El periodista Antonio Tardelli.
Tirso Fiorotto
No es fácil entender al dos veces gobernador de Entre Ríos Sergio Alberto Montiel, y describirlo cuando los dilemas que enfrentó están vigentes, y cuando tantos protagonistas de la política del caudillo radical, al lado o enfrente, siguen expectantes.
Pueblo chico, infierno grande, se dirá. La historia de Montiel que acaba de publicar el periodista Antonio Tardelli nos pasea por un repertorio de claroscuros que abarca un siglo de política argentina, si consideramos que el estudioso escribe hoy sobre sucesos de ayer nomás, y que el padre de Sergio Alberto Montiel protagonizó con su muerte, atravesado por un balazo en la cabeza, los aciagos momentos posteriores al golpe de estado de 1930 contra Hipólito Yrigoyen.
Extenso e intenso, el libro recién salido del horno se titula sencillamente “Montiel”. Y lleva un subtítulo: “La biografía de un caudillo amado y odiado”.
Va por la política, la economía, el deporte; por la familia, la vida civil, la vida militar y sus imbricaciones. Va por los oficios diversos y por las distintas disciplinas que ayudan a pintar a un personaje en su salsa. El ensayo nos recuerda, por ahí, la comedia dramática “Atrápame si puedes”, dirigida por Spielberg, con Tom Hanks de policía y Leonardo Di Caprio de estafador: cuando el pescador cree que la tiene en sus manos, la anguila se le resbala.
¿Logra Antonio Tardelli encuadrar a Sergio Montiel en alguna de las categorías más o menos definidas de la política? Esta pregunta nos remite al juego múltiple que nos propone “Montiel”, como persona, claro; pero aquí estamos hablando del libro.
Electrocardiograma
A lo largo de 750 páginas nos sentimos invitados a conocer a un líder político, su familia, su formación, sus gustos, sus modos, sus estrategias, sus cualidades positivas y negativas, sus vínculos, sus logros y tropiezos. Siguiendo la vía del hombre y su región, vamos tanteando un tiempo y un mundo. Breves expresiones muestran al hombre; pequeñas circunstancias desnudan la política. Con Montiel es fácil ingresar a una época larga y cambiante, porque su vasta militancia abarca períodos militares y democráticos, socialdemócratas y neoliberales, pacíficos y violentos.
La obra nos muestra a una variedad de personajes y sectores que dialogan o compiten, con Montiel de pivote. En los asuntos del poder, el más lerdo agarra un ñandú al trote, se dirá. La política suele ser un juego sucio, y por ahí un ajedrez. Tardelli va por las verdades, y sabe que es complicado cuando se trata de lo más parecido a una partida de truco donde la transparencia no paga; pero nos deja algunas puntas sueltas para desenredar la madeja.
Como tantos protagonistas, Montiel es coherente en su propio trazo. Y se convierte en raya de electrocardiograma cuando el biógrafo lo pone a la par de otras líneas abordadas, o sintetizadas, por la sociología. El autor advierte, entonces, que de la teoría al hecho hay un campo, y que su biografiado se desfasa también en relación con sus contemporáneos.
Al personaje lo conocemos aquí por lo que es y por lo que no es, por lo que dice y por lo que hace. Lo conocemos por sí mismo y por su padre, sus hermanos, sus amigos, sus compartidarios, sus adversarios de otros partidos, sus aliados de ocasión. Lo conocemos por lo que pudo y no pudo, por lo que proyectó y lo que concretó. Entonces Tardelli enumera intenciones plausibles, frustradas o en veremos. ¿Vivió Montiel una ilusión estatista?
El asesinato de tres jóvenes en Paraná durante la represión de las manifestaciones sociales, cuando la caída del presidente Fernando de la Rúa, marcaron la declinación del caudillo. Entonces, el intérprete que examinaba a un hombre por el lado del paternalismo federal recalcula y prueba por la autocracia.
