Con las obras de la ruta nacional 174, un tajo de 60 kilómetros de largo, se modificó el ecosistema (Rosario ·)
Faltan centímetros para que la toma de agua potable de la ciudad de Victoria, del otro lado del puente que sale de Rosario y parte al humedal en dos, quedé desnuda. En la garita frente al puerto se ven los caños del fondo que suelen estar tapados por dos o tres metros de agua, y hasta seis en época de inundación. Pero la bajante del Paraná pone en riesgo la capacidad de dar suministro a unas 40 mil personas de esa comunidad entrerriana.
Más allá de la ciudad, entre los riachos del Delta, los que padecen la crisis hídrica son los pescadores, productores, amantes del humedal y habitantes de las islas. Representantes de todos ellos, nucleados en la Coordinadora del Agua, participaron de la reunión caliente que se hizo en el Concejo el jueves pasado. En ese encuentro, donde se anunció la emergencia hídrica y un reclamo a Nación para que se haga cargo de las consecuencias del dragado, pidieron respuestas urgentes ante la crisis ya instalada.
Respuestas que no llegaron con la claridad esperada. De hecho, una de las medidas que tomaron las áreas técnicas de Victoria fue tabicar un riacho por donde se perdía parte del caudal. Un piquete naútico oficial. El drama, explicaron los ingenieros en ese encuentro, no es solo la bajante extrema sino las transformaciones hechas por el hombre al humedal.
Con las obras de la ruta nacional 174, un tajo de 60 kilómetros de largo, se modificó el ecosistema. Uno de los impactos es el dragado del río a 34 pies para hacer del canal una vía navegable por buques de ultramar (la aún llamada Hidrovía, por la empresa que tuvo la concesión).
Esa lógica generó que, en el escenario actual, el cauce principal funcione como un embudo de agua. Además, el canal de servicio creado de forma artificial –que corre al lado de la traza– unió las cuencas del lado rosarino y del lado de Victoria. Cuando la altura de los ríos cae, algunas corrientes cambian de dirección. Entonces, la laguna Grande y la Del Pescado, reservas de agua para abastecer la ciudad, en lugar de recibir caudal por los riachos, se vacían.
La conclusión de la “Mesa de Diálogo de Emergencia Hídrica”, después de dos horas de debate, de presentación de mapas y de especulaciones técnicas (no informes completos de impacto ambiental porque no existen), es que Victoria se seca. La poca agua que hay en la cuenca se les escurre y el fenómeno de la Niña anticipa pocas lluvias y más sequía para la zona.
Por eso, la tensión fue en ascenso en la reunión del Concejo, sobre todo cuando las preguntas para conocer cuáles eran los planes de acción no encontraron respuestas asertivas de las autoridades. Un conflicto que parece estar a punto de estallar en varias direcciones.
El peligro de un banco de arena invisible
Después de la reunión en el Concejo, una lancha parte desde el puerto como excursión para mostrar a periodistas “las barbaridades que están haciendo” en las islas que “no solucionan nada y agravan la situación”, dicen los pescadores organizados de Victoria.
Florencio Montero es el coordinador de la Asociación Civil Solidaridad, Unión y Producción que reúne a 68 pescadores y otros trabajadores de las islas. Carolina Cabrera representa a la Cooperativa con puesto de venta en el puerto y unos 40 asociados. En algunos temas compiten. En esta cruzada, están juntos para pedir dragado completo y que no cierren los ríos por donde navegan (y gracias a los cuales sobreviven mil familias).
La lancha deja atrás la toma de agua. Un barco arenero opera a metros de ahí. Se lleva la arena, más gruesa, pero deja flotando la arcilla y el limo, que sedimenta hacia el puerto, donde ya se formó una suerte de isla en lo que debería ser la salida abierta. “Nadie controla nada, el arenero está al lado de la toma de agua y deja toda esta mugre flotando”, se quejan los voceros del reclamo colectivo.
El viaje sigue hacia el norte. El bote pasa por debajo del puente Rosario-Victoria en su tramo final. El riacho, casi sin correntada, trae agua de la Laguna Grande. Ese gran reservorio está jaqueado porque se alimenta de dos bocas: la “Del Bobo” que está tapada y la Boya 500 (o “Cuatro bocas”), semitabicada. Otros 15 arroyitos que suelen llevar agua a Victoria hoy están secos.
