metz creo yo… no solo lo creo yo, sino que lo escuché del testimonio de quienes estuvieron secuestrados en el Escuadrón de Comunicaciones dentro del Ejército. Es decir, en el centro clandestino de detención que está ubicado en la sede del Ejército Argentino, en Avenida Ejército al final, donde todos conocemos, incluso hay un señalamiento que allí funcionó un Centro Clandestino de Detención. Decía, el cura Metz tuvo un rol, yo diría de enorme trascendencia. Un rol de un enorme compromiso con la vida y con los Derechos Humanos que quizá no ha merecido el reconocimiento que su trayectoria y que su coraje merezca. Pensando en los distintos relatos que hicieron las víctimas de la dictadura por aquel entonces, creo que la principal función del cura Metz fue la de la asistencia y el acompañamiento espiritual de quienes estaban ilegalmente detenidos. No nos olvidemos que quienes estaban detenidos, no solo no sabían por qué, o si lo sabían… sabían que eran detenciones no solo ilegítimas, sino con un destino incierto, es decir, podían perder la vida. De hecho, hubo varios detenidos que su destino fue la desaparición. Me acuerdo de (Victorio ´Coco´) Erbetta, por ejemplo, que estando detenido en el Centro Clandestino desapareció. Hasta ahora todavía no hemos podido encontrar sus restos. Entonces, decía que la primera tarea de Metz era la de la asistencia espiritual; hacia aquel y aquella que no sabía qué era lo que iba a pasar con su propia vida, ¿no? Por lo que la contención espiritual adquiere una dimensión enorme para quien está –insisto- viviendo momentos de enorme zozobra, de incertidumbre, de incertezas. No sabían si al otro día se iban a despertar con vida porque veían que sus compañeros desaparecían. Entonces, creo que eso es una actitud de una enorme nobleza frente a quizá una comunidad que, por diversas razones, por miedo, por terror, miraba para otro lado. El cura Metz puso su mirada siguiendo las palabras del Evangelio en el más necesitado, y fue y asistió a las víctimas”.
Para el reconocido músico y poeta, militante de los Derechos Humanos, Ricardo “Pico” Silva, su recuerdo es parte de su agradecimiento: “Me quiero sumar a este reconocimiento que le hacen al padre Metz. Yo estuve detenido en los calabozos de Comunicaciones. Y los primeros días -durante ocho o diez días-, el padre Metz nos asistía espiritualmente. Nos daba su palabra, nos daba aliento, nos daba fuerza y la palabra de Dios. Fue realmente un acompañamiento muy importante para nosotros. Y, en mi caso personal, yo le dije que era de Gualeguaychú, que había estudiado en el Colegio Pío XII, que lo conocía a monseñor Mestre, y le llevó mi mensaje, porque yo quería que mi familia supiera que estaba vivo y que me tenían incomunicación en el Ejército. El padre cumplió, porque yo le dije: mire, padre, para que usted no se olvide, recuerde que yo hace cuatro años fui a representar a la Argentina y a Entre Ríos a los Juegos Olímpicos de Munich”.
A su turno, Marcelo Atelman, vinculado con los Derechos Humanos se suma con su testimonio: “Según lo que yo sé de la historia, entre fines del ´77, principios del ´78, se reunían en ese lugar, el padre Metz les dejaba lugar en la iglesia y era uno de los pocos lugares que tenían dentro del ámbito eclesiástico dentro de Paraná. Porque, lamentablemente, fueron a contactarse con monseñor Tortolo, medio que los mandó a pasear. El padre Metz no participaban de las reuniones, les daban el lugar, y se reunían, por ejemplo, voy a ver porque así veo los nombres también y no me olvido de nadie, Amanda Mayor, familiares de (Elba) Goiburú (…) Estela Godoy, entre otros. Bueno, se reunían ahí para ver qué podían hacer, qué podían hacer con el tema de la dictadura, con el tema de todos los secuestros que hubo de sus familiares, porque en el caso de Claudio, de mi primo, del hijo de Clarita, nunca hubo una acusación formal. Lo único que hubo fue un artículo en El Diario diciendo que estaba prófugo. Salió ese artículo al otro día de que lo secuestraron de la casa, de que lo secuestraron, hicieron zona liberada y lo secuestraron de la casa. Salió un artículo diciendo que él estaba prófugo y El Diario lo imputaba como parte del asesinato del general (Jorge Esteban) Cáceres Monié en Villa Urquiza. Nunca hubo un juicio, nunca hubo nada. Y después de eso, Clarita recibió -mi tía- cuatro allanamientos donde le buscaban armas, drogas, cosas, bibliografías raras… raras no, bibliografías de izquierda, militantes y nunca encontraron nada. Porque mi primo era militante, no es que no lo era, y al igual que muchos otros jóvenes de la época, eran militantes por un país mejor, por un país menos peor, y bueno, eso pasó. Y en la parroquia del Padre Metz se reunían para tratar de reclamar justicia, de ver cómo luchar para organizarse con otras organizaciones nacionales y hacer el reclamo”.
