Volver a las lanchas para cruzar el río

Edición: 
1103
Degradación y caída del transporte público interurbano de pasajeros

A casi 50 años de la inauguración del Túnel Subfluvial, el trayecto que separa las dos capitales provinciales se parece cada vez más a un abismo. Lo es para gran parte de estudiantes y trabajadores que con compromisos en la orilla opuesta a su residencia deben tomar un colectivo. Viajar así se ha convertido en un suplicio. Eternas colas para subirse a un coche, frecuencias insuficientes y un servicio que se ve desbordado en horarios picos y temporada de inicio de clases universitarias. Los reclamos por la prestación han tenido recepción en las Defensorías del Pueblo de Paraná y Santa Fe, que han interpuesto pedidos a la Comisión Nacional de Regulación de Transporte. Pero para el organismo central no existe anormalidad alguna. En los tribunales provinciales se encuentra pendiente un pedido de una asociación de consumidores para el que STJ considere un recurso de acción colectiva y se repare el cambio arbitrario e intempestivo de recorridos y paradas.

 

Silvio Méndez

 

Un ex estudiante de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), hoy profesional retirado de la ciudad de Paraná, recordaba cómo eran sus viajes a Santa Fe en la década de 1960. Rememoraba esa época cuando tenía que tomar el lanchón de pasajeros para poder cursar su carrera de grado, antes de que se inaugurara el enlace vial entre ambas capitales. Evocaba que llegar a la última salida hacia Paraná, a eso de las ocho de la noche, era fundamental para no quedar varado en la otra orilla. Y lo que se sufría en los días de tormenta, cuando la embarcación bailoteaba como una cáscara de nuez y debía refugiarse a mitad de camino junto a las islas hasta que el viento acampe. Su relato era de un tono nostálgico a la luz de su reciente experiencia, cuando tuvo que trasladarse en colectivo para desandar esa misma distancia a través del Túnel Subfluvial y la autovía que une las provincias de Entre Ríos y Santa Fe.

 

La cola para sacar un pasaje a bordo en la Terminal de Ómnibus serpenteaba de lado a lado la decadente estación. Esperó lo que se demora un trayecto ida y vuelta en automóvil: 1 hora 10 minutos. Porque a medida que las unidades completaban los asientos disponibles, partían dejando el tendal. Entonces había que esperar la próxima salida, ya que las empresas prestatarias, Fluviales y Etacer, no incorporan refuerzos. Una vez a bordo, con su tarjeta SUBE en la mano, demoró 40 minutos hasta cruzar al otro lado. Y otro tanto más para llegar a destino, porque ya no hay paradas cercanas. El viajar en transporte público de pasajeros entre Paraná y Santa Fe hoy es así: una experiencia del subdesarrollo que a muchos veteranos hace añorar las lanchas para cruzar el río.

 

Decadencia

 

El déficit en el servicio de colectivos interurbano transitó entre los límites tolerables hasta 2013, cuando la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT) dispuso que las empresas de colectivos que prestan el servicio entre Paraná y Santa Fe –y viceversa–, no puedan transportar más pasajeros parados.  Así únicamente podían prestar el servicio vendiendo pasajes hasta completar los asientos de las unidades disponibles. La medida se fundó en una normativa nacional por la cual no se puede transportar pasajeros de este modo en coches que circulen por autopistas. La medida de seguridad –que algunas asociaciones de usuarios discuten porque la ruta nacional 168 es autovía desde el año 2011–  reduce la cantidad de pasajeros por colectivo y en los hechos limita la prestación porque las empresas no incorporan más unidades al servicio. Los empresarios aducen que sumar más ómnibus encarecería sus costos y la CNRT dice que funcionan los coches que han pedido ser habilitados. En definitiva, al no sumar unidades a la prestación, en los horarios picos de tráfico –entre las 7 y las 9, así como entre las 15 y las 19–, se genera una sobredemanda, produciendo largas colas y esperas infinitas de los usuarios en las terminales. Esta situación además se recrudece en las épocas de mayor demanda, que suele ser a partir de marzo, cuando comienza el cursado de materias en las universidades nacionales.

 

(Más información en la edición gráfica 1103 de la revista ANALISIS del jueves 29 de agosto de 2019)

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