“El justicialismo es más inteligente para ejercer el poder”

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Entrevista: Julio Rodríguez Signes, abogado, ex diputado provincial

Luciana Dalmagro

Considera “un buen signo” que un gobierno justicialista convoque para la Fiscalía de Estado a un militante radical, pero reconoce que es amigo de Sergio Urribarri. Narra cómo comenzó su vínculo con el futuro gobernador -en la Cámara de Diputados en la gestión anterior- y cómo se intensificó, cuando ambos motorizaban el juicio político contra Sergio Montiel. Asegura que si asume podrá canalizar su experiencia como abogado y sus años de militancia. Julio Rodríguez Signes cuestiona duramente a la UCR y reconoce que desde que dejó su banca nunca más fue convocado. Opina que el justicialismo actual es más inteligente a la hora de ejercer el poder y lamenta que en su partido haya “una actitud de cuantos más echamos, mejor”. Habla de su admiración por Joan Manuel Serrat, de su familia y de su historia política y personal.

Julio Rodríguez Signes, abogado, 45 años, recibe a ANALISIS en su coqueto estudio de calle Córdoba al 600. Son dos plantas espaciosas, con varios despachos, oficinas, recepciones. Gente va y viene, suenan teléfonos y teclados. Todo enmarcado en alfombras caras y paredes pintadas de tono rojizo.

La oficina de Rodríguez Signes está en la planta alta y da a la calle. Es un ambiente muy amplio, iluminado con algo de claridad que entra por una gran ventana apenas cubierta con cortinas fijas de color blanco, más las cinco lámparas de diseño que penden de tulipas cuadradas, con pantallas en color crema.

El abogado trabaja habitualmente en un escritorio moderno de madera marrón claro, entre bibliotecas ordenadísimas y blancas, empotradas en dos de las paredes. En prolijos y simétricos grupos cuelgan de los muros restantes certificados y títulos enmarcados, tanto suyos como de su padre. En una columna hay un mapa satelital de Argentina de más de dos metros de altura. Y el espacio se completa con un pizarrón plástico sostenido por un caballete de madera, donde hay varias anotaciones, tal vez relacionadas con sus actividades económicas actuales: tiene una empresa de transporte, se dedica a construir y piensa meterse en la industria hotelera.

Rodríguez Signes viste camisa celeste, blazer en tonos de marrón, pantalón oscuro, zapatos y reloj caro. Tiene algunas canas más que cuando ocupaba una banca en la Legislatura, su época de mayor exposición.

En otro sector de la oficina, se sienta dispuesto a charlar. Elige una de las seis pesadas sillas de madera oscura y tapizado de cuero blanco que rodean una mesa larga de vidrio con pie de mármol. Hay un diario sin abrir y una secretaria le sirve un té, pero no lo toma. Ni siquiera saca el saquito y el líquido va oscureciéndose a lo largo de la entrevista.

-¿Confirma que va a ser el futuro fiscal de Estado?
-Primero tiene que producirse la vacante. Luego el gobernador debe proponerme y el Senado dar el acuerdo. Si todo esto se da, para mí sería altamente positivo porque soy abogado y a la vez he participado políticamente desde los 18 años. Entonces, es un espacio en el cual podré aportar tanto mi experiencia profesional como mi experiencia como dirigente político. Hay conversaciones para que así sea y si se concreta mi designación voy a concentrarme ciento por ciento.

-¿Cuándo empezó a hablar del cargo con Sergio Urribarri?
-Hemos hablado en distintas ocasiones sobre muchas cosas. Pero sobre la Fiscalía de Estado, es una idea que tengo desde hace varios años. Desde que ambos éramos diputados. Siempre transmití mi interés en ocupar ese lugar.

-¿Ocuparía otro cargo en un gobierno justicialista?
-No me veo en otro lugar. Lo que más me interesa es que se abra este espacio, dado que yo soy afiliado radical. Es importante, al tratarse de un organismo de control. Es un buen signo.

-Pero usted y Urribarri son viejos amigos...
-Yo lo conocí cuando fui electo diputado, en 1999. Él fue quien me entregó el título de diputado, ya que presidía la Cámara, en un acto en el Teatro 3 de Febrero. Ahí lo vi por primera vez. Aunque después presidíamos él el bloque justicialista y yo el de la Alianza, siempre nos llevamos muy bien. Tuvimos una excelente relación desde el comienzo, que se intensificó en virtud del objetivo común de llevar adelante el juicio político contra el ex gobernador Sergio Montiel.

-¿Son amigos?
-Sí. Yo considero que somos amigos. Actualmente no compartimos demasiadas cosas porque él tiene su tiempo absolutamente reducido, pero hemos compartido reuniones, distracciones, conozco a su familia...

-¿Colaboró o brindó algún tipo de asesoramiento en la campaña?
-No, en absoluto. Nunca. Sigo siendo radical. Aunque formalmente desde 2002 hasta la fecha no he sido convocado por ningún dirigente. Ni siquiera por los más enfrentados con Montiel. No participé más desde entonces.

-¿A qué lo atribuye?
-El radicalismo tiene una estructura de dirigentes que, en gran medida, siguen siendo las mismas personas que ocuparon cargos en el gobierno de Montiel. Y yo estoy enfrentado con ellos. Mi situación es consecuencia de ello.

-Y lo termina convocando un gobierno justicialista. ¿Qué lectura hace?
-El conjunto de hombres que ejercen el poder desde el justicialismo tiene una visión distinta del conjunto de dirigentes que ejerce el poder que le queda a la Unión Cívica Radical (UCR). En el justicialismo hoy hay, a partir del liderazgo de Jorge Busti y de Urribarri, un grupo de gente que tiene mayor experiencia e inteligencia en la forma de analizar y de ejercer el poder. En el radicalismo hay una actitud de “cuantos menos seamos, mejor”. De “cuantos más echemos, mejor”. No solamente yo estoy fuera. También Adolfo Lafourcade, Ana D’Angelo, Jorge Campos. En mi caso, reconozco que en el gobierno anterior hice una alianza en la Legislatura con el bloque justicialista. Y eso tiene un costo político dentro de la UCR. Perfecto. Pero Campos no hizo nada parecido. Ana D’Angelo, menos. Adolfo Lafourcade, tampoco. Se da un fenómeno sociológico digno de estudio, no sólo acá. A nivel nacional las contradicciones en las que está el radicalismo no se pueden creer. No se puede creer que la Convención Nacional sancione a Julio Cobos por integrar la fórmula con Cristina Kirchner y que, a la vez, el candidato a presidente del radicalismo sea Roberto Lavagna, un afiliado justicialista. Es para estudiar este caso de un partido en Latinoamérica que se ha ido desarmando de esa forma.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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