María Luz Piérola –ex detenida- aclara que no conoció al padre Metz, pero considera que él fue un cobijo para las madres: “Realmente fue muy valiente, también ´Lucho´ Melchiori fue muy valiente, siempre defendiendo a la institución Iglesia, por supuesto. Pero, me parece que fue una opción y una alternativa para todo lo que fue la desaparición, el desarraigo, la angustia de las madres, la angustia de los detenidos, los detenidos políticos, yo creo que fueron figuras importantes. Reivindico a ´Lucho´porque lo comparo también con el padre Metz en toda esta alternativa que fue y el coraje que fue el poder ayudarnos. Y creo que la Iglesia debe explicar muchas cosas, debe dar explicaciones con Tortolo a la cabeza en nuestro caso, de su complicidad nefasta con la dictadura. Y hubo muchos valientes, otros que quedaron en el camino siendo valientes, y que quizás sean una bandera hoy de reivindicación para el pueblo argentino, donde una Iglesia que esté a favor de los angustiados, a favor de los pobres, tiene que ser la que se reivindique, ¿no? Entonces, el padre Metz fue una bandera importante, fue un cobijo para las madres y lamentablemente no lo pude conocer, pero sí a ´Lucho¨”.
El padre Metz y Patronato
El padre Metz, además de su compromiso social permanente en las barriadas de Paraná, era un fanático del Club Patronato. Era el asesor espiritual de jugadores y dirigentes y no ocultaba nunca su amplio conocimiento del fútbol lugareño, por lo cual su opinión siempre era escuchada por dirigentes y por técnicos. Había nacido un 5 de septiembre de 1907 y antes de instalarse en Paraná había estado destinado en Gualeguay.
El dirigente de Patronato, Alcides Papaleo, da fe de ello: “Realmente Julio era una de esas personas que no solamente era el asesor espiritual nuestro, era la persona que nos orientaba; sino que era uno más de la Comisión Directiva. Él siempre estaba presente en todos los actos que nosotros realizábamos y nosotros nos sentíamos muy bien porque era de esas personas que compartía cada uno de los momentos. Por supuesto, que también cuando había una cena, cuando había una comida, él estaba siempre presente y siempre mirando las cosas que ocurrían. Era, como nosotros decíamos, muy ´bicho´ en esta tarea sacerdotal, porque no solamente miraba las cosas en general, sino en particular con cada uno de los integrantes. Era un ser humano que tenía una gran empatía con todo el mundo, con todo el mundo. Francamente, él cuando estaba en las comidas que nosotros nos encontrábamos, ´falta algo´, ´está todo bien´, ´está todo bueno´”. Entonces, se sentaba y bendecía las mesas y por supuesto, que nosotros lo tomamos también como como un ser el sacerdote que realmente era en ese momento y que estaba acompañándonos. Y tenía muchas salidas graciosas, pero muchas graciosas que a veces uno las toma también en forma de vida, que nosotros le decíamos, Julio, ¿qué va a tomar? ¿Gaseosa, cerveza, vino? Y, por supuesto, le agregamos algo más, whisky. ¿Qué nos contestaba él?: ´En ese orden´. ´En ese orden´, realmente, y después no… a él le gustaba el ´vinito´, ¿no es cierto? Y, bueno, y yo conocía que se juntaba muchas veces porque eran de la misma época Raúl Reula, ´Tocho´ y dos o tres integrantes más del club que iban y estaban y charlaban en la casa parroquial. Y, bueno, siempre él los atendía y los apoyaba en todos los aspectos, no solamente que estaba en el club, sino que él lo llevaba a su lugar y, bueno, y ahí también nos encaminaba un poco”.
