Historias de negocios y complicidades

Edición: 
1118
Anticipo del libro Territorio narco, de Daniel Enz y José Amado

En próximos días saldrá a la calle el libro Territorio narco, de los periodistas Daniel Enz y José Amado. Este nuevo trabajo pone al descubierto el enorme entramado de complicidades, negociados y acuerdos del exintendente Sergio Varisco con el grupo narco que comandaba Daniel Tavi Celis. El libro tiene el prólogo del periodista Germán de los Santos (coautor de Los Monos, sobre el mundo narco en Rosario) y se extiende a través de 15 capítulos y 360 páginas. Aquí, segmentos de los capítulos 1 y 2.

 

Daniel Enz y José Amado

 

TaviCelis llegó exultante a su casa. No podía ocultar la euforia. De un plumazo le habían cambiado la modalidad de trabajo. Ya tenía todo aceitado en su esquema semanal y esta nueva propuesta iba a romper esa tranquilidad que había logrado. Cuando volvía a su vivienda, manejando solo en su moderna camioneta, puteó en varios trayectos, pero también sonrió, porque se sentía algo ganador y con más poder. Era un desafío y seguramente le iba a dar un lugar de privilegio en ese pacto formalizado meses antes. No estaba del todo convencido, pero también era una pelea con él mismo. “Solamente vos lo podés hacer y somos conscientes de que habrá que pagarte más dinero pero sos el único que lo puede concretar”, le dijeron, como frase final en esa reunión cerrada, de escasísimas personas, en un lugar reservado de Paraná.

 

--¿Qué te pasó? -le preguntaron en su casa.

 --¿Vos podés creer que me llamaron para plantearme una exigencia que no estaba en mis planes y que me da vuelta todo?

Esa persona de su extrema confianza lo miró sin entender de qué estaba queriendo hablar. Ni siquiera atinó a seguir preguntando. Su gesto fue suficiente para que Celis le continuara contando lo que le había pasado. Parecía superado y esa necesidad de decirlo todo era más fuerte que cualquier otra cosa.

--No quieren que les venda más marihuana para las últimas semanas de la campaña de las elecciones generales. Ahora quieren que sí o sí que les consiga cocaína para distribuir, y para ellos.

El pedido había sido de Pablo Hernández, quien además de amigo de Celis, porque se criaron juntos en el mismo barrio, era el nexo directo con Sergio Varisco; su vocero, a la hora de dar las directivas. De hecho, Hernández se iba a transformar en concejal de Cambiemos a partir de esas elecciones, porque Tavi se lo exigió a Varisco como parte del acuerdo económico y político que habían formalizado meses antes.

 

Celis sabía que eso era más dinero, pero también mayor responsabilidad. Siempre se había movido en el circuito del negocio de la marihuana; eso era lo suyo desde principios de 2000. La cocaína era otra cosa y quien manejaba las principales transas de la droga en Paraná y en buena parte de la Entre Ríos era Elbio Gonzalo Caudana.

 

Tavino se acobardó con la exigencia varisquista. Con Caudana nunca tuvo relación; tampoco lo respetaba. Ni a él ni a su gente. Y si bien no desconocía que era un tipo violento, estaba dispuesto a enfrentarlo, porque el compromiso con Varisco era importante para su desarrollo. “Lo único que me preocupa es que debo conseguir la blanca lo antes posible”, comentó. Casi que estaba contra reloj. Y no tenía mayor margen para lograrla fuera de la provincia ni esperar traslado alguno, porque no iban a dar los tiempos y era demasiado peligroso. Los sistemas de control estaban un poco más severos y advertidos, en especial después del episodio de mediados de 2014, cuando detuvieron cerca de Rosario, con 20 kilos de cocaína, a uno de los choferes del entonces gobernador Sergio Urribarri. “Quieren ya la cocaína en la calle”, remarcó.

 

No le quedó otra que acudir a Los teros, comandados por los hermanos Barreto. Por esos días, eran cuatro narcos, siempre considerados muy hábiles, que operan su logística desde una vivienda ubicada en proximidades de calle Rondeau y más de una vez cayeron presos por drogas, pero también por lesiones, hurtos o violaciones de domicilio. Ellos siempre estuvieron en el negocio de la cocaína, desde 2010, en especial con droga proveniente de Rosario, esa ciudad copada por la peligrosa banda de Los Monos. Más de una vez los investigadores policiales habían avanzado en la relación de los Barreto con integrantes de la banda rosarina, quienes, supuestamente, habían oficiado de proveedores. Pero a Celis no le interesaba la procedencia.

