Paraná también tiene su historia de violencia ligada a jugadores de rugby

Martín Castrogiovanni

Martín Castrogiovanni en sus tiempos de juvenil y luego jugador profesional. Cumplió una probation por las golpizas de Año Nuevo de 2001 (Foto: Tercer Tiempo).

El asesinato de Fernando Báez Sosa, ocurrido en Villa Gesell, por el cual están acusados jugadores de rugby de la ciudad de Zárate, motivó que en diversos ámbitos se recordaran episodios de violencia vinculados a esa disciplina en Paraná.

Uno de los últimos hechos que tomó estado público se registró en 2011, cuando Paola Camisassa, una joven de 20 años, denunció en redes sociales que había sido golpeada en el boliche Zar por Javier Romero, de 28, jugador de rugby del Club Atlético Estudiantes (CAE). Circuló una foto del rostro de la chica con un hematoma y un derrame en el ojo izquierdo.

Según Camisassa, ella estaba conversando con un joven y comenzaron a discutir. Ella lo insultó e intervino Romero y le pegó una trompada. “Mis amigos me defendieron y uno recibió otra piña. También a una chica la empujó contra una barra y ahorcó a otro pibe que trató de ayudarla”, relató la joven en su momento, registró la agencia APF en ese momento.

Romero fue defendido por el abogado Leandro Dato, hoy fiscal de la Unidad de Violencia de Género. En el estudio del letrado, días más tarde, un grupo de amigos de Romero dialogó con la prensa y contó una versión diferente: según los chicos, Camisassa “le tiró un vaso de vino en la cara” a Romero y lo topó con el cuerpo.

“Javier reaccionó intentando sacársela de encima y la empujó. No fue un cachetazo ni mucho menos un golpe con el puño cerrado. Quizás al empujarla le golpeó la cara con la mano o con la punta de los dedos. Puede ser porque en las fotos se ve que tiene una lastimadura. Pero no es verdad que le haya pegado una trompada”, sostuvieron los amigos del joven acusado. La causa no llegó a juicio.

Violación

Seis años antes, en mayo 2005, una mujer que ejercía la prostitución denunció a nueve jugadores de rugby del Club Estudiantes por la presunta violación de ella y de otra trabajadora sexual. Contó al fiscal Héctor Godoy que el abuso sexual se produjo en una quinta de barrio Los Pipos adonde las mujeres llegaron tras ser contratadas para asistir a una celebración motivada en que uno de los deportistas se había recibido de kinesiólogo.

“Los hombres se negaron a pagar la suma de dinero pautada y, frente a la reticencia a participar de la fiesta privada, las mujeres fueron violadas en reiteradas oportunidades”, señalan las crónicas periodísticas de la época.

La investigación recayó en la jueza de Instrucción en turno, Marcela Badano, pero el caso no tuvo consecuencias penales, según se informó desde la institución deportiva.

Golpiza de Año Nuevo

“Agradezco el interés, pero ya está todo en el pasado y no quiero volver a recordar nada. Fue muy duro para mí”. La respuesta ante la consulta de El Diario corresponde a una de las víctimas de una serie de hechos violentos ocurridos en la noche de Año Nuevo de 2001 por los cuales también fueron acusados rugbiers del CAE.

Una patota de jugadores de entre 15 y 19 años atacó a dos grupos de jóvenes en esa madrugada festiva. “Si a mí me decían que nos podían agarrar entre 15 o 20 chicos hubiera pensado que era algo exagerado. Pero ahora tengo que decir que esas cosas suceden en Paraná”, dijo por entonces al diario Clarín Noel Bettler, uno de los denunciantes, que en ese momento tenía 24 años y sufrió fractura de peroné y debió someterse a una cirugía estética porque le hundieron el malar derecho.

Al joven le pegaron cuando estaba junto a tres amigos a tres cuadras de Casa de Gobierno. Habían llegado al lugar para disfrutar de una fiesta que anualmente se hacía en plena calle y todo se alteró cuando los agresores empezaron a molestar a sus novias. Según el matutino porteño, los intentos por disuadirlos resultaron en vano y, en cuestión de minutos, sin explicaciones, un joven le pegó un botellazo en la cabeza a uno de los chicos.

“Nos agarraron por separado y por cada uno de nosotros había cinco de ellos. Recuerdo que recibí las dos primeras piñas estando parado, pero después perdí el conocimiento”, recordó Bettler. Dos de sus amigos también quedaron inconscientes. Luego lograron subirse a la camioneta en la que habían llegado y uno de los agresores golpeó a otro de los chicos a través de la ventanilla y le quebró el tabique.

Bettler y sus amigos hicieron la denuncia en la comisaría octava. Días más tarde declararon ante el juzgado de Instrucción N° 2, a cargo de Jorge Barbagelata. El mismo destino tuvo otra denuncia conocida en horas siguientes respecto del mismo grupo de deportistas, pero por hechos ocurridos en un boliche ubicado en la costa.