También el dirigente de Patronato, Roberto Quinodoz, comparte sus vivencias: “Del padre Metz se puede decir tantas cosas. Por lo pronto, en lo que a mí se refiere, mi vinculación con él nació a partir de que me hizo socio del Club Patronato en el año ´74, porque él era una suerte de asesor espiritual dentro del club, y estuvo más de 50 trabajando en el Club Patronato. Un hombre que sabía muchísimo de fútbol y de las instituciones. Trabajaba siempre por la unidad de los dirigentes, jamás discriminó a nadie, jamás criticó acerbamente ninguna situación ni ninguna actitud de ninguna persona, siempre fue muy considerado. En el club era querido por todo el mundo. Todos los incluso los que no compartían la práctica religiosa o la fe católica o lo que fuere, siempre tenían un elogio para el padre Metz, que era un hombre muy dispuesto a dialogar con todo el mundo. Así que dejó una huella muy muy importante”.
Carlos Metz es familiar del sacerdote y expresó: “Prima hermana de mi papá. Y bueno, y compartíamos que nos íbamos a la aldea Eigenfeld, donde teníamos los parientes. Y bueno… nada… ahí él sabía llevar una damajuana de vino, comía en la casa de, creo que de cuñado era, no me acuerdo bien. Todo era hermoso aquel entonces… Yo lo buscaba en la iglesia y de ahí nos iba. Él iba con otro, no sé cómo se llaman esos que ayudan, en la iglesia, qué sé yo. Y bueno, íbamos los tres… Yo era joven aquel entonces, viste, cuando pasó todo eso. Y tenía, sí, sí, siempre me acuerdo que íbamos allá. Yo pasaba por la Iglesia, me buscaba a él y todo. Y decía que la damajuana era agua bendita”.
El músico Juan Pablo Carrivali, se suma recordando lo siguiente: “Con el padre Metz comienza la relación a partir de que entro a formar parte de uno de los grupos parroquiales. En ese en ese momento que yo entro no había grupos. Desde chico éramos… yo tenía 11-12 años, y todo empezó porque amigos míos ayudaban en Misa y después jugaban al fútbol. Ahí comienza la relación después de engancharnos, digamos, con el fútbol detrás del templo a formar parte de algunos de los grupos, ¿no? … de Acción Católica. Ahí comienza la relación con este cura que nos atrapaba a partir de la libertad y de los consejos como si fuese un abuelo, ¿no?”.
Alcides Papaleo retoma el recuerdo destacando que era un gran observador del semblante de las personas: “Era de esa persona que te veía a vos por dentro. Siempre cuando uno está realizando algo y está realizando algo muy importante, como me tocó a mí estar presidiendo la institución junto a todos, muchos amigos que todavía están, como Tito Holman… bueno, ahora no está, pero que siempre hemos estado juntos, Reinaldo Barbagelata, Roberto Quinodoz, Roberto ´Beto´ Rodríguez… por nombrar a todos, y yo siempre digo que hay seis, siete u ocho que formamos una mesa, y él es como que me vio a mí un poco decaído. Me llama y me dice, ¿qué te pasa? ¿Por qué Julio? No, ¿qué te pasa? Así nomás… y te clavaba la vista como diciendo, yo sé lo que te pasa a vos. Y le digo, bueno, ¿viste? Le digo, Julio, que por ahí hay problemas, le digo, cuando uno está haciendo algo siempre los demás encuentran obstáculos, que no se hace esto, que no se hace lo otro… y está bien. ¿Se están haciendo bien las cosas? Sí, le digo, Julio. ¿Todas las cosas se están haciendo bien? Bueno, yo ya me enteré que se están haciendo bien. ¿Y por qué estás ´apichonado´? ¿Por qué estás ´apichonado´? Si vos estás haciendo bien las cosas. No, vos sabés que cuando vos te agachás un poquito -me decía-, ahí es donde te pegan. No, arriba ese ánimo. Fuerza en fortaleza, me decía”.
Roberto Quinodoz insiste con el alma futbolera del padre Metz: “Por esto que el Club Patronato –entre otras cosas-, le dio una gran popularidad al padre Metz, porque él además de ir a la cancha y participar en las reuniones, en los partidos y en los festejos, etcétera, fue elegido Ciudadano Ilustre. Me acuerdo, por una votación que organizó Ana María –periodista-, y esa votación lo dio al padre Metz como Ciudadano Ilustre. Se le hizo un gran homenaje también en el Parque, frente a la Iglesia del Carmen, en la que estuvo más de 50 años y tuvo grandes amigos, grandes dirigentes de Patronato de toda la vida que fueron sus grandes amigos con los cuales compartía comida, salidas, almuerzos, etcétera, Y, además, ese homenaje convocó a una gran cantidad de gente en el parque. Lamentablemente, el vandalismo le ha sacado la placa que tenía frente a la Iglesia, Pero, bueno, era amigo de ricos y pobres. ´El sol sale para todos´, decía, así que siempre estaba dispuesto a escuchar. Hoy me parece, rescato algo muy importante de él. Como Patronato está pasando un momento muy difícil, de todo punto de vista, yo creo que ante la gravedad de lo que está pasando hoy en el Club Patronato, él estaría alentando para que todos los dirigentes y los allegados busquen la unidad y busquen hacer la mejor alianza posible para que Patronato -que es un club de barrio-, siga siendo un club de barrio pese a toda la trascendencia que ha tenido a nivel local, nacional, provincial, incluso internacional, pueda tener las mejores gentes al frente del club”.
