Por Andrés La Blunda Fontana (*)
La recuperación de mi identidad se fue dando en un proceso, yo recién tuve acceso a la verdad de mi historia cuando tenía 22 años. A esa edad me enteré dos cosas: que era adoptado, y a partir de esa noticia, que soy hijo de desaparecidos. Ahí empecé a reconstruir mi historia a partir de la verdad, porque hasta ese momento no sabía absolutamente nada. Tomé contacto con familiares, amigos, y compañeros de militancia de mis viejos. Cuando pasaron ocho años desde que supe la verdad, decidí cambiarme el nombre, porque hasta ese momento me llamaba como me habían bautizado mis padres adoptivos. Mi caso se dio de modo especial, porque fui adoptado de buena fe pero a partir de una mentira. Abuelas de Plaza de Mayo lograron localizarme en 1984 pero en ese momento mis dos familias, tanto la biológica como la adoptiva, decidieron no contarme nada.
Hace un año que me llamo Andrés, y es un sentimiento muy fuerte y muy profundo a la vez, porque uno empieza a ver qué es tuyo y qué no, y a hacer una búsqueda totalmente interior, emocional, espiritual, para ir constituyéndose nuevamente. Es un proceso doloroso pero a la vez podría caracterizarlo como liberador, porque uno se encuentra con uno mismo, en base a la verdad, y así se permite rever el pasado. Al principio, cuando me llamaban por mi nombre anterior, me dolía, me impactaba y hasta me resultaba violento. Después, terapia de por medio, aprendí a convivir en esta transición, pero no sé si corre por boca a boca, la cosa que muy pocos me volvieron a llamar por mi nombre anterior, salvo los que obviamente no saben todavía que me lo cambié. En ese caso, me tomo el trabajo de decírselo.
A algunas personas es más fácil contarles que a otras, pero siempre tomo yo la iniciativa de contarles, porque es entre cómico y raro: uno tiene que explicarle el cambio de nombre hasta al almacenero de la esquina, que quizás nunca tuvo acceso al conocimiento de todo este proceso histórico que se dio en nuestro país. Igualmente creo que ahora la sociedad acompaña y toma más conciencia de lo que ha pasado. Aquí hubo un claro punto de inflexión por la política que llevó adelante Kirchner, una política de promoción y defensa de los derechos humanos y de tomar conciencia histórica de todo lo que pasó. Ahora miramos distinto la lucha que llevaron adelante las Madres y las Abuelas.
Antes lo vivía de un modo más doloroso, pero ahora estoy más acostumbrado, más seguro de mí mismo. Cuando decidí cambiarme el nombre, lo hice fundamentalmente para unirme al deseo de mis padres de haberme llamado Andrés, es un viaje hacia ellos, a su encuentro, a su deseo frustrado y trunco por la dictadura militar.
(*) Hijo de los desaparecidos Mabel Fontana y Pedro La Blunda.