Según testimonios recogidos por la Policía, en el lugar la patota de rugbiers desató una pelea horas después del ataque contra Bettler y sus amigos. La paliza terminó cuando intervino la Policía Montada.

El caso cobró notoriedad por la violencia ejercida y por ser algunos de los jóvenes acusados miembros de familias conocidas de la sociedad paranaense. Además, el único mayor de edad implicado fue Martín Castrogiovanni, quien por entonces tenía 19 años y ya era una de las estrellas de la institución deportiva.

Castrogiovanni desplegó una importante carrera en el rugby, especialmente a partir del año siguiente al ataque, cuando se nacionalizó italiano y se integró a la Selección Nacional de Rugby de ese país, con la que participó de cuatro mundiales.

Antes, en Paraná, defendido por los abogados Julio Federik y Leandro Ríos –ahora juez federal en la capital provincial–, acordó una probation en el marco de la causa que se inició en su contra por el delito de lesiones.

Patada mortal en la cancha de Rowing

El hecho de violencia en el rugby más resonante ocurrido en Paraná es, sin dudas, el que tuvo lugar en la cancha del Paraná Rowing Club el 9 de abril de 1983, en un partido amistoso que disputaron el equipo local contra Ateneo Inmaculada de la vecina ciudad de Santa Fe.

El hooker de Rowing, Luis Alberto Colliard, que tenía 27 años y trabajaba como reparador de techos, entró en el segundo tiempo. Durante el partido, le pegó una patada en la cabeza a Cayetano Luis Masi, jugador del equipo rival e hijo de un reconocido médico santafesino. El golpe en la región occipital izquierda de la cabeza mantuvo a Masi agonizante durante 19 días tras los cuales se produjo su muerte.

Se inició un proceso penal en el que intervino el fiscal Horacio Osti. El Rowing, que también fue demandado, estuvo representado por Santiago Reggiardo y José Lino Churruarín.

Los integrantes de la Cámara Primera del Crimen de Paraná consideraron que el golpe había sido ejecutado “para causar deliberadamente daño a la víctima” cuando ambos jugadores “se encontraban lejos de la acción del juego y de la pelota”. Dispusieron una condena de nueve años de prisión para el deportista. La familia de Masi, en tanto, perdió la demanda civil que había iniciado contra la institución deportiva.

El caso cobró repercusión nacional y el jugador condenado brindó numerosas entrevistas. Una de ellas fue realizada en la Unidad Penal 1 de Paraná por el periodista Ernesto Cherquis Bialo para la revista El Gráfico. “Saqué una patada estúpida de la que me arrepentí y no me alcanzará la vida para decirlo una y mil veces. Fue una acción de juego que pude haber evitado, pero que hice sin la menor intención de lesionar a Masi. Se lo dije a los jueces, pero no me creyeron”, contó Colliard a la señera revista deportiva porteña.

El jugador condenado estuvo tres años en la cárcel en un pabellón común. Luego, pasó a un régimen de salidas por el cual trabajaba fuera durante el día y volvía a la noche a dormir a su celda. En total, cumplió cuatro años y medio de condena. Al salir, retomó su trabajo de techista. También retornó al rugby: jugó con los veteranos del Rowing y dirigió a los infantiles.

“Hay que asumir la problemática”

Emilio Fouces es presidente del Club Atlético Estudiantes y durante ocho años condujo la subcomisión de rugby de la institución. Consultado por El Diario de Paraná, expresó: “Lógicamente nos preocupa, y mucho, este hecho que ocurrió en Villa Gesell. En los clubes se trabaja en la formación de los deportistas en valores como el respeto, la buena conducta, la no violencia, pero hay situaciones que escapan a lo que se pueda hacer dentro de la institución”.

Para Fouces, lo ocurrido en Gesell “no puede vincularse directamente con el deporte en sí”, al que considera “cada vez menos violento”, a partir de la modificación paulatina de las reglas del juego. “Es una disciplina de mucho contacto físico, pero las acciones violentas son duramente sancionadas”, graficó.

No obstante, el dirigente reconoció que “hay conductas que se han repetido en el tiempo de actitudes violentas de jugadores fuera de la cancha y es una problemática que hay que asumir, sin mirar para otro lado, viendo en qué se puede trabajar para revertirlas”.

Fouces remarcó que un elemento común que aparece en las situaciones de violencia es el consumo de alcohol y drogas. “Sobre esto trabajamos permanentemente en los clubes, en acciones de prevención”, indicó. También advirtió que “hace muchos años que no se presenta en el club ningún episodio de características violentas en forma grupal”.

“Asumimos la problemática y tratamos de prevenir porque una vez que ocurren los hechos hay cuestiones y cosas que no tienen solución, como en este caso lamentable en que lo mataron a Fernando y donde es tarde para hacer algo”, completó, antes de informar que en el club que conduce se han aplicado sanciones por hechos ocurrido fuera del ámbito deportivo.

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