Por José Carlos Elinson (*)

Obnubilados por el COVID-19 y sus efectos letales hemos dejado de ocuparnos con la dedicación y la seriedad que el tema exige, del dengue que prolifera entre nosotros.

No es una cuestión de opciones. El dengue no perdona y el coronavirus tampoco. En la fantasía de muchos el mal que nos aquejaba debía ser uno u otro, digamos, uno daba un paso al costado y el otro quedaba como único exponente de la letalidad, pero los trabajos de campo, las experiencias en laboratorios, las traumáticas internaciones en cuidados intensivos dan la pauta que este otro visitante desagradable llegó para quedarse.

Cuando nos referimos a estos temas ponemos siempre por delante el factor educación. La razón es simple, sin educación no habrá comprensión de los peligros sobre los que se alerta y sobre sus consecuencias.

Coincidiremos tal vez en que el lugar más alto del podio lo ocupa el COVID-19, esto por razones simplemente fácticas y por los alcances de la enfermedad, pero sería atinado recordar que antes del desembarco de este mal entre nosotros, no era sino el dengue la dolencia tan temida.

Como casi siempre sucede, preocuparse carece de sentido. La cosa es ocuparse y en este caso ocuparse pasa necesariamente por diversificarse, atender varios frentes al mismo tiempo sin retacearles nada a ninguno. Todos son importantes porque en todos nos va la vida, nada menos.

Periodista al fin, uno cree en los valores del oficio como actitud de servicio, sobre todo cuando nuestro ciudadano de a pie se ve muchas veces superado por información que no alcanza a discernir por origen y construcción, cuánto de valioso puede tener y cuánto de fantasía de aquellos que en el afán de engrosar el aporte y dilatar el cúmulo de vertientes, caen irremediablemente en la ficción.

Así las cosas, nos movemos entre una cantidad de preguntas y una infinidad de respuestas aunque no necesariamente coincidentes entre unas y otras.

En la mañana de este domingo el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta encabezó una conferencia de prensa y no es necesario manejar elementos de psicología para darse cuenta que los responsables de conducir la Ciudad Autónoma viven como el Cielito del ’69 “con un arriba nervioso y un abajo que se mueve”.

Claro, no tienen más remedio que decir que la situación del coronavirus circula por los carriles que habían sido oportunamente previstos e intentar acercar una cuota de tranquilidad a la población que cada vez ve más restringidos sus espacios de expresión y actuación y ya no acompaña a la dirigencia como en aquellos primeros días, hoy tan lejanos y desdibujados.

A renglón seguido leo diarios y en la sección Noticias de elentrerios.com fechada este domingo 24/05/2020 aparece lo que sigue:

Coronavirus en Argentina

La conclusión de un profesional, en base a datos oficiales: “La probabilidad de NO morir de COVID-19 es 99.91%”.

Quienes tengan acceso a internet podrán hacerse fácilmente de la información, y mientras todo da vueltas al derecho y al revés respecto de nuestro desagradable visitante, el otro, el que llegó primero, aguarda el momento de recuperar espacios y no ser más desplazado por el COVID-19.

Algunos párrafos atrás decíamos que ocuparse pasa necesariamente por diversificarse, atender varios frentes al mismo tiempo sin retacearles nada a ninguno. La primera impresión para el que mira de afuera es que, como también señalábamos antes, el lugar más alto del podio lo ocupa el COVID-19, esto por razones simplemente fácticas y por los alcances de la enfermedad, pero sería atinado recordar que antes del desembarco de este mal entre nosotros, no era sino el dengue la dolencia tan temida. Descuidar ese costado puede ser altamente perjudicial para la salud de los argentinos.

Pero no se trata de una competencia para determinar cuál es el mal peor, se trata, en todo caso de evaluar seriamente lo que nos pasa y actuar seriamente en consecuencia.

No sería mala iniciativa tratar que los enviados de los medios a las conferencias de prensa sean personas vinculadas a los temas de la salud. El tiempo es escaso y las preguntas sin sustento lo desperdician de una manera lamentable. El hecho de ejercer el periodismo no nos hace acumuladores de conocimientos de las más variadas especies. El sentido común también tiene un lugar importante a ser aprovechado en esos encuentros, pero cuando tenés que preguntar porque tu medio te exige ser visto y escuchado por una cuestión netamente marketinera, la desinformación te está ganando la partida y agregando perjuicios a lo que debería ser la provisión de material para el consumo de la ciudadanía.

El dengue está pidiendo pista y nosotros desde nuestros propios descuidos se la proveemos.

Queda lindo decir que somos artífices de nuestro propio destino, te da un toque cuasi intelectual, pero evidentemente a la hora de la verdad, no sabemos, no podemos o no queremos hacernos cargo.

(*) Especial para ANALISIS