El riacho Victoria por donde avanza la lancha es la única fuente que le queda a esa comunidad. Pero en las costas se nota que el caudal está muy bajo: murieron peces por falta de oxígeno y quedaron sembrados por la correntada en la tierra seca.
De pronto, la lancha da un golpe, se frena y la inercia empuja a todos hacia adelante.
–Uhhh, ¡guaaaarda!
–Un banco de arena.
–Sí, el “Banco Cullen”.
–No, el “Banco Di Persia”.
Después del susto y de verificar que el motor no se rompió por el impacto con el fondo del riacho, los pescadores se ríen y hacen bromas: debaten qué nombre ponerle al hallazgo entre los ingenieros y funcionarios responsables de solucionar la crisis hídrica.
–Y dijeron que estaba entrando agua de arriba. Mirá cómo estamos –dice Florencio, que primero usa el palo botador para empujar como un “gondolero” de Venecia pero del humedal seco y después se baja del bote para caminar por el río y salir del atasco.
–Son bolaceros –remata Carolina.
Víctor, el capitán de la embarcación, se suma y analiza lo que acaba de ocurrir.
–Este es un banco nuevo, que se fue haciendo por la poca fuerza del río. Como no hay correntada se arman estos bancos. Si tuviera fuerza la propia agua se va llevando los sedimentos. Pero es un peligro porque no es barro, es como pegar contra una roca.
A su lado, Lisandro Arelovich, un antropólogo rosarino que estudió el territorio donde se mueven los pescadores y creó un mapa completo de los ríos y las lagunas, saca su celular. Agrega un punto digital a esa cartografía que generó el año pasado junto a los conocedores de la zona. Es un insumo compartido que sirve de material de estudio.
Ese mapa ya tiene otras marcas: son las advertencias que hicieron de la crisis que se veía venir, por las bocas tapadas de sedimentos y los arroyos por donde casi no corre el agua. Ese “casi” empieza a borrarse.
Antes de llegar a la laguna Grande, el riacho se abre en dos pero uno de esos brazos fue cortado. La Municipalidad construyó un terraplén. El agua en lugar de bajar hacia la toma de la ciudad se iba hacia el oeste, camino al Paranacito entrerriano.
Pero al cerrar ese paso, quedaron varados (al menos complicados) del otro lado los trabajadores del río que acampan durante días cerca de la laguna, donde todavía salen peces, sobre todo taruchas y sábalos, y recién después vuelven a Victoria. Pero ya no lo pueden hacer por agua de forma directa. Tienen que volver por otro riacho, llegar al puente y esperar una conexión vía terrestre. O, moverse en dos lanchas, una queda de un lado del terraplén y la segunda, del otro.
La intervención no alcanza. El cauce se hace finito igual. En una curva, el agua estancada genera espuma y hay pescados secos en la orilla. Más arriba está lo que debería renombrarse como la Ex Laguna Grande. Dicen que cuando está bien, es un mar, un pequeño océano: desde el centro no se ve ninguna orilla.
Ahora el nivel está muy bajo. En la salida al riacho, que es la única fuente de agua dulce de Victoria, se ve el fondo. Sus pequeñas barrancas generan una especie de mini cascadas. Pero no es un espectáculo feliz, es la dinámica del algo que se vacía.
Unos 150, 200 metros abajo está el río tabicado. Unas retroexcavadoras hicieron la obra. Del otro lado, los pescadores que acampan reclaman.
–Nos aislaron. Me voy a tener que comprar un helicóptero– ironiza Darío, que vive hace demasiados años en esa zona sin agua potable, ni luz, ni gas; tantos que no recuerda cuántos o prefiere no decirlo. Cuenta que primero rompieron el dique para poder salir pero volvieron y lo reforzaron con piedras y escombros.
–Les dije a las autoridades que si yo tuviera tiempo y dinero, los denuncio. Es ilegal lo que hicieron. Cerraron un río. ¿Y si yo ahora voy y corto el puente?– se suma Vicente, también instalado en el campamento aunque va y viene a la ciudad, como el otro día que tuvo que ir al hospital y lo pasaron a buscar por la ruta 174 en auto.
Tanto en el campamento afectado por el tabique de emergencia, como los referentes de las dos organizaciones de pescadores, más los productores, ambientalistas y vecinos que formaron la Coordinadora del Agua coinciden en un punto. Las soluciones de fondo no llegan. Si un día no sale agua de la canilla o si los ríos ya no se pueden navegar, habrá un reclamo fuerte, anticipan.
