Reflexión sobre las estaciones del año

Hay ciudades que las representan poéticamente. A Londres como tantas otras ciudades, les es esquivo el sol. El mismo sol que se queda abrazado al desierto pan árabe, a las salinas santiagueñas, o disputando la noche donde viven los esquimales, o en el faro del fin del mundo. Praga se inmortalizó en una primavera y el otoño tuvo su cuota de fama internacional en Nueva York, a pesar de que olvidaran musicalizarlo con Piazzolla.

Las estaciones tienen sus excepciones, y el pleno invierno lo justifica con el veranito de San Juan, y se desquita acechando la próxima primavera con la tormenta de Santa Rosa. Fenómenos que enseñan que nada es tan lineal ni esquemático, detalle que no tuvo presente en este rico país, un ministro de economía al no dudar en pronosticar que había que “pasar el invierno”. Sobrevivirlo significaría, según su máxima, la llegada salvadora, milagrosa, de la primavera. No recuerda, y no precisamente por falta de memoria, que eso sucediera, o que alguien le reprochara que no hubiera sucedido. Se recuerda lo que se ha vivido, no lo que se ha imaginado. Hay “frases célebres” que nadie osa discutir su autoría, y ésa es una de ellas.

Lo cierto es que la primavera goza de buen concepto, con sponsors solícitos, asesores de imágenes altamente positivos que intentan convencer a más de uno, que los setenta balcones de Baldomero se llenarán de flores. Ha de ser por eso que se encuentren dirigentes, que ingenuamente, crean que la primavera llega con ellos, y multiplican por dos, los tres meses que naturalmente le corresponde a tan bella estación.

Nadie se llama a engaño, y nadie cree posible vivir en el limbo, si no se le ha dicho adiós a los días más cortos del año y no se ha participado del picnic de bienvenida al primer día de primavera, día propicio para jurarse amor eterno. ¿Cuántas promesas pueden hacerse, pensando que se han de cumplirlas, sabiendo que muchas de ellas necesitarán más de cuatro años calendarios, para hacerlas realidad ? El día de primavera, es el primer día de la eternidad…
La primavera anticipada no significa que se ha salteado el invierno. No quita que algunos disfruten ignorándolo. Se ha dicho hasta convencer al más incrédulo de los agnósticos que el cambio sobrevendría inevitablemente. Otros han afirmado sin convicción, contradictoriamente, la continuidad de un proyecto. Lo cierto es que la gente recuerda cómo terminó la primavera en Praga y lamenta que luego se retornara al más crudo de los inviernos. Un sabio dijo acertadamente que quien se quema con leche, ve una vaca y llora… No es primavera, ni hay picnic que reúna cientos de almas para recibirla. El país del sur que también existe, tiene la convicción de merecerla. Tres meses son suficientes para aprontarse a vivir con dignidad, la próxima en la fecha que corresponde. Ha sido un verano caliente para mayorías y minorías, de altas sensaciones térmicas menguadas con paños tibios, sin dudas, insuficientes. Imposible pretender, que tan magro remedio, transforme el verano en primavera.

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Por José Federico Mastaglia (*)  

(Foto ilustrativa: Cedoc)

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