Por Claudio Jaquelín (*)
La eyección de Diana Mondino de su cargo de ministra de Relaciones Exteriores, de forma estrepitosa y sorpresiva, es apenas la punta de un iceberg que en el interior lleva altas dosis de disputas de poder, de dogmatismo, de construcción de narrativas, de problemas de gestión y comunicación, y de un propósito de disciplinamiento que se venían gestando desde hace bastante tiempo.
El voto de la Argentina en las Naciones Unidas contra el embargo de los Estados Unidos a Cuba solo fue el disparador y la causa final. O una buena excusa para los que hace tiempo tenían este objetivo.
También, fue producto de la euforia y el envalentonamiento que genera en la cúpula la combinación de varios indicadores económico-financieros positivos, más de lo que muchos funcionarios esperaban y muchísimo más de lo que una mayoría de expertos pronosticaban.
“No entendieron nada. La política exterior la fija el Presidente, que fue claro hasta por escrito. No pueden ser tan torpes o tan imbéciles y dejarse confundir por los burócratas y los zurdos. Menos sin haber consultado. Fue una puñalada por la espalda”, dicen cerca de Javier Milei.
“A Diana le tendieron una trampa. En la Rosada sabían que se iba a votar en línea con la mayoría de los países del mundo, excepto EE.UU. e Israel, y como ha sido casi siempre la posición argentina. La dejaron correr para exponerla. Fue la segunda que le hicieron en una semana. Antes había sido la inclusión de la denominación Falklands en un documento oficial, en lo que ella no tuvo nada que ver”, retrucan desde la intimidad de la ahora excanciller, con la mirada puesta en la hermanísima Karina Milei y en el superasesor Santiago Caputo, dos de los lados del “triángulo de hierro” del poder.
El inmediato reemplazo por parte de Gerardo Werthein, aún embajador ante los Estados Unidos, aporta la última cuota de verosimilitud que le faltaba a quienes sostienen que se trató de un despido anunciado y forzado por el dúo metalero. El poderoso empresario es una de las tres personas provenientes del mundo de los negocios que más cerca están de la secretaria general de la Presidencia desde poco antes de que Milei accediera a la Presidencia.
La versión conspirativa encuentra allí el punto cúlmine de una saga, que tiene por precuelas la virtual intervención que venía sufriendo Mondino desde hace más de cinco meses, digitada por Caputo y Karina Milei. Primero, a través era de quien era considerada su comisaria política, Úrsula Basset, reforzada hace dos meses con la designación al frente de la redenominada Secretaría de Culto y Civilización de Nahuel Sotelo, un joven ultracatólico que hasta entonces era diputado bonaerense.
El final solo condensa la sucesión de desplantes y desplazamientos a los que fue sometida Mondino sin ofrecer resistencia (ni oponer orgullo) durante más de la mitad del tiempo en el que estuvo en el cargo.
La economista no podrá alegar sorpresa: en ese tiempo fue bajada del avión presidencial, desafectada de giras oficiales y reemplazada de hecho por Werthein en numerosas actividades oficiales desarrolladas por Milei en otros países. Es el caso de la reunión bilateral en París con el mandatario francés Emmanuel Macron, donde la inusual presencia de un embajador ante otro país causó estupor en el Palacio del Elíseo. Nada que le importe a un presidente que disfruta de la disrupción.
No obstante, para muchos hay algo más por destacar en el cambio. Es la forma que encontraron los adversarios internos de Mondino para que Milei hiciera lo que resistía o no encontraba justificaciones para hacer con alguien a quien respetaba profesionalmente y apreciaba personalmente. Provocar la furia presidencial a raíz de un desplante, una desautorización o haber quedado expuesto por alguna acción de un subordinado es una manera expeditiva de generar decisiones que por la vía pacífica se dilataban.
Por eso, las miradas de muchos observadores se posan ahora sobre otra ministra, como Sandra Pettovello, que goza tanto del aprecio y la consideración de Milei como de la desafección y la desconfianza (por ser benévolos) de Caputo. Y no se cuenta, precisamente, entre las amigas dilectas de la hermanísima.
El superasesor acusa abiertamente a la titular de Capital Humano de ser responsable del golpe más duro propinado por la sociedad al Gobierno, con la primera y multitudinaria marcha en defensa de la universidad y la educación públicas, realizada en abril en todo el país ante el recorte de recursos dispuesto por la administración.