 

El negocio para Tavi iba a estar en la reventa; servía también para hacer una buena diferencia económica.

--¿Pero quién dio la orden de este cambio de sustancia? –preguntó un allegado.

--El propio Sergio Varisco. Le aseguraron que los resultados serán otros. Que la cocaína beneficiará a todos. Los hará trabajar más a cada uno de los punteros.

 

Faltaban escasos días para las elecciones generales de 2015. Y la campaña era una sangría política. Había que ganarle como fuera a la intendenta Blanca Osuna, una mujer con historia peronista desde la década del ‘70, muy allegada a Cristina Fernández, pero también algo desgastada por los avatares de una gestión municipal. El empresario larroquenseAtilio Benedetti era el candidato a gobernador de Cambiemos y Varisco iba nuevamente por la intendencia, después del frustrado intento de 2007, cuando perdió con José Carlos Halle (PJ).

 

Celis empezó a recibir de sus proveedores del circuito de Paraná algo así como 5 o 6 kilos de cocaína por semana. Y no podía contener el comentario sobre cómo tenían que dividir cada cargamento que le acercaban, porque no dejaba de sorprenderlo: “Tres kilos van para Varisco y el resto para los punteros barriales. Esa es la orden”. No obstante, también acotaba: “Entiendo que Varisco le da parte de lo que le llega a su gente de estricta confianza. No es todo para él”, indicaba con cierta ironía y algo de sorpresa. Porque ya sabía sobre los gustos de quien podía ser el futuro intendente de la capital entrerriana por segunda vez.

 

*****

 

En el entorno varisquista, eran muy pocos los que sabían del pacto con el narcotráfico en esos días de 2015. No se podía hablar; era algo cerrado y con códigos mafiosos. No obstante, había quienes no desconocían de las prácticas ordenadas por Varisco desde fines de la década del ’90, cuando se ufanaban de ser “lo más parecido al peronismo”. Eso incluía, en cada campaña o elección, el reparto de dinero, bolsones de comidas y también marihuana, que fue lo que sumó el exintendente radical. El propio Varisco se lo reconoció, en 1998, a un reconocido dirigente paranaense. “¿Vos sabés que hasta tuvimos que repartir droga en algunos barrios, para ganar la elección?”, le dijo, sin ponerse colorado, en un día que caminaban por una zona del Parque Urquiza. Y a esa fórmula –por más que existan dirigentes a los que les moleste la aseveración-, los punteros barriales del varisquismo la repitieron en las elecciones posteriores, en cada oportunidad que se presentó. Obviamente, Varisco nunca lo reconoció. Ni antes, ni ahora, por su proceso de negación permanente e histórico, para adentro y hacia afuera. “Su madre siempre lo preparó para sacarse notas sobresalientes y nunca se bancó el fracaso. Si hay cosas que a él lo pueden perjudicar, nunca ocurrieron, por más que lo haya superado la realidad. Es la negación misma”, explicó un excompañero de militancia.

 

Por eso el reparto de cigarrillos de marihuana entre los punteros barriales, desde fines de los ’90, siempre lo hacían las mismas personas y lo conocían algunos pocos de su círculo más íntimo, familiar y partidario. “Si al peronismo le dio resultado este tipo de cosas, a mi también”, respondía a esos allegados directos.

Su hermano mayor Humberto Raúl Varisco no estaba de acuerdo con esa metodología. Se lo decía, pero no hacía una oposición férrea, porque lo entendía como “algo de la campaña y las elecciones”, que luego se dejaba de lado hasta otra instancia electoral. Humbertito –como siempre le dijeron, aunque mide cerca de dos metros- no desconocía que la figura política de su hermano iba creciendo poco a poco, en la medida que la estrella de su padre, Humberto Cayetano Varisco, se opacaba lentamente por el avance de la edad. Y no estaba dispuesto a ponerle freno alguno, porque luego él sacaba réditos del crecimiento de su hermano y de la imagen pública de su padre, el excampeón de ciclismo, con lauros internacionales.

