De ANALISIS DIGITAL
La diputada provincial Rosario Romero argumentó su proyecto en base a la trayectoria, militancia y capacidad de Ratto, quién se destacó a lo largo de su corta vida durante finales del SXlX.
Teresa Ratto, en sus años de facultad integró el primer Centro de Estudiantes Universitario en la Historia de la educación argentina: el de la Facultad de Ciencias Médicas de la mencionada Universidad de Buenos Aires, creado en el mes de septiembre de 1900. Allí se relacionó con Cecilia Grierson, primera médica argentina con quien cimentó una sólida amistad, participando de la fundación del Centro de Universitarias Argentinas, organización precursora de los Derechos de la mujer. Se doctoró en medicina en 1903, convirtiéndose en la segunda médica del país y primera médica entrerriana.
De inmediato se puso a trabajar con esmero a pesar de que su salud se encontraba debilitada por las enfermedades contraídas en su juventud, las que minaban su cuerpo. Fue designada jefa de vacunación de la Asistencia Pública de Buenos Aires y terminó su labor como médica en su ciudad natal, Concepción del Uruguay.
La práctica de la medicina estuvo en Teresa Ratto dirigida a atender la salud de los más desprotegidos. Las epidemias de difteria y de viruela la encontraron trabajando para mitigar el dolor de sus pacientes con los recursos posibles para la época.
Primero en Buenos Aires y luego en Concepción del Uruguay desarrolló una intensa labor en la lucha contra enfermedades infecciosas contagiosas que asolaban la población de entonces.
Su salud quebrantada no permitió que su labor se extendiera por más tiempo. A los tres años de haberse recibido de Doctora en Medicina murió de peritonitis en la ciudad que la había visto nacer.
La joven médica había conseguido superar las barreras sociales impuestas a la mujer demostrando con inteligencia, decisión y conocimiento que era posible la superación basada en una clara vocación de servicio.
“Su alma era un nido de amor para la humanidad que sufría”, escribió Zubiaur, su “maestro, alumno y amigo”, como se definió en su despedida. El mismo Zubiaur es quien asegura que el doctorado no era en ella un objetivo de ambición personal, sino el mejor medio para desempeñar “la misión altruista que se había impuesto”.