2 de Mayo de 2020 - 19:40

Recuerdo de los leones entrerrianos que murieron en un accidente en San Luis.

De ANÁLISIS

El programa Memoria Frágil (Canal 9 Litoral), recordó a los entrerrianos fallecidos en un accidente en San Luis. Veintiun personas fallecieron tras el choque entre un colectivo que llevaba integrantes del Club Leones de Paraná y un camión que transportaba calefactores.

Era jueves. Poco antes de las 7 de la tarde. Dos micros de la empresa 21 Tours, con pasajeros del Club Leones, partieron desde Paraná con destino a Mendoza. En esa ciudad de la Cordillera se haría una convención nacional de leones. Los ocupantes de los dos ómnibus no eran todos de la capital entrerriana, también había leones de otras localidades de la provincia.

Después de la salida del ómnibus, pararon en Gualeguaychú. Allí recogieron a cuatro pasajeros: dos matrimonios. Al micro lo conducían Diego Martineli y Oscar Peralta. También estaba Rubén Lobo. Después de haber trabajado en Brasil, ahora coordinaba esa tropa de viajantes. Diego era el más chico. Tenía 27 años. A media noche, en una de las paradas, marcó el teléfono de su casa y llamó a su mujer. Fue para decirle que estaba todo bien, que terminaba su turno al volante y se disponía a dormir.

El viaje transcurrió, sin sobresaltos, entre la noche del 20 y la madrugada 21 de mayo de 1999. Pocos minutos antes de las 4 de la mañana, el segundo colectivo de la comitiva entrerriana frenó en una estación de servicio EG3. Varios de los viajeros descendieron, estiraron las piernas, desayunaron y avisaron a sus familiares que todo iba bien, que ya estaban cerca del destino. La pausa fue breve. A los pocos minutos, los leones rodaron nuevamente sobre la ruta.

Arriba del micro estaba concluyendo la película “El Zorro” de Antonio Banderas. Varios de los pasajeros disfrutaron con atención ese filme estrenado unos meses antes, que ocupó todas las carteleras de los cines. Otros dormían en sus butacas, aprovechando el último tramo del trayecto.

Fueron pocos segundos. La bocina del colectivo se suspendió en el aire y estremeció a pasajeros y choferes. Un camión Scania, inmenso, se vino encima del colectivo, atravesándose en medio de la cinta asfáltica angosta.

Exactamente en el kilómetro 698 de la ruta 7, a la altura de Villa Mercedes, en la provincia de San Luis, ambos vehículos impactaron de lleno. Millones de objetos volaron por el aire. La carga del Scania, que no estaba precintada ni embalada, comenzó a desprenderse del camión y se transformó en numerosos proyectiles lanzados a una velocidad letal. 20 personas murieron casi en el acto y unos días después se sumó una nueva víctima fatal.

La Policía consideró dos opciones. O el chofer del Scannia se durmió, o el micro quiso pasar un vehículo y no vio el camión. En la ruta no había neblina. El camino es una línea recta, sin curvas, con banquinas anchas. Tampoco hay puentes. Omar Razzini, el conductor del camión tenía 39 años. Viajaba solo y trasladaba calefactores en el Scannia desde San Juan a Santa Fe. Ahí vivía, en la localidad de Hughes. Su cuerpo quedó replegado entre hierros. Fue necesario una máquina expansora para rescatarlo. El Scannia quedó abierto en dos después del choque. El micro, descabezado.

La morgue del hospital zonal de Villa Mercedes en San Luis, fue antesala del duelo. De a dos los familiares fueron reconociendo a sus muertos. A esa ronda la hicieron con un psicólogo, un médico y un cura. Tres horas después, los cuerpos y su gente despegaban en un chárter del gobierno entrerriano. El destino era el aeropuerto de Paraná.

Por la magnitud del choque y la cantidad de víctimas fatales, ese impacto vial no tuvo precedentes en San Luis. Tampoco en Entre Ríos. El número 21 fue un karma imposible de sortear: se repitió en la fecha del siniestro, el nombre de la empresa de colectivos y la cantidad de víctimas fatales.

Ese año, 1999 fue un año de campaña electoral. En Paraná estaba el ex candidato a presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, y su compañero de fórmula Ramón Palito Ortega. Los dirigentes del peronismo estaban desarrollando la campaña proselitista cuando ocurrió el tremendo accidente. Como habían llegado a la capital entrerriana en un avión Piper, ofrecieron la aeronave para trasladar a familiares de víctimas desde Paraná hasta la provincia puntana.

Javier Ramírez Ardúh viajaba en el primero de los dos colectivos que llevaban leones a Mendoza. En el micro de atrás venía su padre, el oftalmólogo Fernando Ramírez y su hermano menor, Diego Ramírez Ardúh, que entonces tenía 17 años y sobrevivió a la tragedia. El muchacho se salvó milagrosamente, porque estaba sentado en una butaca que no impactó de lleno contra el camión. Sufrió fracturas y politraumatismos. Pero nunca perdió la conciencia.

De vuelta en Paraná, la escena fue desoladora. Ante una multitud, 19 ambulancias escoltadas por una guardia de honor se detuvieron en la madrugada del 22 de mayo frente a la Catedral Metropolitana de Paraná. Llevaban a las víctimas fatales del choque frontal entre el camión y el micro, ocurrido minutos antes de las 4 de la mañana del día anterior. Los cuerpos, en ataúdes, habían sido traídos a Paraná en un avión de la Fuerza Aérea Argentina, y fueron velados en la catedral, cedida por el arzobispo Estanislao Karlic.

Diego Ramírez Ardúh, el joven que sobrevivió al trágico accidente, recuerda todo lo que ocurrió esa madrugada del 21 de mayo de 1999. Aún está intacta en su conciencia la última parada, el olor a café en la estación de servicios, la voz de su padre pidiendo que limpien el baño del colectivo, los últimos minutos de la película, los bocinazos y el estallido. En su memoria todavía está el frío de esa madrugada, el pedido de auxilio después del impacto y la desolación, el alivio del rescate y las primeras palabras a los desconocidos que preguntaban qué pasó.

“Todo esto visto a la distancia, me regaló una forma de vida que uno ya la tenía pero se acentuó un poco más. Empecé a ver las cosas desde otra óptica. Hay muchas formas de mi personalidad, de ir para adelante, de querer un poco más, de querer ayudar. Esas cosas son difíciles de explicar si no vas a ese lugar y a ese momento de tu vida. Obviamente que con el tiempo dejás de decir me pasó esto o lo otro, yo no lo digo. Pero hoy por hoy los rasgos de mi personalidad tienen mucho que ver con eso”, valoró.

En Paraná, el letargo de las siestas húmedas y las noches de luna llena sobre del agua de río, guardan en la memoria a los leones que dejaron la vida detrás de un objetivo. Seres que cerraron por última vez la puerta de su hogar, soltando hijos, padres, nietos y esposas.

Ellos siguieron la ruta de un sueño y plantaron un mojón trascendente, porque la carrera continúa.

1) Rubén Lobo, coordinador del grupo del Club Leones.

2) Oscar Peralta, chofer de micro.

3) Diego Martinelli, acompañante de chofer de micro.

4) Orlando Gregorutti

5) Guillermo García

6) Marta Effron de García.

7) Fernando Ramírez

8) Orlando Humhoffe

9) Laura Giménez de Humhoffe

10) Manuela Rodríguez de Ledesma

11) Héctor Lezcano