 

El mayor de los Varisco primero fue secretario privado de don Humberto, en el período 1983/87. Cuando logró su segundo mandato en la comuna, a partir de 1995, Humbertito fue primero secretario de Obras Públicas y luego quedó al frente de Gobierno. Sin demasiada exposición pública, era figura clave en el armado político y el mundillo de los acuerdos económicos. Su hermano Sergio fue secretario privado de su padre y su madre, Magda Mastaglia, titular de Desarrollo Humano.

Humbertito siempre fue el hombre de los negocios de los Varisco. El encargado de hacer las operaciones millonarias con dinero público del municipio, lograr beneficios propios o bien para sus allegados directos. Uno de sus funcionarios más cercanos, después de la primera gestión de Sergio Varisco, terminó con 17 propiedades en su patrimonio. Y cuando ingresó apenas si tenía solamente una.

 

*****

 

--MiráVarisco, si vos no me dejás estar en el acto que organizamos nosotros, te juro que voy y te reviento a tiros donde estés. Y no hablo en joda.

El mensaje de texto le llegó al entonces candidato a intendente en las primeras horas de la tarde de ese fresco 17 de agosto de 2015 y fue el último que le envió, después de estar varios minutos intercambiando frases cada vez más subidas de tono.

 

Tavi Celis reaccionó de esa manera cuando Varisco le pidió, casi como impartiéndole una orden, que no apareciera en el acto proselitista del Movimiento Vecinalista del Oeste, liderado por el jefe narco. “Van a estar todos los medios, habrá muchas cámaras de fotos y de televisión registrando lo que suceda y van a buscar escracharte con nosotros”, le dijo y así provocó la reacción de Celis.

El SMS llegó un rato antes de que todos los militantes del MVO se congregaron en la puerta de la casa de Celis, en el barrio Antártida, para ir caminando hasta el club donde se haría el acto. Estaba previsto para las 20 y Celis los convocó dos horas antes. La decisión de que no apareciera se la comunicó en primer orden Pablo Hernández y ante la exigencia del jefe narco, fue el propio Varisco el que apareció en la grilla de mensajes.

La sorpresa se produjo cuando el dirigente radical se apersonó por la casa de Celis. Quería lograr un acercamiento con Tavi y terminar de convencerlo de que tenía razones de sobra para pedirle que no fuera al acto de campaña. Celis estaba tomando mate en la habitación cuando la empleada doméstica golpeó la puerta.

--Tavi, está Varisco en el ingreso de la casa y quiere hablar con vos- le dijo.

--Decile a ese hijo de puta que me deje de joder. Que no lo pienso atender después de lo que me dijo.

La mujer fue hasta la puerta y transmitió el mensaje de Celis, pero Varisco insistió con verlo e ingresó al domicilio sin pedir permiso. Tavi escuchó la voz del dirigente radical y salió raudamente de la habitación con una pistola 9 milímetros en su diestra. “Te voy a matar, hijo de puta; te voy a matar””, le dijo a los gritos, apuntándole a la cabeza, mientras Varisco se atajaba con sus manos. La mujer de Celis, Luciana Lemos, también salió a los gritos y a los manotazos en el aire, tratando de interceptar a su pareja. La situación no terminó de la peor forma porque la joven Lemos se desmayó por la tensa situación vivida y quedó tendida en el living de la casa.

 

Celis alzó en brazos a su mujer, llamó desesperadamente a Cristian Javier Silva, su mano derecha, y le ordenó que la trasladara urgente a la clínica más cercana. Celis se ubicó en el asiento trasero y fue con ellos hasta el sanatorio, pero nunca ingresó al lugar. Terminó internada en la desaparecida Clínica España, la más cercana a su vivienda. Los ánimos se calmaron, Varisco le dijo que había reflexionado y que fuera tranquilo al mitín. “Es el acto de ustedes; que organizaron con mucho esfuerzo y no podés estar ausente”, le remarcó, extendiéndole el brazo sobre el hombro a Celis.

 

Varisco retornó a su casa y los militantes del MVO fueron a ultimar los detalles del acto del 17 de agosto. A las dos horas apareció el candidato a intendente y se saludó con todos. Tavi trató en principio de pasar desapercibido, pero con la euforia del acto se fue presentando de modo solitario con los diferentes referentes de Cambiemos que concurrieron al lugar. “Soy Daniel Celis, el organizador de todo este acto”, les decía a cada uno de ellos. Muchos se sorprendieron y lo saludaron sin problemas, porque no lo conocían directamente. Otros, que habían leído en crónicas periodísticas sobre sus vinculaciones con el narcotráfico paranaense, no podían ocultar su asombro, pero siguieron como si nada y a lo sumo comentaron por lo bajo, sobre el referente que había sumado Varisco a la campaña. Incluso, cuando le preguntaron en el mismo acto al candidato, siempre respondió lo mismo: “Es un amigo y nos está dando una gran mano en toda esta barriada. Y está limpio; no tiene ninguna causa que nos perjudique. De eso también me encargué. Quédense tranquilos”, repetía, como si tuviera un casete grabado, que emitía esa frase al apretar la tecla play.

