Marcelo Comas
Con el trabajo como consigna principal, Patronato de la Juventud Católica logró clasificarse anticipadamente a una nueva instancia del Torneo Argentino B. Sólo resta definir en la última fecha, cuando El Rojinegro visite a 9 de Julio de Morteros en esa localidad cordobesa, si termina primero o segundo en su zona. De más vale decir que en la previa de este certamen nadie apostaba demasiado por este proceso. Sin embargo, haciendo oídos sordos cuando surgían las primeras críticas, el grupo que tuvo al mando el chubutense Luis Murúa logró plasmar en cancha su estilo futbolístico basado en el sacrificio de cada uno de sus componentes, hasta “del colectivero”, como dijo tras la victoria conseguida en Gualeguaychú frente a Juventud Unida.
Ese reconocimiento fue constante, como si el entrenador hubiese buscado estimular el aspecto psicológico, pues en este deporte no sólo basta con poseer dotes naturales, sino que es necesaria una buena dosis de laburo. Si bien muchos al principio exigían buen trato de balón y precisión en cada uno de los pases, luego se dieron cuenta de que en esta categoría es casi imposible exigir belleza; a lo sumo cuando un resultado se ve asegurado durante el desarrollo de un encuentro sea factible tratar con buen pie la pelota, plasmar en el verde césped un elenco ordenado y por qué no, obtener la cuota de gol que todo conjunto necesita si es que desea ascender. En principio, la idea del ex técnico de Alvarado de Mar del Plata fue fortalecer las divisiones inferiores del club, aunque esa tarea demandaría una concientización de parte de los dirigentes, entrenadores de esas categorías y de la misma gente, que en la última parte de este Apertura comprendió el discurso del Pity: trabajo más trabajo, sin ninguna receta mágica.
Entre los más representativos del plantel y más experimentados están referentes como José Luis Marzo, Cristian Díaz, Sebastián Bértoli y Silvio Azoge, a los que se suman los que vienen pidiendo pista, como Ariel Gastaldi, Ezequiel Reynoso, Diego Díaz, Rodrigo Álvarez y Walter Andrade, por citar a aquellos que hoy se están consolidando en la Primera de la Liga Paranaense de Fútbol.
Tanto los hombres de prensa como allegados a la institución se preguntan hasta dónde puede llegar este equipo, con rodaje aunque también con muchas falencias por corregir. Esas fisuras se notan, sobre todo en la mitad de la cancha, donde la presencia de Ciarroca y Prono no alcanza a contener lo necesario en momentos del juego donde todo se torna en un ida y vuelta permanente. En ese sector es habitual observar huecos por donde transitan sin inconvenientes los volantes contrarios; no obstante las carencias se suplen con un trajinar incansable y el despliegue que aporta el doble cinco que implementa Murúa en ciertas ocasiones.
Lo mejor del Rojinegro fue sin dudas su dupla de ataque: en el área contraria fueron letales las apariciones fulminantes del Loco Marzo y Edgardo Brítez. En ese sentido, el ex Unión de Santa Fe sobresalió por su efectividad frente al arco rival; con su presencia intimidaba a las defensas adversarias y a la postre se convirtió en uno de los máximos ganadores del campeonato.
Con seis goles, Marzo ha cumplido con creces su promesa hecha al entrenador de marcar esa cantidad de tantos. Uno se imagina que el delantero puede elevar su producción en el Clausura, máxime teniendo en cuenta que el equipo se viene amalgamando con el correr de las fechas. Por parte, El Toro Brítez facturó en cuatro oportunidades, con menos regularidad que el paranaense. Muchos pasaron por alto que el paceño cumple en la actualidad su primer torneo como titular, alternando buenas y malas actuaciones.
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