Juan Pablo Carrivali agrega: “De esa relación precisamente esto: una… el padre Julio era una… don Julio, como le decían algunos… este, una persona sumamente sencilla y sumamente profunda. Consejos a partir de dichos, saludos a partir de refranes. ¿Cómo anda don Julio? ´Como la carabina de Ambrosio´, decía, y vos tenías que ir a buscar qué significaba ´andar como la carabina de Ambrosio´. Y, ¿cómo anda padre? ´Y, normal. Para esta edad, normal´. Son cosas que a uno le quedan eso esos recuerdos. El conquistarte a partir de del deporte, era un cura apasionado por el deporte en general y por el fútbol en particular. Era muy común verlo y, cuando iba y cuando volvía de la cancha de Patronato los domingos. En un momento no había tapial. Los fondos de la Parroquia estaban en el Club de Estudiantes, así que capaz que vos entraba, no lo encontraba y lo veía apoyado en el alambrado… al lado, la perra de él, Diana, y él tomando mate mirando un partido de rugby. Así nos fue conquistando también, ¿no? Sumamente humana y eso lo vivíamos nosotros. En aquel momento, década del ´70, nosotros éramos gurises, había cosas que ignorábamos. No conocíamos y después atábamos, íbamos atando cabos. Yo recuerdo… y de chico siempre reconocí, y de adolescente empecé a reconocer esa labor que él tenía a partir de saber que un grupo de Madres -encabezado por Amanda Mayor- se reunía ahí en la Parroquia. Ahí también se agigantó la imagen de él ¿no? Comprometerse desde eso”.
Alcides Papaleo recuerda: “Sufría, sufría, sí, sí, sí. Él manifestaba siempre que él no podía expresar… decía, yo no puedo expresar algunas cosas. Y nosotros le decíamos, Julio, vos sabés que estos clubes que vienen nos están haciendo algunas cosas que por ahí nos duele, nosotros te vamos a contar. ´Si te las hacen, respóndele con la misma moneda, respóndele con la misma moneda´. Realmente de esas personas nunca… nunca… nunca quedarte, siempre vos defender lo tuyo, defender el club, que acá hay muchos chicos que están esperando que ustedes sigan haciendo esto. Y si estuviese el padre (Bartolomé) Grella estaría muy feliz, muy feliz porque él fue el que realmente estuvo en esto desde muy… cuando el club era muy, muy pequeño, y que ahora lo ve tan grande y con tantos chicos, él estaría muy, pero muy feliz”.
Roberto Quinodoz guarda muchos recuerdos sobre su calidad humana y su fe en Dios: “Te puedo decir mil cosas del padre Metz, porque la verdad que uno que fue amigo de él, yo compartí muchas cosas con él, lamenté mucho que no llegara a los 100 años, que él siempre nos invitaba para las fiestas de los 100 años, llegó a los 98 años. Y dejó una huella muy profunda. Así que, en propios y extraños, dejó algo muy importante, que es la calidad humana que él tenía, y a través de esa calidad humana también dejaba traslucir la profunda fe en dios que él tenía. Así que, seguramente descansa en paz, está en el seminario, en el Cementerio del Seminario. Allá vamos los de Patronato de vez en cuando a visitar al padre Metz, al padre Grella, al padre Suárez, al padre Metz, que están sepultados allí. Y hoy su obra la continúan otro gran sacerdote que es el padre Diego Rausch, que está trabajando muy bien también en la institución. Y, bueno, también él alienta que Patronato deje las divisiones de lado y se busque lo mejor… Anécdotas, muchas, porque había otros grandes personajes en el club, como ´La Cata´ y otras personas que eran muy hinchas de Patronato. Él siempre tenía sus dichos, era muy gaucho, tenía expresiones gauchescas. Así que, este, sí, no te puedo decir hoy una anécdota tan especial, pero era un tipo para pasarla divertido, para pasarla bien… Iba a ver los partidos hasta los últimos días, hasta que podía subir la escalera para el palco, pudo ir a ver a ver los partidos. Muchas veces yo lo llevé y lo traje a la Parroquia, así que, este, y siempre sabía mucho de cómo enfocar la parte táctica o de los partidos, ver por dónde se podía ganar un partido. Y, además, era querido incluso por dirigentes y simpatizantes de muchas otras instituciones fuera de Patronato, incluso adversarios de Patronato. Un tipo muy muy afables, muy humanistas, profundamente humanistas. Así que no tenía enemigos. Aunque hubiera adversarios, no tenía enemigos, así que era muy querido”.
