La muerte del periodista se conoció este jueves en horas de la tarde.
Por Daniel Enz
El 7 de junio, el día del periodista, Adolfo Golz me llamó poco después del mediodía. "Espero que este no sea el último saludo", me dijo desde el teléfono de su casa y durante algunos minutos me contó de la caída que había tenido y las complicaciones que ello le había generado en su cuerpo. Fue la última vez que escuché su voz.
Adolfo tenía esa particularidad: caminaba no menos de 2 o 3 kilómetros por día por diferentes lugares de la ciudad, buscando cosas o ayudando a alguna gente con trámites que no podían hacer. Así de generoso fue cada día. Siempre estaba dispuesto a aportar algún material; dar ese dato preciso que se necesitaba para una nota o un capítulo de libro; corregir lo erróneo o aconsejar sobre tal o cual tema.
Adolfo siempre estaba y cuando uno se lo encontraba era inevitable que se cruzara para preguntar cómo estaba y le daba un beso. Era su forma de estar, de querer, de ser como el padre o el abuelo a quien acudir para su abrazo, su afecto, su palabra.
La salud de Adolfo, con sus 90 años, se fue complicando en los últimos días y ya no pudo retornar a su casa de calle Italia, ese lugar lleno de libros, de recuerdos y de historia de por aquí nomás. Se fue en un día patrio, quizás como lo soñó en algún momento. Lo extrañaremos cada día. Por buena persona, por generoso, por enseñarnos siempre. Chau Adolfo, gracias por tanto. Descansa en paz.