“Teníamos todo arreglado para evitarlo. Estaba la plata y habíamos acordado con Yaco [por el poderoso y cuestionado vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti]. Solo había que apretar un botón, pero Sandra no lo hizo por que recela o, mejor dicho, tiene celos de la relación personal que Santiago tiene con Javier”, recordó hace pocos días una de las personas que mejor conoce al joven gurú, como si fuera una herida abierta que en algún momento buscarán cerrar (o una factura lista para ser cobrada). El factor humano cuenta siempre, tanto como la ideología o la comunión de intereses. Más en un espacio endogámicamente hermético.
Hasta ahora Milei ha sostenido férreamente a Pettovello, a pesar de la acusación de haberle inferido un grave daño por no haber evitado aquella concentración, del que todavía están reponiéndose. También, a pesar de otras imputaciones, como el despido del exsecretario Pablo de la Torre, a quien Caputo ha vuelto a acoger en su espacio. O por la endeblez de algunas denuncias hechas por ese ministerio “contra los gerentes de la pobreza”, que podrían sucumbir en sede judicial.
Los que están más lejos de la ministra adjudican la continuidad del blindaje presidencial a una deuda de gratitud por viejos tiempos de contención afectiva y emocional. Desde Capital Humano dicen que su gestión ha sido más eficiente de lo que Caputo y Karina admiten. Se atribuyen como mérito y ponen de ejemplo la ausencia de protestas sociales y la paz sostenida en los barrios más vulnerables por el aumento de las ayudas y la forma en que llega a los beneficiarios sin intermediarios.
No obstante, en tiempos de purgas y disciplinamiento, el caso Mondino es mirado con suma atención (y temor) en las áreas de la administración que aún quedan sin ser colonizadas por el dúo Santi-Karina, que en los últimos dos meses ha avanzado con más eficiencia y voracidad que un Pac-Man sobre casi toda la administración. Todo lo que firmen y hagan los que están en la mira, así como sus subordinados, puede tener el efecto de una mina antipersonal pisada por descuido.
Ese es el impacto hacia adentro que ha tenido este nuevo recambio en el equipo de gobierno. El 51°, según el recuento realizado por Chequeado. Está claro que Milei no aprecia la estabilidad en el empleo público. Los suyos lo saben, tanto que anteanoche una diputada libertaria dijo en LN+: “Los ministros están obligados a lograr éxitos y si no el Presidente los reemplazará. Y lo mismo haría con nosotros los diputados si no hubiéramos sido elegidos por el voto”. Luego remató: “Al Presidente no hay que decirle lo que tiene que hacer”. “Sí, señor” o “¡Afueraaa!”.
Temblor en la Cancillería
El desplazamiento de Mondino provocó, además, un estado de zozobra en el cuerpo diplomático profesional, tras la sorpresa, por el hecho y por las formas.
La comunicación del despido con un documento que anunciaba la realización de “una auditoría del personal de carrera de la Cancillería para identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad” fue interpretada como un anticipo de despliegue de la policía del pensamiento. La versión de que se adoptarían inminentes medidas en ese sentido, resumidas en la muy soviética expresión “purga” salida de la Casa Rosada, desató el temor interno y el repudio de dirigentes opositores.
Además de estas reacciones, varios diplomáticos de carrera de larga trayectoria y desempeño en países extranjeros y organismos multilaterales advirtieron sobre otras consecuencias. Tanto por el rechazo al voto contra el embargo a Cuba como los férreos posicionamientos que el propio presidente ha establecido y que enumeró en su discurso ante la Asamblea General de la ONU.
“Lo de Cuba puede complicarnos en los reclamos sobre Malvinas, dado el rol de ese país en el comité de descolonización y por la influencia que ejerce en ese tema sobre otros países. También podrían relegarnos en algunas otras comisiones”, explica un veterano diplomático.
Otros colegas agregaron que “el agresivo discurso contra la ONU y su staff podría poner en riesgo la continuidad de varios programas que se realizan en el país, para los que se destinan importantes recursos en áreas sociales y educativas, y están a punto de vencer. Eso golpearía, sobre todo, en el interior”.
En una esfera más amplia, las voces de alerta se posan sobre dos inminentes acontecimientos. Por un lado, la reunión del G-20, por realizarse el 18 de este mes, en Brasil. La Argentina asoma allí como la piedra en el zapato en todos los documentos que atañen a la cuestión ambiental y de género, sobre las cuales el Gobierno va a contracorriente.
Algunos expertos en relaciones internacionales advierten que ese posicionamiento también podría afectar las inversiones de empresas originarias de países que exigen el respeto al cuidado medioambiental y la defensa de los derechos de género y minorías. En ese terreno descuellan varios países europeos y, particularmente, los escandinavos. El occidentalismo declamado choca contra el dogmatismo practicado.