La protección a las madres en la Parroquia del Carmen
Cuando era capellán militar, el cura Metz otorgó permiso a las primeras madres que buscaban a sus hijos, que habían sido secuestrados por los grupos de tareas. Fue en 1977 en que Elba Benítez Goiburú fue hasta la casa de Amanda Mayor y la invitó a reunirse en la Iglesia del Carmen; lo mismo hizo con Clara Fink. El esposo de Elba, Agustín Goiburú, fue detenido en Paraná el 9 de febrero de 1977 producto de una larga historia de enfrentamientos con el propio dictador paraguayo Alfredo Stroessner. Los Goiburú eran paraguayos y recalaron en Paraná donde permanecieron exiliados por denunciar las muertes y torturas de la dictadura paraguaya.
Raúl Barrandeguy se reconoce apartado de la Iglesia, pero no de sacerdotes como Metz: “Cuando a mí me dicen que hay un niño muy chico que tiene un cáncer de cerebro, por ejemplo, y escucho que les dicen a los padres, ´es la voluntad de Dios´, yo rechazo incorporarme a esa Iglesia. Que no era, fíjese qué cosa, la iglesia del padre Metz. La iglesia del padre Metz era una iglesia llena de optimismo, llena de agradecimiento al Señor, al Creador. Después me voy de Paraná a estudiar, me vínculo con estudiantes, con otros mundos, otras realidades, y empezamos a tomar distancia. Yo no lo veo más al padre Metz por varios años. Mi madre sí, mi madre seguía yendo a la Iglesia, mi hermana también, porque mi hermana había tomado la comunión conmigo, y viene la dictadura militar. Cuando viene la dictadura militar, nosotros, digo, una agrupación en la que yo integraba y algunos más, nos orientamos hacia la resistencia democrática. Jamás nos orientamos a levantar ´un fierro´ en contra de nadie, pero nos orientamos a eso. Y viene el drama de la tragedia de los desaparecidos. Y en este tramo que nosotros teníamos ya una posición muy militante en defensa de los Derechos Humanos, defensa de la democracia, en defensa de la República, en defensa de los combatientes que estaban sentenciados por ahí en alguna mazmorra. Yo me entero… yo fui abogado representante de Clarita Fink en el juicio que Clarita hizo como consecuencia de la desaparición de su hijo (Claudio). Bueno, y me entero entre ellos por ella que el cura Metz, el cura, le digo yo, era muy macanudo, muy buena persona. Les había permitido que se reunieran en la Iglesia. Y había hecho algunos (porque no sé qué sería, capellán militar, algún grado tenía con la religión de las Fuerzas Armadas. Tal vez capellán de algún Batallón, alguna cosa así, no sé) … pero hizo gestiones para averiguar dónde estaban algunos desaparecidos. Que yo no sé, nunca lo hablé con él, son cosas que yo me he enterado después. Y también me he enterado del agradecimiento de algunas madres, de algunos compañeros militantes hacia el cura, lo que a mí me llenó de alegría, porque a mí no… esas cosas que uno tiene, que va llevando en la vida no las termina de asimilar. Mi relación con el cura Metz, a pesar de que yo era casi ateo, siempre fue fantástica. Siempre fue fantástica. O sea, yo lo rescato como un sacerdote con un enorme compromiso con el ser humano y lo demás es un cuento. Lo demás es un cuento. Si alguien me abre la puerta cuando yo disparo de la dictadura, no me pregunta cuál es mi credo ni me pregunta cuál es mi ideología. Ese tipo está haciendo humanismo del mejor, del mejor. Así que, bueno, esa es mi experiencia con el padre Julio César Metz”.
