Luis María Serroels
¿Puede generar algún tipo de exculpación dentro de la sociedad la pelea que en los últimos días se viene entablando en las filas del justicialismo con muestras de amnesia en algunos dirigentes, junto a una buena dosis de extrañas conversiones que sólo pueden responder a intereses sectoriales?
Un desmenuzamiento de los principales elementos que caracterizan esta lamentable expresión cargada de rencores personales nos lleva a situar en primer orden la falta de memoria.
En 1999, Jorge Busti le ayudó a marcar el camino a Héctor María Maya para que le sucediera al frente del gobierno provincial. Para quien culminaba su segundo mandato, el ex senador nacional era la mejor opción, tanto como para el candidato oficialista su impulsor era lo superlativo en gestión gubernamental.
Ese tandem, si bien tuvo una excelente performance electoral, no le alcanzó para el continuismo y no hay dudas de que el desastre menemista fue un tractor de arrastre en declive que terminó reinstalando en la casa gris al radical Sergio Montiel.
Llegó 2003, en que Maya abandonó sus renovados propósitos bajándose tempranamente de su postulación con el argumento de que nada se podía hacer frente al “aparato” bustista que, por otra parte, bien había usufructuado cuatro años antes.
Hoy, Busti y Maya transitan andariveles muy alejados, siendo un factor básico de las desinteligencias el convencido alineamiento de éste con Carlos Saúl Menem. Comienza a moverse el péndulo...
Quien fuera presidente de los argentinos durante una década -en una gestión que dañó al país por muchos años- ha formulado contra Busti declaraciones muy duras que aterrizan no sólo sobre la historia del concordiense, sino que elevan el debate hacia las raíces mismas del propio movimiento justicialista. Pero sin dudas existen desencantos recíprocos.
¿Cómo no va a estar decepcionado el riojano si en la campaña de 1987 apuntaló a Busti para que le ganara al radical Ricardo Lafferiere? ¿Cómo no va a estar molesto Busti si fue uno de los que, como convencional constituyente, propició en 1994 la reelección de Menem con las reformas introducidas en la carta magna?
A principios de 1988 y al desatarse la campaña electoral para suceder a Raúl Ricardo Alfonsín en la Casa Rosada, Menem había picado en punta en las encuestas que lo ubicaban en Entre Ríos en una relación de 2 a 1 respecto de Antonio Cafiero, al que se lo pasó a identificar como figura del “aparato”.
Sin embargo, al entonces mandatario y a pesar de un pasado de entendimiento con Menem, éste no parecía generarle confianza, al punto de admitir que el ex gobernador de Buenos Aires resultaba mucho mejor candidato.
No obstante y luego de que tras un congreso partidario celebrado en Mar del Plata, Busti hiciera pública una declaración optando por la prescindencia en la interna, aduciendo que la prioridad era gobernar para todos los entrerrianos sin exclusiones, ocurrió otro hecho que le reactivó el movimiento al péndulo. En mayo de 1988 el periodismo fue convocado repentinamente a la sede partidaria de calle 9 de Julio 251 para hacerle entrega de una nueva declaración en la que se explicaba “por qué Cafiero”. Lo curioso fue que ese documento tenía fecha inicial del 20 de junio, la cual fue corregida con birome anticipándose en un mes, como si se tratase de una cuestión impostergable. El péndulo seguía meneándose...
Los comicios internos de julio del 88 terminaron catapultando hacia su destino de Balcarce 50 al entonces gobernador de La Rioja, el mismo que alguna vez debió ocupar en Paraná un palco casi solitario porque coincidentemente el gobernador Jorge Busti y el intendente Mario Moine se habían ausentado por compromisos previos.
Hoy toda la ciudadanía recuerda que la relación entre Busti y Menem superó lo meramente institucional. No solamente la adhesión explícita a la fórmula presidencial junto a Eduardo Duhalde fue una evidencia sino también la anuencia ante el modelo mágico que nos prometió la “revolución productiva” y el “salariazo”, incluyendo casi a libro cerrado de fórmulas impuestas por Domingo Cavallo, el mismo que luego sería demonizado sin piedad. ¿Alguien se atrevía a vetar al hombre que había estatizado la deuda privada? Hablamos del mismo Cavallo que años después junto a Fernando de la Rúa terminó de ejecutar su plan siniestro. Y el péndulo continuaba...
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)