Por otro lado, aparece el intento de avanzar hacia la firma del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que los más optimistas soñaban que ocurriera durante esa cumbre o, al menos, antes de fin de año. El posicionamiento del Gobierno contrario a la “Agenda del futuro”, a la que adhirió la absoluta mayoría de los países del mundo, no ayudaría.
Tampoco, si, como sugieren algunas versiones, se avanzara con las purgas internas en la Cancillería y estas llegaran hasta algunos de los negociadores de ese acuerdo. Es el caso del secretario de Relaciones Económicas Internaciones, el embajador Marcelo Cima, que este jueves por la noche seguía en su puesto y sin señales de que pudiera haber cambios. Aunque a su lado ya había visto caer al exvicecanciller Leopoldo Sahores y a dos funcionarios subalternos, antes de que le llegara la hora a Mondino. Son varios los que están vaciando preventivamente sus escritorios.
El inmediato reemplazo por parte de Gerardo Werthein, aún embajador ante los Estados Unidos, aporta la última cuota de verosimilitud que le faltaba a quienes sostienen que se trató de un despido anunciado y forzado por el dúo metalero. El poderoso empresario es una de las tres personas provenientes del mundo de los negocios que más cerca están de la secretaria general de la Presidencia desde poco antes de que Milei accediera a la Presidencia.
La versión conspirativa encuentra allí el punto cúlmine de una saga, que tiene por precuelas la virtual intervención que venía sufriendo Mondino desde hace más de cinco meses, digitada por Caputo y Karina Milei. Primero, a través era de quien era considerada su comisaria política, Úrsula Basset, reforzada hace dos meses con la designación al frente de la redenominada Secretaría de Culto y Civilización de Nahuel Sotelo, un joven ultracatólico que hasta entonces era diputado bonaerense.
El final solo condensa la sucesión de desplantes y desplazamientos a los que fue sometida Mondino sin ofrecer resistencia (ni oponer orgullo) durante más de la mitad del tiempo en el que estuvo en el cargo.
La economista no podrá alegar sorpresa: en ese tiempo fue bajada del avión presidencial, desafectada de giras oficiales y reemplazada de hecho por Werthein en numerosas actividades oficiales desarrolladas por Milei en otros países. Es el caso de la reunión bilateral en París con el mandatario francés Emmanuel Macron, donde la inusual presencia de un embajador ante otro país causó estupor en el Palacio del Elíseo. Nada que le importe a un presidente que disfruta de la disrupción.
No obstante, para muchos hay algo más por destacar en el cambio. Es la forma que encontraron los adversarios internos de Mondino para que Milei hiciera lo que resistía o no encontraba justificaciones para hacer con alguien a quien respetaba profesionalmente y apreciaba personalmente. Provocar la furia presidencial a raíz de un desplante, una desautorización o haber quedado expuesto por alguna acción de un subordinado es una manera expeditiva de generar decisiones que por la vía pacífica se dilataban.
Por eso, las miradas de muchos observadores se posan ahora sobre otra ministra, como Sandra Pettovello, que goza tanto del aprecio y la consideración de Milei como de la desafección y la desconfianza (por ser benévolos) de Caputo. Y no se cuenta, precisamente, entre las amigas dilectas de la hermanísima.
El superasesor acusa abiertamente a la titular de Capital Humano de ser responsable del golpe más duro propinado por la sociedad al Gobierno, con la primera y multitudinaria marcha en defensa de la universidad y la educación públicas, realizada en abril en todo el país ante el recorte de recursos dispuesto por la administración.
“Teníamos todo arreglado para evitarlo. Estaba la plata y habíamos acordado con Yaco [por el poderoso y cuestionado vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti. Solo había que apretar un botón, pero Sandra no lo hizo por que recela o, mejor dicho, tiene celos de la relación personal que Santiago tiene con Javier”, recordó hace pocos días una de las personas que mejor conoce al joven gurú, como si fuera una herida abierta que en algún momento buscarán cerrar (o una factura lista para ser cobrada). El factor humano cuenta siempre, tanto como la ideología o la comunión de intereses. Más en un espacio endogámicamente hermético.
Hasta ahora Milei ha sostenido férreamente a Pettovello, a pesar de la acusación de haberle inferido un grave daño por no haber evitado aquella concentración, del que todavía están reponiéndose. También, a pesar de otras imputaciones, como el despido del exsecretario Pablo de la Torre, a quien Caputo ha vuelto a acoger en su espacio. O por la endeblez de algunas denuncias hechas por ese ministerio “contra los gerentes de la pobreza”, que podrían sucumbir en sede judicial.
