Por Antonio Tardelli (*)

Solemos olvidarnos. Y no siempre podemos establecer la vinculación cuando el zapato ajusta. No siempre se puede trazar la diagonal que conecta la desventura personal con el orden colectivo. Solemos olvidarnos de que vivimos en una nación extremadamente endeudada.

Gobiernos que gastan más de lo que recaudan y administraciones incapaces de reproducir sanamente la economía nos someten a hipotecas que enfrentamos en el presente y acabaremos derivando hacia el futuro. Las generaciones que vienen detrás no recordarán bien a la nuestra.

El contraste entre los desembolsos externos y las conquistas internas viene siendo notable y lo seguirá siendo. Sucede en el orden nacional y ocurre también en las provincias.

La Entre Ríos endeudada, que discute pobres remuneraciones para sus estatales y sus maestros, deberá desembolsar a mediados de año una importante cifra en dólares. Es producto de la deuda contraída en 2017, en su momento defaultada y recientemente reestructurada. Así será hasta, por lo menos, 2028.

Es posible entonces vincular deudas y salarios. ¿Por qué no?

En pocos días el gobierno nacional deberá efectivizar un pago al Fondo Monetario Internacional (FMI), ese gendarme planetario que, aseguran los optimistas, o los ingenuos, o los propagandistas, ya no es el de hace cuatro décadas. Hará o recomendará a los países deudores más o menos lo mismo de siempre pero exhibiendo un rostro más humano.

En los próximos días la Argentina desembolsará 300 millones de dólares. Ese pago, que se efectivizará la semana que viene, corresponde a un vencimiento de intereses del préstamo suscripto por el Presidente Mauricio Macri en 2018. Además este año el gobierno nacional debe abonar vencimientos al Club de París.

Al mismo tiempo, los sindicatos vienen de obtener un exiguo 35 por ciento en el Consejo del Salario. En rigor, 35 por ciento en siete cuotas. Con ello, el salario mínimo, vital y móvil llegará a los 29.160 pesos en febrero de 2022. Suena a poco hoy. Imaginemos su poder adquisitivo dentro de diez meses.

Lúcidos, previendo que no sea mucho, los integrantes del Consejo del Salario resolvieron que se volverán a ver las caras en noviembre. Acaso comprueben ahí, al borde de la Navidad, que no se trata de una cifra como para andar derrochando. Ni descorchando.

De esa reunión del Consejo del Salario participaron 32 personas entre funcionarios, sindicalistas, representantes de movimientos sociales y empresarios. En un momento se decidió votar la propuesta sobre la que se venía conversando. Treinta y uno de los participantes votaron a favor; uno, por dignidad o espíritu de diferenciación, se abstuvo. Fue el representante de la CTA Autónoma.

El ministro de Trabajo agradeció a los participantes por el esfuerzo puesto de manifiesto en el objetivo de mantener la paz social. En nombre de los proletarios argentinos las felicitaciones fueron recibidas por miembros de la CGT y por el secretario general de la CTA de los Trabajadores. La CGT y la CTA de los Trabajadores se parecen cada vez más entre sí.

Por la CGT participaron del encuentro los obreros Héctor Daer, Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez, José Luis Lingeri, Víctor Santa María, Rodolfo Daer y Armando Cavalieri. Al momento de las fotografías los reporteros no pudieron distinguir a los sindicalistas de los empresarios.

Se dirá: la pandemia vuelve difícil la situación para todos. Puede ser. De todos modos, no lucen angustiados los laboratorios que aumentan sus productos (incluso los calmantes a emplear en las terapias intensivas) muy por encima de los indicadores de inflación. O las alimenticias que, fiel a la añeja cultura inflacionaria nacional, suben los precios por encima del índice general del costo de vida.

La pandemia es para todos pero no afecta a todos por igual. También en pandemia hay norte y sur, ganadores y perdedores, elegidos y réprobos.

(*) Periodista. Especial para ANÁLISIS