Por N.B., de ANALISIS DIGITAL

Se desarrolló este miércoles una nueva audiencia en el juicio por trata de persona menor de edad, contra Manzanares y Campoamor, los dos gualeguaychuenses que el 5 de diciembre de 2011 fueron interceptados en un puesto de control vehicular de Gendarmería, en las inmediaciones del puente Victoria-Rosario, quienes llevaban a una menor de edad que no tenía autorización de sus padres.

Por el estrado pasaron durante la audiencia de hoy dos profesionales de la Oficina de Asistencia a la Víctima, Sabrina Medina y Araceli Ibarra, que se entrevistaron con A.S.R., la niña en cuestión. Ambas ratificaron el informe realizado después de primera charla que mantuvieron con la muchacha. Además, Ibarra entregó un nuevo informe confeccionado en una segunda visita a A.S.R.

También se oyó la explicación de Daniel Formigo, el comprador al que Manzanares le vendería una camioneta en Jovita, Córdoba.

Para esta jornada habían previsto que se incorpore a la causa una pericia caligráfica que se realizaría sobre un papel que entregó en el tribunal la madre de A.S.R., pero como no estuvo el resultado, debieron suspender los alegatos de parte que también estaban programados. De esta forma, el debate pasó a un cuarto intermedio y se reanudará el lunes 10 de marzo a las 9.30.

El juicio que comenzó este lunes, es dirigido por los jueces Noemí Berros, Roberto López Arango y Lilia Carnero. El fiscal es José Ignacio Candioti. En tanto, los defensores de Campoamor son Miguel Cullen y Guillermo Vartorelli, y el representante legal de Manzanares es Mario Figueroa.

“Llegué a pensar que estaba amenazada”

La trabajadora social Sabrina Medina, contó que la primera vez que vio a A.S.R., en el Juzgado Federal de Paraná, después del procedimiento que derivó en el inicio de la causa, la joven se mostró “reticente a hablar”. “Estaba aferrada a su celular que no quería entregar. Nos preguntaba si tenía que dejarlo o se lo iban a pedir. Ella dijo que en el teléfono tenía que cosas que no quería que vean. Advirtió que si le hacían entregar el celular, ella le iba a sacar el chip”, recordó la profesional.

Sobre las dos personas que la llevaban en la ruta a la madrugada, sostuvo que los conocía “hacía unos tres o cuatro años”, pero que “su familia no los conocía”, y recordó que esa noche “la pasaron a buscar por la esquina de su casa, cerca de la media noche”.

“Llegué a pensar que estaba amenazada”, afirmó Medina cuando recordaba que la niña no quería hablar de algunas cosas. “La sensación era que ella no podía hablar porque había algo más. Prefería evadir o no responder algunas cuestiones”, añadió. Además, la trabajadora social marcó que le llamó la atención “la postura corporal” que adoptó A.S.R. “Ella estaba con la mirada hacia abajo, no nos sostenía la mirada, estaba encorvada, como encerrada en sí misma. Era muy difícil que pudiéramos llegar a que ella nos dijera otra cosa que le estaba pasando”.
“No es fácil para la víctima de trata relatar su situación en la primera entrevista”, sostuvo la profesional. “Ella tenía 16 años, una niña. A veces, para la propia víctima es difícil detectar que es víctima porque muchas veces se siente culpable”, manifestó, y completó: “Seguramente, si estaba amenazada no iba a decir mucho más de lo que dijo, que fue muy poco”.

Por su parte, Araceli Adriana Ibarra, la psicóloga que en dos oportunidades asistió a A.S.R, aseveró al igual que su compañera, que la niña se mostró “reticente a hablar”. “Era muy difícil mantener un diálogo con ella. Estaba muy tensa todo el tiempo, cortaba las preguntas. Estaba encorvada, consultaba todo el tiempo el celular. No era un diálogo fluido. Pasaba a ser más un interrogatorio porque era muy escueta en las respuestas”, manifestó.

Aseveró que el año pasado recibieron la convocatoria para asistir nuevamente a A.S.R., “porque ella dio cuenta de ser víctima de trata”. Pero marcó que “en 2011, desde el organismo se articuló con el Área de la Niñez de la Municipalidad de Gualeguaychú para asistirla”.

Contó que también le consiguió un turno psicológico al que A.S.R. no asistió, a diferencia de un taller de cocina que le ofrecieron. Agregó que después de la primera entrevista, habló por teléfono algunas veces con la menor. “Cuando hablaba ella me decía que estaba muy bien. La mamá también me lo decía”, sostuvo, y marcó: “Cuando nos convocaron, ahora, me encontré con que A.S.R. estaba totalmente diferente. Emocionalmente muy quebrada, sin poder explayarse”. La psicóloga se refería a la segunda entrevista que mantuvo con la chica, después de la muerte de Farabello. “Cuando le pregunté por qué no había hablado en ese momento (por la primera entrevista), ella dijo que estaba amenazada y tenía mucho miedo por lo que le pasara a ella y su familia”, afirmó Ibarra.

Asimismo, se refirió a la situación de vulnerabilidad que atraviesa la chica. “En 2011 me dijo que había dejado la escuela. La entrevistamos a la mamá y nos dijo que ella había repetido porque le constaba. Eso genera vulnerabilidad, no estar escolarizada. Nos dijo que no tenía amigos de su edad. Que con estas personas se juntaba a comer asados. Que allí iban chicos de todas las edades. Pero no estaba en un grupo de pares. Ella, con esa corta edad, referenció que hacía varios años los conocía y se reunían a comer asados”.

“Ella tenía como una coraza y se mostraba firme. Decía: ‘de esto no voy a hablar’. Ahora, encontré a otra chica, una muy vulnerable, angustiada, con muchos miedos, que no sale de su casa desde que la mamá recibió un disparo”, refirió Ibarra.

Además, subrayó que en la segunda entrevista, “ella habló de Campoamor y Manzanares. Me dijo que le tenía más miedo a Manzanares porque cuando ella estaba en la residencia, un día se acercó un chico desde la calle y la llamó. Le dijo que venía de parte de Manzanares a decirle que se calle, que deje de hablar”.

“Trato comercial”

Daniel Formigo, es quién supuestamente iba a realizar una transacción comercial con Manzanares. Formigo puso un aviso por internet para vender su camioneta en agosto de 2011. “Me llamó Manzanares por el aviso, después vino a Jovita (al sur de Córdoba, a 100 kilómetros de Laboulaye) a verla. Nos pusimos más o menos de acuerdo. Pero surgieron algunos problemas con el vehículo mío y al tiempo lo volví a ver porque mi auto tenía una prenda que después se levantó”, explicó. Aseguró que con el imputado también mantuvo contacto por internet y por teléfono.

Formigo no pudo precisar cómo iban a concretar el negocio con Manzanares. “Creo que ofrecía una Partner como parte de pago. Creo que hicimos ese tipo de arreglo”, esbozó. Dijo que después de los inconvenientes, él le guardó el vehículo a Manzanares y finalmente lo vendió “seis o siete meses después”.

(Foto: ANALISIS DIGITAL)