Por Luis María Serroels, especial para ANALISIS DIGITAL

Un factor insoslayable a la hora de analizar los sucesos de los últimos 15 días, es que no existe seguridad absoluta en una cárcel, cuando la fidelidad funcional es quebrada por “estímulos” convincentes que revelan un cuadro de debilidad en las líneas de mando. Si se aflojan los controles y se tolera que un guardiacárcel no porte armas por cuestiones religiosas ante semejante calaña de delincuentes, no hay seguridad absoluta en ningún lugar del mando. ¿Qué salvaguardas garantizan evitar los escapes?

A medida que transcurrían jornadas y jornadas de búsqueda, con apariciones en diversos sitios, más se evocaban las andanzas de Mate Cosido, quien con Eusebio Zamacola y El Calabrés, formaron un trío de bandoleros rurales que azoló el noroeste argentino en la primera mitad del siglo pasado.

Da la casualidad que hablamos de tres forajidos, aunque en este caso sus delirios pasaban por robarle a los ricos para ayudar a los pobres. El mote de Mate Cosido (con s y no con c) respondía al hecho de que había sido herido en su cabeza recibiendo varios puntos de sutura. Había nacido en Tucumán el 3 de marzo de 1897 y registrado con el nombre de Segundo David Peralta. Ya mozo fue adquiriendo un halo mezcla de romanticismo, coraje e inteligencia, como nos cuenta el periodista y docente santafesino Rogelio Alaniz en una extensa y muy jugosa semblanza publicada en las páginas de El Litoral el 18 de diciembre de 2013.

Las fuerzas de seguridad siempre llegaban tarde a detenerlo porque se esfumaba hábilmente, llegando a convertirse en una leyenda viva. Al estilo de un virtual Robin Hood, se dedicaba a sacarle plata a empresarios de multinacionales explotadores de obreros, teniendo como zona de sus andanzas las provincias de Chaco, Tucumán, Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe. Además nunca ocultó sus convicciones políticas de las que se hacían eco publicaciones de la época. El 7 de enero de 1940 y mientras intentaba cobrar un rescate, Mate Cosido recibió un disparo en la cadera y desde entonces nada más se supo. Claro que sus incursiones tuvieron el silencio protector de personas que lo hicieron no por miedo sino por simpatía y admiración. No fue éste el caso de la persecución que terminó en Helvecia (Santa Fe).

Los proyectos de vida, las andanzas y el destino del trío Lanatta-Lanatta-Schillaci siempre fueron definidos. En condición de sicarios asesinaron a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, cuyos cuerpos se hallaron el 13 de agosto de 2008 cerca de la ruta 24 en cercanías de General Rodríguez. Eje de esta trama fue el negocio de la efedrina, un precursor químico que se utiliza para elaborar drogas pesadas.

La vinculación entre el narcotráfico con el poder político quedó al descubierto a partir de una extensa nota de Jorge Lanata realizada a Martin Lanatta, quien involucró a altos funcionarios kirchneristas, en especial el ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.

Desde luego que sus fechorías nada tienen que ver con el trío de bandoleros rurales. Su fuga –que por las facilidades de que dispuso más se pareció a una invitación para abandonar su encierro-, tuvo elementos inconcebibles y aliados incondicionales que ahora deberán esclarecerse y sancionarse, como paso previo a una reforma a fondo del sistema penitenciario que hace aguas por todos lados. En nuestro país hay cárceles cuyas condiciones inhumanas ni un animal soportaría.

Lo ocurrido en la mañana del sábado a partir de informaciones falsas nada inocentes de las que se hicieron eco los medios nacionales y en particular uno que privilegia la primicia por sobre la calidad y veracidad de la información, se apoderaron de la buena fe –alimentada por la ansiedad- de las autoridades políticas depositarias del presente griego kichnerista.

¿Cuántos recursos materiales, humanos y de otro orden que conformaron la afanosa e incansable búsqueda, debió pagar el país? ¿Cuántas pistas fracasadas? ¿No se recuerdan las víctimas policiales del episodio de Rancho, que hoy algunos atribuyen a otras personas participantes como parte de la criminal estrategia logística de los prófugos?

Hubo apresurados festejos pero debe aceptarse que también lo aleatorio aportó lo suyo, amén del concurso de particulares que contribuyeron a enderezar la pesquisa y hostigar a los evadidos. No relativiza de ninguna manera el operativo policial –que fue elogiable por tanto desgaste- pero debe considerarse a aquellos pobladores que proporcionaron datos valiosos actuando con sagacidad y perspicacia, el accidente que menguó el estado físico y psíquico de los prófugos hasta el agotamiento y finalmente, la falta de agua y alimentos, una topografía difícil, un clima hostil cargado de insectos, terrenos inundados y el convencimiento de que no tenía sentido seguir así. Eso terminó allanando el camino hacia el fin de esta cacería humana.

Esto no es invento nuestro, sino que se reconoce oficialmente la actuación de civiles como elementos clave para terminar con la odisea. Fueron sendos avisos los que terminaron orientando las acciones, por lo que este final debe ser reconocido a todo el conjunto. Es de esperar que cese la ridícula puja entre policías provinciales y federales a la hora de ostentar méritos, porque en definitiva hubo ciudadanos de a pie que ayudaron y mucho al éxito final.

María Eugenia Vidal había advertido la noche del sábado 9 por TV, que se estaba enfrentando a un enemigo de altísima peligrosidad, con un aparato logístico altamente preparado. ¿Cuántas más bombas dejadas en diciembre habrá que desactivar?

Esto no finaliza, sencillamente porque habrá más declaraciones y no faltarán quienes ya estén preparando sus bártulos, aunque sin saber dónde terminarán alojados.

Mauricio Macri aún no ha dado con el adecuado nivel de comunicación. Sería muy útil y oportuno que se dirija a la ciudadanía –y aquí sí que lo justificaría la Ley de Medios- para contar toda la verdad, disculparse por el blooper compartido por varios estamentos del poder y anunciar una política carcelaria basada en las más modernas concepciones en materia correccional para una reinserción social firme y positiva.

Que la corrupción penitenciaria mate a la justicia, es un hecho que no debe repetirse. Es deber del Estado y todas las instituciones que puedan aportar, corregir estos desvíos y evitar papelones que muy mal nos dejan en el concierto internacional.