Marcelo Baridón contextualiza por qué fue un sacerdote a contrapunto de la jerarquía eclesiástica de Paraná: “No solo la reunión de los familiares en las épocas más oscuras de la dictadura, me estoy refiriendo al año 76-77-78, sino que también tuvo una actitud, este, muy diversa, muy a contrapunto con la que tuvo la jerarquía católica de Paraná. No nos olvidemos que Tortolo era el primado de la Iglesia Católica Argentina, era confesor de (Jorge Rafael) Videla, y su rol, por ahí quizá lo hemos demonizado, este, son difíciles de analizar los roles, pero hay datos objetivos. Hay datos objetivos que dejan varios interrogantes respecto a la actitud de Tortolo, y no así a la actitud de Metz, por ejemplo, si las comparamos. Es por todos conocidos en la comunidad paranaense que el militante católico Erbetta, que era dirigente de Acción Católica, estudiante de Economía en la Universidad Católica, la otrora Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica, que después se transforma en Universidad estatal, fue secuestrado por una patota que la dirigía un servicio de inteligencia de la Policía Federal que está actualmente cumpliendo condena por delitos de lesa humanidad, me estoy refiriendo a quien fuera el oficial Damonte… lo secuestra a Erbetta, y lo detienen y lo mantienen en el Centro Clandestino. Una noche, Tortolo lo manda a llamar. Mantienen una reunión. Lo manda a llamar a la sede del Arzobispado, mantienen una reunión y lo devuelve al Centro Clandestino, y esa noche Erbetta desaparece, y hasta el día de hoy, a pesar de los enormes esfuerzos de quien fuera su hermano, me estoy refiriendo a Joe Erbetta, nunca pudimos encontrar los restos. Es decir, las actitudes de uno y otro dentro de la misma organización son diametralmente distintas. Por lo que adquiere quizá una mayor dimensión humana la de este curita de barrio, el cura Metz, que lo estoy recordando con ese pelo canoso que tenía, esa actitud jovial, esa actitud abierta, humana, frente a la pomposidad de la jerarquía católica que claramente en Paraná mostró las dos caras. Las dos actitudes tan distintas, ¿no? Que otra hubiese sido la historia si hubiésemos tenido la misma actitud y compromiso que tuvo el cura Metz para con el terrorismo de Estado, Como ocurrió con otras jurisdicciones de la Iglesia, como fue la iglesia brasileña, que tuvo una actitud totalmente distinta a la Iglesia argentina”.
María Luz Piérola indicó: “Un poco de amparo, un poco de justicia. Y un poco, me parece bárbaro que se lo reivindique hoy al padre Metz, porque la angustia que sintió ese hombre con el asesinato de Erbetta también tiene que ser reivindicado porque se habló de fuga, se habló de un montón de mentiras, como todas las mentiras que inventaron estos dictadores. Y, bueno, él sabía la verdad, sabía que quedó en la tortura, que lo mataron. ´Coco´ era un hombre de la iglesia también. Por eso, era tan allegado al padre Metz, y por eso él se apartó de esa función que le había dado a la iglesia, que es el estar con los presos por el motivo de la angustia. Pero, sí estuvo al lado de las madres, sí las cobijó y eso fue muy importante como gesto, ¿no? Yo no lo conocí porque yo estaba detenida en esos momentos. Yo estuve detenida desde febrero del ´77 hasta octubre del ´77. Primero en forma clandestina, si se quiere nunca fui presa legal, sino que fui “blanqueada” en marzo: el 8 de marzo, en el Día de la Mujer, fui ´blanqueada´ y fui llevada a la Unidad Penal N° 6. Siempre estuvo primero este padre Senger que fue nefasto y después ´Lucho´ Melchiori, hablando de lo que es la figura de la iglesia. No lo conocí, supe por mamá todo el cariño que le tenía al padre, y que realmente fue una caricia hacia esas pobres viejas que le arrebataron lo más importante de un ser humano, que es un hijo, donde la desaparición es la situación más angustiante, porque no sabes si está vivo o muerto, vas elaborando el tema con los años. Hay muchos que recuperaron sus cuerpos, sus restos, digamos. No es el caso de Fernando, nosotros no lo encontramos; ni el caso de Mario, mi compañero, que desapareció en septiembre del ´76 en Rosario. Fernando desaparece en la masacre de Margarita Belén, que ya fue juzgado y demás. Se sabe cuál fue su destino final. De Mario no se sabe absolutamente nada, simplemente que desaparece aproximadamente el 10 de septiembre en Rosario. El caso de Claudio Fink, que fue secuestrado desde su casa, único hijo de Clarita… un ser extraordinario, Clarita Fink y su marido. ´Pepita´ Goyeneche con el caso de su hija, Elida, y de su yerno, que fueron desaparecidos. Son todas historias muy muy jorobadas y muy angustiantes”.
