Jorge Riani

Está arraigado con la fuerza de una costumbre casi atávica: el juego de azar. En manos del Estado, la tómbola, garantiza que por día en la provincia de Entre Ríos ingresen a las arcas un millón de pesos, que confluyen desde las 830 agencias diseminadas en toda la geografía entrerriana. Sin embargo aún persiste el sistema paralelo de las quinielas clandestinas que encuentran tierra abonada en aquellas localidades donde la crisis golpea más fuerte. Santa Elena, Villa Elisa, Basavilbaso son algunos de los puntos rojos, y se suma el caso de Crespo, convertida en la meca del juego ilegal por obra y gracia de El Pensador, un banquero que hace sombra al IAFAS con toda una infraestructura puesta a su servicio. En esta nota, ANALISIS recorre los recodos de uno de los juegos de azar más populares: la famosa quiniela.

“Malandrín de la carpeta / te timbeaste de un biabazo / el caudal con que tu vieja / pudo vivir todo un mes”. Esencia ineludible en las letras de tango, pasión compleja y multifacética por la que también asoman los rasgos de la necesidad económica y el vértigo de la apuesta. De ese modo, el juego de azar sigue prendido a las costumbres de gran parte de la población.

Entre Ríos fue de las provincias que tempranamente decidió que todo el movimiento quede en manos del Estado. Tanto que fue tema de alusión entre los constituyentes de 1933 y lo es por estos días de los convencionales de la asamblea reformadora, precisamente porque aquellos decidieron no legislarlo en la Carta Magna.

El juego se burocratizó y se lo puso bajo órbita del Estado, al tiempo que sus frutos pasaron a nutrir las rentas generales y de pertenencia común de los entrerrianos. Sin embargo, como una rémora dispuesta a vivir, la práctica de jugar por fuera del sistema siguió su curso y está aún tan vigente como siempre.

Desde el Instituto de Ayuda Financiera a la Acción Social (IAFAS) se idearon no pocos mecanismos para reducir la operatividad del juego clandestino, alguno de los cuales lograron asestarle un golpe duro pero no lo suficiente como para erradicarlo.

La multiplicación de sorteos y la informatización del sistema que permiten extender los plazos de apuesta hicieron que el juego legal recupere margen de acción, en detrimento de los levantadores de apuesta a la sombra. Sin embargo, desde otro lugar, una fuente conocedora de los vericuetos del juego ilegal asegura que también el sistema paralelo encontró chances de multiplicar su oferta.

Hoy, la provincia ofrece cuatro sorteos por distintas loterías. Además del sorteo con bolillero propio, uno puede jugar por el sistema entrerriano a la lotería nacional y la de Uruguay, para canalizar oficialmente una costumbre muy arraigada en las poblaciones del margen oriental entrerriano. “Como en Concepción del Uruguay y Colón estaba la costumbre de jugar por la lotería uruguaya, el IAFAS sumó el llamado sorteo Oro. Mientras que en Gualeguaychú se acostumbra mucho a jugar por la Nacional y también por eso el IAFAS la ofrece como producto”, dijo una fuente del organismo provincial.

Esa fue una de las medidas técnicas y comerciales pensadas para disputarle margen a la quiniela clandestina. Por estos días, en el edificio de la calle 25 de Mayo de la capital provincial también estudian instrumentar las apuestas de cuatro cifras y perfeccionar el sistema de sorteos entre boletas que no tuvieron premios. Todo eso como un incentivo destinado a reducir la sombra del juego ilegal.

Entre las medidas técnicas adoptadas con igual fin, desde el sistema provincial destacan la incorporación de un método de punta que permite la captación de apuestas hasta minutos antes del sorteo. Cada agencia marca los números y la modalidad apostada, lo que se incorpora en tiempo real al caudal de apuestas.

Como afluentes activos de un gran cause, las 830 agencias oficiales aportan apuestas a un sistema que mueve más de un millón de pesos por día blanqueados. ¿Qué incidencia tiene el juego paralelo y extraoficial en ese movimiento? Nadie arriesga a aportar un dato. “Hay que conocer toda una contabilidad en negro para saber cómo nos afecta, y el que dice que tiene ese dato miente”, aseguró una alta fuente del organismo estatal consultada por ANALISIS.

Sin embargo, desde la observación empírica algunos conocedores del juego ilegal afirman que “que conservan casi el monopolio del juego en lugares donde, por su naturaleza, se prestan para la actividad del juego; por la cantidad de gente circulando diariamente, por las condiciones de recreación que alimenta el interés por apostar y por las relaciones humanas que se tejen: los clubes y los bares”.

El sistema legal no puede llegar a esos ámbitos, y los levantadores clandestinos corren con la ventaja de poder ir a buscar a los apostadores, a diferencia del sistema estatal que debe esperar en los locales de las agencias para liberar un cupón de apuesta.

En el interior de la provincia los bares aún conservan la condición de espacio público de vital incidencia en el movimiento social, y ahí encuentran los levantadores de apuestas territorio abonado para su actividad. En el sistema en negro las utilidades son mayores que las del IAFAS, aunque reproduce básicamente el esquema de comercialización y porcentajes de este último. Es que los levantadores desempeñan el rol que en el juego legal ocupa a las agencias, y por eso cobran el 20 por ciento de lo que recaudan. Igual que los agencieros en blanco.

Pero la informalidad del sistema ilegal reduce toda esa carga de gastos que, naturalmente, tiene el juego burocratizado y estatal. No hay gastos de transportes, ni empleados, ni pagos a sistemas de tecnología aplicada, ni marketing que sostener en esa arraigada práctica de anotar numeritos en una lista que los levantadores confeccionan como galimatías deliberado para no caer envueltos en una redada policial.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)