Por Osvaldo A. Bodean
Sergio Urribarri fue elegido en 2007 por primera vez gobernador en elecciones anticipadas. Aunque tal vez le moleste recordarlo, fue una jugada ideada junto a su mentor político Jorge Busti. En el ajedrez de entonces, le convenía desdoblar y así se hizo.
En 2011 no desdobló. Las condiciones habían cambiado y lo mejor para los intereses del oficialismo era juntar las elecciones provinciales con las nacionales.
Según la versión publicada por Análisis Digital este miércoles, todo indicaría que en 2015 adelantarían los comicios.
Pero Urribarri, como disfrutando del juego, ni desmiente ni confirma: “No tenía noticias. No fue más que un trascendido”.
Como fuere, sea que adelante o que unifique, que nadie acuse a Urribarri de incoherente o de carecer de criterio. Muy por el contrario, el criterio es siempre el mismo: su conveniencia. Se vota en la fecha que más le convenga a él.
En el fútbol no admitiríamos cosa semejante. Imaginemos que en la definición de un torneo deben jugar River y Boca, pero en vez de estar estipulada la fecha en un fíxture previo, resulta que uno de los dos, Boca por ejemplo, tiene la potestad de fijar el día y la hora. ¡Inimaginable! ¡Hasta Bruno lideraría una revuelta del plantel millonario contra tamaña injusticia!
¿Cuándo Entre Ríos llevará adelante una reforma política seria y consistente que fije un calendario electoral propio y estable o bien la unificación definitiva con el nacional?
Se dirá -y es absolutamente cierto- que Entre Ríos no es la única provincia con semejante grado de arbitrariedad e imprevisibilidad. Muchas otras jurisdicciones hacen lo mismo. ¡Mal de muchos, consuelo de tontos!
Pero no es menos cierto que también hay ejemplos de que se pueden hacer las cosas de otro modo, fijando reglas electorales claras a las que todos se sometan. Por caso, nuestro vecino Uruguay, que hasta legisló el período de licencia obligatoria de los candidatos que ocupan cargos ejecutivos.
El zigzagueo y la ambigüedad extrema de Urribarri para decidir cuándo votaremos los entrerrianos en este 2015 no sólo molestó a los opositores, aunque algunos de ellos le hagan el juego con calculadores análisis de costos y beneficios. En su propio partido, muchos pre candidatos hace rato que mastican bronca en privado. Obvio, nunca en público. Ante los micrófonos abiertos se deshacen en elogios al líder indiscutido: lo que él decida será lo correcto.
“Que Urribarri marque la cancha”, pidió Enrique Cresto. El senador suele resaltar que la vieja política quedó atrás y ahora se gobierna por consenso y en equipo. Pero está visto que el verticalismo sigue vivito y coleando. De otro modo, la cancha tendría sus medidas estables fijadas de antemano y Cresto no necesitaría suplicar que el líder se pronuncie. Hasta resulta ridículo que aparezca dos por tres al lado de Urribarri en cuanto acto haya por allí y no sepa cuándo se vota.
No sólo la fecha ha sido un misterio que condicionó a propios y extraños. También el lugar de Urribarri en las listas y sus predilecciones para sucederlo en el sillón de Urquiza. Mientras no oficialice que se baja de su precandidatura presidencial, todos deben jurar que están a muerte con él, que son más urribarristas que el propio Urribarri, aunque mientras tanto ahonden las huellas del asfalto de las rutas que conducen hasta los bunkers de Scioli, Randazzo e incluso Massa, por las dudas.
De allí que no sea un dato menor que la versión publicada por Análisis Digital, fundada en “media docena de fuentes calificadas”, coloque a Urribarri a la cabeza de la lista de diputados provinciales, “de modo testimonial”.
¿Testimonial? ¿Qué quiere decir? ¿Será de mentiritas la candidatura? ¿Sólo figurará pero de ser electo no ocupará la banca, incumpliendo el mandato?
¡Pobre lengua española! Pensar que la expresión “dar testimonio” significa dar fe de algo, ser fiel a ese algo, cumplir, ser auténtico, no engañar...
Y si el concepto de democracia no cambió, el representante se debe al pueblo, que es el único mandante. A él debe ser fiel, a él no debe engañar, a él no le debe vender gato por liebre. Si le pide al pueblo el voto para diputado provincial, debe ser diputado provincial. Sería lo único honesto.
Si se confirma la versión, el gobernador necesitará paracaídas para atemperar semejante caída, desde las alturas del avioncito del “sueño (presidencial) entrerriano” hasta el subsuelo de una banca de diputado provincial, la misma que ocupó allá por los años 90, cuando Menem presidía el país.
Pero en el manual de la política de estos tiempos hay frases como para amortiguar el golpe, y que le servirá incluso para ir a parar a otros casilleros, como el de legislador nacional o, en el más optimista de los escenarios, como vice. “Voy a estar donde el proyecto me necesita”, por ejemplo. Tal vez, algo de eso se diga, a modo de justificación.
Lo que será más difícil de justificar, y no en los discursos sino en las rendiciones de cuenta que deberían exigírsele, son las fortunas de desconocido aunque imaginable origen usadas en su quimérica campaña.
Fuente: El Entre Ríos