El prólogo lo escribió la ambición de Independiente, que desde el pitazo inicial intentó jugar en campo rival y dominar. Pero luego de diez minutos de desgaste y toques cortos, la falta de profundidad borró aquello escrito con más ganas que fútbol. Defederico y Patito Rodríguez quedaron muy solos por las bandas, Núñez y Farías retrocedieron demasiado, y los laterales Tuzzio y Kruspzky no fueron explotados cuando se adelantaron. Quedó claro que para poder tomar las riendas no alcanza sólo con el entusiasmo.
Con su tradicional 4-4-2, el Santo cerró los caminos desde su trabajo colectivo y mostró como espada al movedizo Penco. Fue el ariete quien metió miedo al conectar un pelotazo largo desde la defensa. Enseguida respondió el Patito, que enganchó hacia el centro y probó a Pocrnjic. A partir de los 30, la cara del ambiguo Independiente recuperó el color gracias a Defederico, peligroso en los mano a mano y solidario a la hora de proponer sociedades. En el descuento, un cabezazo de Velázquez salió muy cerca.
En el complemento, San Martín logró controlar mejor a Defederico y, como consecuencia, Independiente perdió su única cuota de fútbol. Sin falta de ritmo, el Rojo fue una presa muy fácil para su aguerrido y voluntarioso rival. Los problemas se sumaron cuando Bogado y Poggi comenzaron a gravitar por las franjas. El primero complicó a Navarro a los 12 con un tiro desde lejos. Y el segundo tuvo protagonismo en la apertura del marcador, que llegó a los 16 tras un centro del volante y un toque de Caprari en el área, señala TyC Sports.
Ramón aplicó variantes luego de los 25, en una maniobra tardía. Parra y Fredes reemplazaron a Núñez y Pellerano, aunque el déficit ofensivo no se alteró. ¿Y el juvenil Benítez? Nunca se movió del banco. Encima, las tres emociones aisladas creadas no tuvieron final feliz. Defederico derrochó un contragolpe con aroma a empate. Luego llegó un slalom del Patito que fue cortado polémicamente. Después lo tuvo Farías de chilena. Y para cerrar una noche diabólica, Defederico vio la segunda amarilla. A San Martín le alcanzó con un planteo austero y una pizca de contundencia para arruinar el debut de un Diablo sin circuito de juego ni reacción anímica.