Boca ganó y quedó a uno de la punta

Luego de una semana envuelta en dudas, Falcioni decidió el ingreso de Mouche por Riquelme y retrasó unos metros a Viatri. Pero Román es Román y reemplazado no es nada fácil: el equipo sufrió la ausencia de su armador de juego y, para colmo, Erviti estuvo demasiado impreciso.

Con poco, el local manejó la mitad de la cancha y, de casualidad, tuvo la jugada más clara del primer tiempo en los pies de Marco Pérez, quien encontró la pelota en el área luego de un grosero error de Orión que el propio arquero se encargó de remendar.

Igualmente, la verticalidad de Boca le permitió generar más situaciones de riesgo que el rival pese a haber jugado peor. A los nueve minutos, Cvitanich recibió una habilitación de Erviti y cuando intentó controlar el balón fue derribado por Assmann, la jugada generó dudas pero ara Baldassi no fue penal. A los 39’, una rápida maniobra colectiva, en la que intervinieron casi todos los jugadores ofensivos del Xeneize, culminó con una pirueta de Viatri que salió desviada.

El visitante alcanzó la ventaja apenas comenzado el segundo tiempo por intermedio de Schiavi. Entonces Independiente perdió la compostura y Boca encontró espacios de tres cuartos de cancha hacia adelante.

Viatri tuvo un zurdazo que Assmann tapó con los pies; luego, Julián Velázquez despejó de la línea un remate de Mouche. Tal fue la vehemencia con la que el defensor buscó salvar su propia meta que se llevó por delante uno de los palos y debió ser reemplazado. Así, el Rojo perdió a su mejor defensor en un equipo que hacía agua por todos lados.

Sin respuestas adentro de la cancha, Mohamed las buscó afuera: ingresaron Clara, Defederico y Ferreyra, pero lejos de enderezar el rumbo el equipo profundizó su pobre imagen. La única oportunidad que tuvo de rescatar el empate fue con una pelota parada que le quedó servida a Tuzzio en el corazón del área.

Como contrapartida, Boca se dedicó a desperdiciar chances de gol en los pies de sus delanteros. Con el tiempo cumplido, el silencio de la hinchada del equipo de Avellaneda se transformó en silbidos; del otro lado, el público visitante celebró eufórico una nueva victoria.

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Opinión

Luciano Lutereau (*)
Carlos Pagni (*)

(Autoría: Alfredo Sábat para La Nación)