Marcelo Atelman valora a esa Iglesia comprometida con sus semejantes: “Sin lugar a dudas, eso es algo para tanto el Padre Metz acá, como (Jaime) De Nevares, como a otros sacerdotes, que fueron, el monseñor, no sé si lo pronunció bien, (Miguel Esteban) Hesayne, entre otros. Fueron curas, padres, obispos, y bueno, que valieron la pena, que pensaban en la otra persona, más cuando había tantos gestos de injusticia… Él le daba un espacio, sabía, ¿para qué? porque sabía quiénes eran esas personas a las que él le daba el espacio. Pudo no haberlo hecho, y, sin embargo, lo hizo, abrió su iglesia, como debe ser, digamos, yo no soy de la fe católica, pero es lo que se debe, lo que deben haber hecho, si hubiera habido más iglesias abiertas, tal vez, solo tal vez, uno no puede suponer, podrían haber salvado a más gente”.
Hugo Barrandeguy destaca que su relación con el padre Metz está intacta: “Me acuerdo clarito de cuando peleábamos por tocar la campana, y después seguimos yendo varios años hasta que yo, como le digo, me retiré a estudiar y ya la relación con la Santa Madre de la Iglesia Católica se fue diluyendo y desdibujando. O sea, nunca he sido yo un enemigo, un adversario del catolicismo, pero tampoco uno puede, como no he sido adversario de una cantidad de vecinos que tienen posiciones políticas. Pero, una cosa es tener una posición política y otra cosa es decir hay que secuestrarlos y matarlos a todos, dejarlos mentalmente distintos. Entonces, a mí me parece que, desde ese punto de vista, la relación, quiero pensarlo así, ¿no? … la relación que yo tuve con el padre Metz está intacta. Yo seguramente sé que él me habría retado mucho. Una vez lo encontramos al señor Tortolo y me dijo, vos te retiraste de la Iglesia. Y yo le dije: no, señor, me retiré porque lo que lo que va a la Iglesia no se compran ni se venden en un mercado. Se siente, se profesa. Yo sé que él había tenido palabras como de desilusión por mi caso. No sé qué esperaba… que yo buscara los votos de sacerdote, porque éramos muy devotos, pero devotos casi jugando, ¿no? Sin tener en cuenta la responsabilidad de que una devoción supone”.
Marcelo Baridón aclara que lo trató al padre Metz con el advenimiento de la democracia: “Yo particularmente no tengo recuerdos porque no participé en el momento de gestación de la organización de la Afader (Asociación de Familiares de Desaparecidos de Entre Ríos) y de las otras, la Liga Argentina por los Derechos Humanos, delegación Paraná, que en aquel entonces tenía mucha actividad, por lo que no puedo hablar desde la experiencia personal. Sí recuerdo que lo visitábamos al cura, que ya más con posterioridad, ya en la etapa en donde la dictadura ya caía, en el año 82-83, ¿no? La dictadura cae con la derrota de Malvinas y después se ve obligada a convocar elecciones. Bueno, historia conocida de diciembre del ´83, termina definitivamente esa noche oscura para todos nosotros. Bueno, en esa época, más o menos, fue en la que en la que lo conocí y lo traté, y lo traté muy poco, ¿no? Él ya era una persona mayor, pero sí sé, efectivamente, de su compromiso, este, de aquel que abrió las puertas de la Iglesia para que los perseguidos se reunieran, los perseguidos pudieran encontrarse. Que es una práctica antiquísima de la Iglesia, la de encontrarse en las catacumbas, la de acoger al perseguido, la de la de contener al que sufre injusticias… sí, esos son los Mandamientos nucleares del cristianismo, ¿no? Que claramente el cura Metz los encarnó, los hizo propio y corrió los riesgos que se corrían en aquel entonces. No la debió haber pasado bien. Seguro, que no”.
El sacerdote que dejó una huella imborrable
El padre Julio César Metz falleció el 10 de enero de 2006, a los 98 años en el Hogar de la Divina Providencia de la Fundación Don Uva, donde permanecía recluido desde hacía varios meses. Durante varios días permaneció en estado delicado, con asistencia respiratoria. Quería llegar a los 100 años e incluso algunos años antes ya invitaba a los amigos a lo que sería su fiesta, en la parroquia del Carmen. Pero no pudo ser. El padre Metz partió esa mañana de enero y dejó un recuerdo imborrable, por su compromiso y lealtad a los más necesitados.