 

La mujer de Celis estuvo tres días internada. Cuando salió, cerca de las 11, le dijeron que a las 13 tenía que estar lista para acompañar a Tavi a un almuerzo algo cerrado que habían organizado en casa de Cristian Silva, en su vivienda del barrio 33 Orientales. Lo saliente era que iba a estar Varisco,  para demostrar que el acuerdo verbal estaba formalizado y que después del fuerte encontronazo, la buena relación era una realidad. Fue como si nunca hubiera pasado nada.

 

*****

 

Pablo Hernández fue clave en el armado del acuerdo político y económico entre Tavi Celis y Sergio Varisco. Lo habían intentado en el 2011, pero no les resultó. Hernández terminó un día en la casa de Celis, después de encontrarlo en una esquina del barrio San Agustín. Celis lo invitó a conversar y aprovechó la ocasión para pedirle que lo acompañara a Varisco en su candidatura a intendente. Celis todavía no tenía un prontuario que lo hiciera sobresalir en el mundillo del delito narco, pero ya contaba con antecedentes. Hernández no lo desconocía, porque en el barrio todo se sabía. Y más aún las cosas del narcotráfico.

Celis siempre se había mantenido con bajo perfil, salvo en 2010, cuando decidió mostrarse públicamente y, junto a dos amigos, para oficiar de representante de modelos locales que recién se iniciaban. Fue a través de un sello denominado Reacción Groupe, que tuvo escasa vida. Llegó a contratar a Verónica de la Canal para el diseño de la ropa a exhibir y terminar la selección de modelos, a las que les iba a abonar 1.500 pesos a cada una por su participación. Celis encabezó incluso una conferencia de prensa y diagramó el esquema de un megadesfile en las instalaciones del Club Echague, que no tuvo el éxito esperado pese a la promoción durante varios meses en diferentes medios. La denuncia periodística de la revista Análisis, que días antes del desfile publicó el tema en tapa, dejó al descubierto sus relaciones con el narcotráfico en los años anteriores, que no había sido señalado en los medios entrerrianos. Eso le provocó un significativo daño económico y lo llevó a suspender el espectáculo.

Celis pensaba ampliar su horizonte empresario en el negocio del modelaje, por dos aspectos: por un lado, desarrollarse como representante, a partir de su “capacidad y contactos”, lo que le determinaba suficiente liquidez de dinero para poder lavar la plata sucia de sus operaciones con la droga. Por otro lado, era una importante justificación para viajes futuros, principalmente a las provincias de Santa Fe, San Luis, La Pampa y el noreste, donde pensaba desarrollarse. Por esos días, Toxicología de la provincia hizo un trabajo conjunto con personal policial de La Pampa, para interceptarle un cargamento, pero el dato se filtró y no lo pudieron detener.

Ese frustrado encuentro en Echague fue el punto de partida para la relación de Celis con Luciana Lemos. La joven era empleada de una tienda de calle Bavio, tenía 20 años recién cumplidos y había empezado su carrera de modelo con una pequeña empresa de Paraná. Celis quedó encandilado con la belleza de Lemos y, de hecho, pidió que fuera una de las elegidas a subirse a la pasarela en el desfile que nunca ocurrió.

--Soy el que maneja todo esto; ya vas a ver que te haré crecer como modelo en este mundo. Será fascinante para vos y para nosotros –le dijo en los días previos, después que la confirmaron como participante.