Una medida extrema como cortar o acampar sobre la ruta que va a Rosario para que desde la provincia y desde Nación adviertan la urgencia de lo que ocurre.
"El cambio climático no es un verso"
“Nadie puede amar lo que no conoce”, dijo en el inicio de reunión de la Mesa de Emergencia Hídrica la intendenta de Victoria, Isa Castagnino, mientras en las pantallas se proyectaba un video con la consigna: "El agua no es infinita". La jefa comunal graficó la gravedad del tema al anunciar que estaban presentes "todas las fuerzas vivas" de la ciudad.
Las bancas de los concejales fueron desplazadas a un costado del salón de la planta alta y se armó una mesa con forma de herradura poblada de funcionarios, técnicos, policías, bomberos y referentes de organizaciones.
En representación del gobernador Rogelio Frigerio estuvo el ministro de Planeamiento, Infraestructura y Servicios, Darío Schneider, quien no minimizó el estado de situación. Compartió su impacto por vivir "un año que nos ha pasado de todo: la inundación, el granizo y ahora la sequía, algo impensado que el río Paraná se quede sin agua pero nos está pasando".
Si bien habló de varias causas, señaló que "la intervención del hombre en sus actividades ha generado este cambio climático que nos está pegando".
"Por más que algunos digan que el cambio climático es un verso, no es así, tiene consecuencias concretas en la vida de la gente. Hoy Victoria y nuestra provincia lo está sufriendo", dijo y se diferencia de, por ejemplo, el presidente Javier Milei.
El ministro se comprometió a llevar el reclamo al gobierno nacional para que se haga un estudio técnico y científico de alcance regional.
"Más dragado sería una sentencia de muerte"
Los especialistas de diversas áreas de Victoria y de la provincia -como Oscar Pintos y Jorge Di Persia, de Hidráulica y Obras Sanitarias, y Fidel Cullen, el director de Obras y Servicios Públicos- explicaron que el río Victoria está 50 centímetros más alto que el Paranacito y por eso cuando hay bajante, el agua drena de este a oeste. "Eso desangra toda nuestra cuenca. El otro día hicimos algo impensado, atravesamos todo este lado del Delta en camioneta", dijeron.
Ante el reclamo repetido de dragar las bocas, aseguraron que es necesario una obra de largo alcance para canalizar todos los cauces y no solo las bocas. De lo contrario, el sedimento depositado a lo largo de décadas generaría un desborde del agua hacia los costados o pozos.
"Hay que revertir esto que hizo el hombre (con el dragado del canal y el puente Rosario-Victoria) porque unió estas dos cuencas que antes no era así", agregaron.
La Municipalidad pidió asistencia provincial y nacional porque se trata de obras que no puede realizar con fondos propios. Los voceros advirtieron que avanzar con un dragado de los 34 pies actuales a 42, como reclaman sectores de cara al nuevo convenio por la hidrovía, "sería una sentencia de muerte para esta zona".
El director general de Hidráulica y Obras Sanitarias de la provincia, Oscar Pintos, calificó de "insustentable" el dragado realizado desde 1995 y "hoy vemos las consecuencias por la bajante". Dijo que pedirán "una compensación a la Nación por el daño ambiental" generado a Entre Ríos. "Alguien se tiene que hacer cargo", reclamó hacia arriba.
Ana Fiol militante ambiental y feminista reclamó propuesta concretas. "No quieren dragar porque en el fondo buscan pampeanizar esta zona y vender las islas para ganaderos o desarrolladores inmobiliarios", aseguró a Rosario3. Después agarró el micrófono y acusó: "No nos podemos ir de acá sin el compromiso de que van a dragar las bocas y si no lo hacen es porque participan de la desertificación de nuestro humedal".
"Coincido con que si solo se dragan las bocas el agua se va a ir para el otro lado", empezó componedor Florencio Montero, de la asociación de trabajadores, pero después reclamó: ¡Pero hay que gestionar muchachos! Se están muriendo los animales empantanados y también los pescados por falta de oxígeno, y hay una draga parada en Paraná. Hay que dejarse de joder. Si no hacen algo el pueblo de Victoria se va a quedar sin agua".
Florencio cerró y se escuchó el aplauso más fuerte de quienes estaban como público. Sin un plan de acción claro para el corto plazo, la batalla por el agua parece recién haber comenzado en el humedal que Victoria comparte con Rosario.
Ricardo Robins/Rosario 3