Roberto Quinodoz aporta: “Se lo recuerda mucho. Tiene allí un homenaje, porque fueron más de 50 años dedicados al Club. Y, bueno, pasó de todo. Lástima que no alcanzó a verlo, seguramente lo alentó a Patronato en Primera División o jugando la Copa Libertadores o la Copa Sudamericana, pero, seguramente, pasó otros momentos muy gratos en el club, de otros campeonatos, de otras historias. Te repito, él tenía muchos amigos, muchos matrimonios amigos, grandes dirigentes. La década del ´50, del ´60, del ´70. Así que, te puedo decir que no es fácil reemplazar a una persona tan de dejar huellas profundas, ¿no? Así que lo mejor de él fue la amistad que nos dio a todos y el ejemplo. Por eso repito, hoy Patronato tiene que buscar la forma de evitar esta grieta tan grande que se ha generado dentro del club… En el parque, repito, se le hizo un homenaje, quizás tendría que haber una calle también con el nombre del padre Metz, sobre todo, en la zona circundante de la Parroquia del Carmen, que tiene una jurisdicción muy amplia”.
Juan Pablo Carrivali deja su último recuerdo sobre el padre Metz: “Yo no sé cómo habrá sido en ese momento. Me acuerdo después las conversaciones mías de adolescente, interesado por cuestiones políticas, más allá de que yo nunca milité ni soy parte de ningún partido en particular, pero siempre me interesó todo eso. Me gustaba esa esa visión clara a través de un mensaje que no te exigía a vos pensar de determinada manera. Las charlas sencillas, pero profundas, qué te motivaban. Y el ejemplo claro, por un lado, esto; por otro lado, ver gente del Pancho Ramírez que pasaba y le gritaba saludándolo y se acercaba a agradecerle tal o cual gesto, que también después nos enterábamos, no de boca del padre. Sabemos que él, por ejemplo, heredó algunos terrenos de ahí del Pancho Ramírez, ninguno quedó para él, y lo regalaba a determinadas familias que estaban ahí. Jamás, jamás le escuché a él contar esto que yo estoy contando ahora. Pero, sí a esos beneficiados después, de un modo u otro, hacerlo conocer. Cuando cumplió 80 años, él era un amante de la de la música. Él tenía un sillón de esos que se hacían reposera. Yo creo que durante años durmió ahí, o lo descubríamos siempre durmiendo ahí. Él se levantaba como a las cinco de la mañana, y a la siesta se mandaba una ´siestita´ en esa reposera, y él podías escuchar ahí a Vivaldi, podías escuchar a Brahms, podías escuchar a Tránsito Cocomarola o a Isaco Abitbol, que era lo que él también tenía en una casetera que tenía en el en Renault 12, blanco, era la música, y él te podía hablar muy profundamente de Vivaldi como de Isaco”.
Marcelo Baridón sintetiza: “Esto que te que cuento del cruzarse de veredas son experiencias personales que me las han contado entre lágrimas quienes estuvieron secuestrados. Me han dicho en más de una ocasión, Marcelo, ya entrada la democracia, mucha gente que había sido amiga mía se cruzaba de vereda. Distinto era durante la dictadura, porque saludar a un detenido podía significar, porque muchas veces estaba esta metodología de la dictadura, y sobre todo para aquellos que ven el programa, que son más jóvenes, que sacaban detenidos a marcar en las ciudades. Entonces, si uno los saludaba significaba que tenía relación con ese ´terrorista´ (entre comillas), entonces ya, entonces, muchas veces esa información circulaba entre la gente, entre los militantes, sobre todo entonces no, pero distinto fue ya en democracia. Gente, insisto, que estuvo detenida, injustamente detenida, secuestrada por el terrorismo de Estado, te contaba con lágrimas en los ojos, es decir, gente amiga que se cruzaba la vereda. Y si a eso lo contrastamos con la actitud de Metz… adquiere una dimensión enorme. Una dimensión humana enorme, que, como vos bien lo dijiste, se inscriben en la mejor tradición del cristianismo que es la de abrir las puertas, proteger, contener al perseguido, al injuriado, ¿no? Y eso fue lo que hizo Metz, efectivamente”.
Raúl Barrandeguy agrega: “Muy valiente, muy valiente, pero aparte lo hizo sin preguntar… Sin preguntar, porque en algunos casos, colegas míos que conozco uno que me voy a reservar el nombre que les decía a las madres yo las atiendo, no les voy a cobrar, pero ustedes firmen este papel que dice que no convalidan los actos de terrorismo que hicieron sus hijos, sus familiares. Y algunos firmaron y, en algunos casos, incluso, tramitaron indemnizaciones que tenían derecho. No hay ninguna duda que tenían derecho, absolutamente derecho. Pero, acceder a esta condición me parece que es como indigno, ¿no?”.
El programa Memoria Frágil recorriendo las huellas del cura Julio César Metz