En el comienzo de la tarde, el clima en el Arthur Ashe no parecía el de una final. El público fue llegando a medida que avanzaba la tarde, a un partido que tenía un fuerte significado para el mundo del tenis por la llegada de nuevos protagonistas a lo más alto, pero que sentía la ausencia de las grandes estrellas -por primera vez desde Australia 2005, una final de Grand Slam no incluía a Roger Federer, Rafael Nadal o Novak Djokovic.
Cilic impuso condiciones de comienzo a fin. Intratable con su saque -ganó el 80 por ciento de los puntos que jugó con su primer servicio-, conectó 17 aces y condicionó el juego de un rival que nunca le encontró la vuelta a su potencia ni al viento que cruzaba la cancha central de Flushing Meadows.
Para alegría de los hinchas croatas, que se hicieron sentir con su aliento a pesar de ser clara minoría contra los japoneses, Cilic apenas aflojó su nivel cuando tuvo que cerrar el segundo set al momento de sacar 5-2. El nipón consiguió ahí único quiebre del partido, pero sus ilusiones se borraron de un plumazo, porque en el juego siguiente el croata le devolvió la moneda, y con un nuevo break se quedó con el parcial.
Apenas una hora y 54 minutos fueron necesarias para cerrar esta final inesperada. Cilic se quedó así con la gran alegría de su vida. “Es el fruto de un gran esfuerzo con todo mi equipo. Hoy jugué mejor que nunca”, afirmó el campeón luego de la victoria. Era imposible desmentirle, publica Clarín.
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