Luciana sonrió, le agradeció y no le hizo mayores comentarios. Nunca más lo vio. Hija de un histórico empleado municipal y de una madre con muchos años en el Hospital San Martín, era también promotora de diferentes eventos. Durante varios años hizo un programa para niños en la FM Corazón, cuando funcionaba en la parroquia de Bajada Grande y la comandaba el padre Orlando Mattiassi, su fundador. En realidad, era su barrio; siempre creció en Puerto Sánchez e integró los Exploradores del colegio Don Bosco. “Dejad que los niños vengan a mí”, se llamaba el espacio en la radio. Lo hacía en el horario de la siesta y pasaba música entre la medianoche y las 5 de la mañana. El cura Mattiassi sentía un particular afecto por ella, porque notaba la respuesta positiva que su programa había logrado entre los niños del barrio con su programa radial. Los pibes enviaban notas o concurrían a participar del espacio. Lemos cantaba en el coro de la iglesia y ayudaba en las diferentes tareas de la parroquia. Había terminado la escuela primaria en la Escuela Estrada y si bien continuó el ciclo secundario en la ENET No. 5, no completó sus estudios. Soñaba con ser agente de la Policía de Entre Ríos o asistente social, pero no pudo concretar sus deseos.

Celis no podía ocultar su desazón cuando tuvo que suspender el encuentro de Echague y se encargó personalmente de comunicárselo a varias de las modelos convocadas.

--¿Es cierto lo que dice la revista sobre tus vinculaciones con el mundo narco? –preguntó una de ellas.

--Es todo mentira. Ya verán que se equivocaron conmigo. Me calumniaron y pagarán por ello. Yo invertí mucho dinero en esto y me denuncian con puras mentiras –respondió.

Celis ordenó que compraran todos los ejemplares de la revista Análisis, que lo mostraban en tapa. No quedó ni una en los kioskos de la capital entrerriana, pero no podía hacer nada para detener la difusión de la noticia por internet, más allá de que ningún medio de la ciudad se hizo eco de la denuncia periodística y de su gravedad. Algunos operadores mediáticos, que ya estaban muy cercanos a él, a cambio de importantes sumas de dinero, se encargaron de llamar a cada una de las empresas comunicacionales para que la nota de tapa no tuviera repercusión. Lo único que hizo Celis fue hablar a su abogado Guillermo Vartorelli y pedir derecho a réplica en la siguiente edición de la revista. La nota se pactó en el estudio jurídico de Vartorelli, en calle Laprida. El autor de la nota, Vartorelli y Celis fueron los únicos que dialogaron, grabador mediante, en ese estudio jurídico y lo hablado se transformó en un reportaje que fue publicado íntegramente en la siguiente edición de Análisis. Fue la única vez que se entabló una conversación con Celis. Nunca más hubo contacto; ni personal, ni telefónico; ni por mensajes, ni correos electrónicos; tampoco a través de terceros. Con el correr de las semanas se conocieron algunos seguimientos dispuestos por Celis y hasta fuertes advertencias trasladadas a vecinos, en proximidades del domicilio del autor del artículo o en lugares por donde sabía que podía transitar, para que se la transmitieran. Jamás se dejaron de denunciar las andanzas y negociados de Celis, ya sea por la revista, la radio, la tv o en dos libros sobre el accionar del narcotráfico en Entre Ríos.

 

*****

 

Luciana Lemos se sorprendió una mañana, cuando Celis llegó al negocio donde trabajaba. Había pasado casi un año desde la última vez que lo había visto. Desde entonces, empezó a ir casi día por medio a comprar cosas. Estaba claro que quería tener una relación con Lemos y estaba dispuesto a desplegar toda su estrategia de seducción.

--¿Seguís en el negocio de la moda? –le preguntó ella.

--Sí, ando viajando por todos lados los fines de semana, pero también comencé con la producción de músicos locales. ¿Vos no cantás? –inquirió, sorprendiendo con el interrogante.

--Sí, algo nomás. Estaba en el coro de la Iglesia.

--Bueno, yo te puedo transformar en una estrella de Paraná para el mundo.

Lemos lanzó una carcajada, pero también quedó pensando en la propuesta. Además del coro clerical, la joven había hecho cursos en la escuela de Mario Monti y tenía pasión por el canto.

A los pocos días Celis le dijo que tenía que ir a ensayar con un grupo musical que se podía armar, para hacer presentaciones y grabar algún material. En realidad fue ella quien coordinó el grupo. Lo hizo con pibes amigos del barrio, también vinculados a la iglesia, que se denominaban Los elegidos y eran muy queridos en la zona, por la tarea solidaria que desarrollaban. Y puso en marcha la historia.

