L. M. S.

Vale mucho la rememoración, por lo que ella fue, por todo lo que hizo con sentido social y humanitario, por su compromiso con las buenas causas, por su forma de servir a los demás, por su empeño dentro del aula, por su lucha gremial para jerarquizar y dignificar la profesión, por su testimonio de vida, por su trabajo en favor de la cultura, por su entrega incansable hasta su último suspiro. Por todo ello hoy seguimos llorando la partida de María Mercedes De Giusto.

Muchos coincidieron en que no fue casual que ocurriera un 17 de octubre. Es que en su identificación política y su auténtica militancia, inteligente, tolerante, respetuosa y llena de coraje cívico, enarboló banderas muy claras y supo darle pasión a sus ideas y a sus posturas reivindicativas. Desde la función pública halló una vía para plasmar su pensamiento y además fue esencial su participación en la formulación y concreción de leyes que se ocuparon con sentido de justicia de la salud mental y sus agentes operadores de todos los niveles.

Fidelidad absoluta a sus principios, prepotencia de trabajo, destierro de toda forma de resignación ante las dificultades y generosidad de espíritu fueron los vértices que cimentaron su vida, donde la claudicación no encontró espacio posible.

No fue ajena a las páginas del semanario ANALISIS de la Actualidad porque aquí publicó sus ideas y reflexiones cada fue vez que les fueron requeridas. Sus huellas aún perduran, como su calidez humana. No fue posible el milagro de su curación, porque su vida ya había adquirido la dimensión de un milagro entre quienes la conocieron y trataron.

A dos años de su desaparición seguimos deplorando su ausencia física. Pero como la única y verdadera muerte es el olvido, continúa vigente en nuestro quehacer cotidiano, en nuestras vidas, en nuestros corazones. Fue una mujer con mayúsculas, imprescindible, inolvidable…