Los dos protagonistas se jugaban mucho y construyeron un primer tiempo tan aburrido como olvidable. La razón por la cual se vio poco fútbol fue que la presión de uno anuló la creatividad del otro y viceversa. Quilmes, con Cerro y Garnier a la cabeza, encimó constantemente al mediocampo del Albo, que tuvo a Sánchez y Barrientos para efectuar la misma función. Entonces, se impuso el roce y un juego dividido que ahuyentó emociones.
Como casi toda la energía se consumió en la presión, quedó muy poca nafta para pensar en atacar. El dueño de casa asustó con un centro de Vella que Matos no pudo conectar bien. Y el Cervecero soñó con un tiro libre que Diego Torres casi transforma en golazo. Caneo y Ortega, las usinas creativas, estuvieron apagados. En tanto, a Ereros y Torres, encargados del desborde y el vértigo, les faltó continuidad en sus embates.
Cambió muy poco en el mapa táctico del partido tras el descanso. En medio de la cerrada paridad, el visitante se arrimó un poco más a Cambiasso pero le faltó la contundencia de los anteriores duelos. A los siete minutos, Cerro se animó desde fuera del área y forzó una gran respuesta del arquero, quien poco después volvió a lucirse con una tapada. Por su parte, el Albo prescindió del apagado Ortega y buscó variantes con Grazzini.
Las urgencias se potenciaron en los últimos 15 minutos y por fin aparecieron las chances de gol claras. Entre los 35 y los 37 del complemento, Trípodi evitó un festejo de Grazzini y Cerro derrochó un gran contragolpe.
Lo podía ganar cualquiera y el que acertó fue el anfitrión. El ingresado Agustín Torassa conectó la pelota en el área tras un cabezazo de Matos y desató la algarabía del Albo, que se sacó de encima el fantasma del descenso directo y potenció su esperanza, señala TyC Sports.