Víctor Hugo, la censura y los miserables

Por Américo Schvartzman*

Dos. La definición de censura está abierta (como cualquier otra palabra, todas son polisémicas). Pero algunos piensan (pensamos) que la censura no la ejerce solo el Estado: la negativa de un editor a publicar a un autor, de un dueño de una cadena de TV o de radio a emitir determinadas opiniones o del dueño de una sala a permitir una conferencia, no son “consecuencias lógicas del derecho a la propiedad”, sino formas de censura. Sobre todo, opinan así (opinamos así) quienes consideran que existe un derecho humano a la comunicación (del cual el derecho a expresarse libremente es una parte).

Tres. Por supuesto que una empresa privada tiene derecho a echar a quien quiera cuando quiera respetando las formas laborales y contractuales. Pero VHM no es un trabajador despedido. Es un burgués, dueño de medios que funcionan dentro de otros medios. Burgués que no tiene nada a su nombre, además. Ésa es otra historia, que quizás explica por qué le resultó tan fácil justificar tropelías como las de Amado Boudou. Pero ante todo es un periodista. Echarlo así, sostengo, es censura empresaria.

Cuatro. Sí, ya sé que muchos (como VHM) no dijeron nada cuando rajaron de medios públicos (públicos, no privados como es en este caso) a Pepe Eliaschev, a Juan Miceli y a tantos otros –en Entre Ríos sobran botones de muestra: Mario Alarcón Muñiz es quizás el más resonante–, o cuando cerraron las puertas a quienes pensaban distinto. No. VHM y muchos otros simpatizantes del gobierno que se fue justificaron todo. O cuando se manipuló la publicidad oficial para combatir a medios díscolos o para crear nuevos grupos concentrados de medios, que hoy amenazan cerrar, como los Spolszky o los Gvirtz. Tampoco VHM y sus adláteres dijeron algo cuando medios privados (como Página/12) censuraron a periodistas como Julio Nudler o Darío Aranda. Sí, claro que la censura privada existe.

Cinco. Los dueños de Continental dicen que lo rajan por “reiterados incumplimientos contractuales”. Según VHM, lo echan para ganar el favor oficial. No por orden de Macri, pero sí para quedar bien con él y seguir teniendo la publicidad oficial. Esa misma que hasta diciembre les garantizaba la presencia de VHM. Qué lástima que VHM y tantos otros simpatizantes del gobierno que se fue recién se den cuenta de lo importante que era lo que algunos planteaban (planteábamos) como principal crítica a la Ley de Medios Audiovisuales: que le faltan dos grandes patas, la publicidad oficial y la protección de los periodistas.

Seis. Tarde para lágrimas, porque no hay dos ocasiones para ser digno. Pero siempre se puede cambiar de actitud. Preocupan los furibundos antiK (y por ósmosis, antiVHM) justificando esto que pasó... Que quede claro: no defiendo a VHM, a quien no considero ejemplo de nada. Defiendo su derecho a despedirse de sus oyentes y a tener un espacio donde decir lo que quiera. En esa radio o en cualquier otra con la que arregle condiciones contractuales que esté dispuesto a cumplir. E incluso, por qué no, en medios públicos. Sería un gran gesto.

Siete. De nuevo: ya sé que VHM y muchísimos K (casi todos) no dijeron nada cuando los que cometían tropelías como ésta eran sus admirados gobernantes. Cuando lo hacían ellos (¡y en los medios públicos!) estaba bien. Pero yo no quiero ser como ellos. Como ninguno de los dos… Si no, no aprenderemos nunca. Es como la represión ante el reclamo: para algunos era buena si la hacían los K y para otros es buena ahora porque la hace Macri. Algunos piensan (pensamos) que sea quien sea el que gobierna, la represión es la peor forma de encarar la protesta. Y por eso la repudiaron y repudian (repudiamos) las actuales. A diferencia de VHM.

Ocho. Es una gran oportunidad para intentar ser distintos. En especial para los que querían cambiar. Las formas son importantes. En democracia, las formas son el fondo. Insisto: no hay dos oportunidades de ser digno. Los ultraK que se callaron con lo de Pepe Eliaschev, con lo de Juan Miceli, con lo de Mario Alarcón Muñiz, ya no pueden evitar haber sido miserables. El pasado no se puede modificar. Pero los que dijeron querer cambiar están a tiempo de no serlo ahora. Alcanza con no justificar todo. Con alzar la voz en cada caso en que se comete una injusticia evidente. Solo de ustedes depende. De nadie más.

* Periodista de El Miércoles Digital. Docente. Licenciado en Filosofía. Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa (Prometeo 2013). Director de La Vanguardia.

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