Un número importante de trabajadores quedaron a la deriva. Tratando de sostener su situación, comenzaron a armar algo así como un circuito enmarcado en el turismo histórico, desde donde cada vecino hizo su aporte, cada familia llevó su granito de arena a la causa, a la noble causa de no desaparecer.
Por un tiempo todo fue andando así, hasta que nuevamente apareció el fantasma de “desaparecer”. Alguien quiere sacar la chimenea, que sería como llevarse el Obelisco de Buenos Aires, también surgió la importante oportunidad inmobiliaria de hacer un lindo negocio en el casco histórico, los clubes podrían enmarcar en su terreno el mejor paisaje para nuevas edificaciones, la canchita, que albergó a tantas generaciones con sueños de ser el mejor, ahora es uno de los mejores lotes, cercano al río, que junto con el club de pescadores y las viejas instalaciones de la fábrica servirían para hacer el mejor complejo turístico.
Pero este “progreso turístico” surge de la gran idea de apropiarse del sacrificio y trabajo que la gente de Pueblo Liebig realizó por años, ahora todo tiene un elevado precio, ahora este negocio pretende ser millonario y por ello no importa a quien se atropella, no importa a quien se lastima, no importa cuántos deban caer.
Lo más impactante de todo esto es que muchos de los malos momentos, muchas de las angustias podrían haberse evitado si el señor “fantasma” que parece llamarse de una manera pero no, que vive en tal lugar pero no, que tiene tantos títulos propietarios pero no, todo hubiese podido evitarse si los papeles estuviesen en orden, si los papeles fueran presentados. La fábrica, la chimenea, la canchita, los clubes, las plazas son de los vecinos y las casas no son de “ocupas”, son de vecinos que tienen sus papeles, que entraron a ellas con la llave en mano, con un contrato o con la venia del señor “fantasma” que ahora parece haber perdido la memoria.
Vecinos de Pueblo Liebig, de Colón, de San José, de Villa Elisa y todos aquellos que tengan un pedacito de su corazón e historia en Pueblo Liebig, ayúdennos, acompáñennos, como nos acompañaron en la batalla ganada al terraplén ilegal en los humedales del Caraballo, en donde vecinos, organizaciones ambientales y gobierno trabajamos juntos por la misma causa y fuimos todos para el mismo lado.
Vecinos de Pueblo Liebig.
(Foto: Altos de Valle María)