Ni esto ni aquello
La lectura nos ofrece otra arista no menos cautivante: la pericia de un avezado periodista en ejercicio (graduándose, con este ensayo, de Licenciado en Ciencia Política), que debe lidiar con una historia reciente, de anteayer nomás, protagonizada por numerosos personajes vigentes, con los que se encuentra en la vereda a diario.
Antonio Tardelli elige un camino lógico: presenta el panorama, deja hablar a los contrincantes; entonces el lector se siente cómodo en una historia contada con delicadeza, matizada, y gracias a su voz clara. Profesional de la radio, redacta para una lectura ágil, sencilla, y no cae en el vicio de las citas subreabundantes.
Sin dudas, en las presentaciones de este libro y en los mentideros de la política se escribirán en el aire otros libros no menos jugosos sobre el mismo asunto.
“Atrápame si puedes”, parece decirle a Tardelli un Montiel constitucionalista y profesor de leyes que fuerza la ley; un Montiel que se afilia al radicalismo aunque quedó huérfano a los tres años, víctima de los radicales; un Montiel defensor de las empresas del estado y por eso inscripto en una suerte de nacional-desarrollismo, y que deroga el Día de la Memoria, un símbolo que podría entrar en el mismo ámbito. Un Montiel formado en un partido, despreciando la partidocracia. Y como si fuera poco, un Montiel adaptándose a los momentos del mundo cambiante a través de las décadas, simpatizando, por ejemplo, con un Hugo Chávez latinoamericanista, estatista y populista, y reprimiendo a su vez las protestas sociales.
Amado y odiado: bien elegida la ambivalencia, para un personaje que cruza límites. En algunos tramos de sus gobiernos fue conocido como “díscolo”. Nombrar a Montiel equivalía a evocar al federalismo. Sin aferrarse a ninguna corriente nacional, Montiel fogoneaba un encuentro de las provincias del litoral con sus pares de Uruguay y Brasil (el famoso Crecenea). Eso recordó Tardelli al presentar la obra en Villaguay. Y admitió que esa tendencia fue abortada en otros gobiernos arrimados a Córdoba.
El autor del libro acude por ayuda al sociólogo Max Weber, y a poco advierte que su personaje no encaja en los cánones, o encaja en todos, según como se mire. ¿Sacará una conclusión? ¿O dejará que el personaje se pinte solo, en una línea propia?
Hay que leer esta obra. Basta decir que el político escurridizo rompe moldes. Cuando el autor finge que lo tiene contra la pared, apunta al mismo Montiel que se escapa con otra faceta y sorprende, cuando no irrita, a propios y extraños. Al mismo Max Weber se le quemarían quizá los papeles al analizar este caso.
Para quienes gustan de la política y sus intrigas, hay capítulos atrapantes. Toda la familia de Montiel interactúa en la vida política de la Argentina. Padres, hermanos, tíos. Mirando el nido no debiera sorprendernos el pichón.
Al autor le ayuda el contexto de su biografiado, porque el radicalismo mismo ha sido socialdemócrata, liberal, unitario, federal, en pocos años y a veces al mismo tiempo; y ha negociado sin rubores con la izquierda y con la derecha. Y porque su adversario principal, el peronismo, también ha ido por el Partido Comunista o por la UCeDé según los vientos del día; ha sido progresista y neoliberal, privatizador a ultranza y estatista, en pocos años y a veces con los mismos nombres. Ha practicado tanto el latinoamericanismo como las “relaciones carnales” con el imperio.
Entonces uno se pregunta si el escurridizo Di Caprio de esta película es Montiel o es la política argentina, de la que Montiel resulta una expresión genuina.
El libro de Antonio Tardelli evita el atajo. No toma como excusa esta complejidad con el fin de meter a todos en la misma bolsa. Nada de eso. Nombra a muchos, y no todos tienen carisma, no todos son corruptos, no todos estudian. Algunos son pragmáticos, algunos predecibles, algunos represores, algunos creativos. Pocos, muy pocos, dan para un libro.
(*): Nota publicada en UNO.