Los que están más lejos de la ministra adjudican la continuidad del blindaje presidencial a una deuda de gratitud por viejos tiempos de contención afectiva y emocional. Desde Capital Humano dicen que su gestión ha sido más eficiente de lo que Caputo y Karina admiten. Se atribuyen como mérito y ponen de ejemplo la ausencia de protestas sociales y la paz sostenida en los barrios más vulnerables por el aumento de las ayudas y la forma en que llega a los beneficiarios sin intermediarios.
No obstante, en tiempos de purgas y disciplinamiento, el caso Mondino es mirado con suma atención (y temor) en las áreas de la administración que aún quedan sin ser colonizadas por el dúo Santi-Karina, que en los últimos dos meses ha avanzado con más eficiencia y voracidad que un Pac-Man sobre casi toda la administración. Todo lo que firmen y hagan los que están en la mira, así como sus subordinados, puede tener el efecto de una mina antipersonal pisada por descuido.
Ese es el impacto hacia adentro que ha tenido este nuevo recambio en el equipo de gobierno. El 51°, según el recuento realizado por Chequeado. Está claro que Milei no aprecia la estabilidad en el empleo público. Los suyos lo saben, tanto que anteanoche una diputada libertaria dijo en LN+: “Los ministros están obligados a lograr éxitos y si no el Presidente los reemplazará. Y lo mismo haría con nosotros los diputados si no hubiéramos sido elegidos por el voto”. Luego remató: “Al Presidente no hay que decirle lo que tiene que hacer”. “Sí, señor” o “¡Afueraaa!”.
Temblor en la Cancillería
El desplazamiento de Mondino provocó, además, un estado de zozobra en el cuerpo diplomático profesional, tras la sorpresa, por el hecho y por las formas.
La comunicación del despido con un documento que anunciaba la realización de “una auditoría del personal de carrera de la Cancillería para identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad” fue interpretada como un anticipo de despliegue de la policía del pensamiento. La versión de que se adoptarían inminentes medidas en ese sentido, resumidas en la muy soviética expresión “purga” salida de la Casa Rosada, desató el temor interno y el repudio de dirigentes opositores.
Además de estas reacciones, varios diplomáticos de carrera de larga trayectoria y desempeño en países extranjeros y organismos multilaterales advirtieron sobre otras consecuencias. Tanto por el rechazo al voto contra el embargo a Cuba como los férreos posicionamientos que el propio presidente ha establecido y que enumeró en su discurso ante la Asamblea General de la ONU.
“Lo de Cuba puede complicarnos en los reclamos sobre Malvinas, dado el rol de ese país en el comité de descolonización y por la influencia que ejerce en ese tema sobre otros países. También podrían relegarnos en algunas otras comisiones”, explica un veterano diplomático.
Otros colegas agregaron que “el agresivo discurso contra la ONU y su staff podría poner en riesgo la continuidad de varios programas que se realizan en el país, para los que se destinan importantes recursos en áreas sociales y educativas, y están a punto de vencer. Eso golpearía, sobre todo, en el interior”.
En una esfera más amplia, las voces de alerta se posan sobre dos inminentes acontecimientos. Por un lado, la reunión del G-20, por realizarse el 18 de este mes, en Brasil. La Argentina asoma allí como la piedra en el zapato en todos los documentos que atañen a la cuestión ambiental y de género, sobre las cuales el Gobierno va a contracorriente.
Algunos expertos en relaciones internacionales advierten que ese posicionamiento también podría afectar las inversiones de empresas originarias de países que exigen el respeto al cuidado medioambiental y la defensa de los derechos de género y minorías. En ese terreno descuellan varios países europeos y, particularmente, los escandinavos. El occidentalismo declamado choca contra el dogmatismo practicado.
Por otro lado, aparece el intento de avanzar hacia la firma del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que los más optimistas soñaban que ocurriera durante esa cumbre o, al menos, antes de fin de año. El posicionamiento del Gobierno contrario a la “Agenda del futuro”, a la que adhirió la absoluta mayoría de los países del mundo, no ayudaría.
Tampoco, si, como sugieren algunas versiones, se avanzara con las purgas internas en la Cancillería y estas llegaran hasta algunos de los negociadores de ese acuerdo. Es el caso del secretario de Relaciones Económicas Internaciones, el embajador Marcelo Cima, que este jueves por la noche seguía en su puesto y sin señales de que pudiera haber cambios. Aunque a su lado ya había visto caer al exvicecanciller Leopoldo Sahores y a dos funcionarios subalternos, antes de que le llegara la hora a Mondino. Son varios los que están vaciando preventivamente sus escritorios.
(*) Periodista, publicado en La Nación