Entendió que lo que se decía de él, con sus vinculaciones con el narcotráfico, “eran sólo habladurías sin sentido” –como alguna vez le dijo- y que solamente era un productor adinerado, dedicado a modelos y grupos musicales. La joven grabó videos para el canal de youtube y hasta cantó en algunos boliches, en los que aparecía como contratada musical. Al tiempo se enteró que, en verdad, quien hacía toda la maniobra era Celis: les pagaba al grupo musical y al boliche para que los contratara, pero era todo con dinero del jefe narco. Solamente para seducirla y enamorarla. Lo que en poco tiempo ocurrió.

Celis le ordenó a uno de sus allegados y dedicados a la construcción que le hiciera una casa de importantes dimensiones en la esquina de República de Siria y Don Segundo Sombra, a escasas cuadras del Club Sportivo Urquiza, para irse a vivir con Lemos en un futuro cercano. La costosa residencia ocupa media manzana y tiene acceso por tres lugares, por lo cual los más entendidos calculan que estaría valuada en no menos de 500 mil dólares. Fue terminada a fines de 2012, cuando Celis decidió irse a vivir con Luciana Lemos, quien se rindió a sus pies perdidamente. Tavi le demostraba poder, resolución inmediata a cualquier idea que se le ocurriera tanto a él como a ella; le brindaba gustos caros mostraba inversiones, inmuebles, automóviles y camionetas. “Dejá de trabajar en este local y vení a crecer conmigo en la vida”, le prometió. Lemos venía de un hogar muy humilde, de padres absolutamente trabajadores pero llenos de carencias toda la vida y de golpe se sintió como una reina. Le habían advertido incluso que a Celis le gustaban demasiado las mujeres, que ya era padre de varios hijos con diferentes señoritas y que tenía problemas de adicciones, pero la oferta era mucho mayor a las objeciones o críticas que se le planteaban a esa chica de apenas 21 años. Incluso, apenas arrancó su noviazgo tuvo que soportar las más variadas infidelidades o enamoramientos hasta absurdos, que Celis le hacía saber para demostrar su machismo y generarle celos. Como su afición por la modelo Pamela David, a quien intentó contratar en 2010, cuando actuó con una de las comparsas en Gualeguaychú. Un allegado de Celis, dueño de una conocida peluquería de Paraná y dedicado a la organización de algunos espectáculos, lo acompañó hasta la ciudad del sur entrerriano e intentó convencerla a la también conductora de tv para que se presentara en la capital entrerriana. Llegó hasta mostrarle que le pagaba por adelantado, pero ella no aceptó.

La vivienda de Celis cuenta con paredones de casi cuatro metros y portones muy seguros. Es una casa de dos plantas, varias habitaciones y espacios amplios. La habitación matrimonial era inmensa. Los hijos más chicos tenían lugares más reducidos y los del primer matrimonio disponían de tres departamentos del lado de adentro del amplio predio. Lo más saliente es el quincho, con capacidad para cerca de 100 personas sentadas cómodamente, con muebles de algarrobo y una amplia mesa redonda, donde en el medio hay un gran círculo giratorio, en el que se colocaban diferentes platos de comida y los comensales lo hacían girar para saborear esa variedad. Allí Celis hizo poner un televisor gigante, con equipo de sonido muy potente y luces que pueden ir cambiando si es necesario. Cuenta además con un patio grande y una cochera para seis automóviles. Disponía de tres empleadas domésticas, una persona fija para mantenimiento del lugar y dos individuos para seguridad, que a veces controlaban el lugar, pero también eran los que lo acompañaban cuando salía. No obstante, la casa dispone de por lo menos 10 cámaras con circuito cerrado, ubicadas estratégicamente dentro y fuera de la vivienda. Y Celis siempre ordenaba que todos los movimientos o visitas quedaran registrados en un archivo. Muchas veces hizo esconder ese material; en especial cuando desde la propia Policía le avisaban que iban a allanarle la mansión. Y la Justicia nunca llegó a esos videos, que podrían haber demostrado muchas relaciones negadas u ocultas durante los últimos ocho años; entre dirigentes políticos, sindicales y no pocos periodistas, que tenían una presencia casi semanal en su quincho.

En cada almuerzo o cena había un rito ordenado por Celis: siempre a la misma hora y con detalles muy marcados. Debía estar la mesa servida correctamente, con platos acordes para la entrada, el menú principal y el postre. Nadie podía llevar su celular a la mesa ni mirar televisión mientras se comía. Y había que cumplirlo a rajatablas; los mayores, los hijos y los invitados que podían acudir.

 

 

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