Luis María Serroels
Permanentemente los organismos internacionales dedicados a la salud humana advierten sobre el riesgo que entraña el tabaquismo, que no se agota en los que llevan un cigarrillo a la boca, sino que en un acto de arbitrariedad se traslada impunemente a aquéllos que, sin fumar, reciben el "obsequio" de elementos altamente nocivos (el denominado "tabaquismo pasivo" indica que en Argentina casi el 70 por ciento de niños y adolescentes aspiran habitualmente el humo que exhalan los demás, incluso en su propio hogar, siguiéndole Cuba en la triste estadística).
Sobre esta cuestión, entidades especializadas aportan un dato que mueve a una enorme inquietud: el tabaquismo pasivo puede generar abortos espontáneos, nacimientos con bajo peso y tumores, con una fuerte incidencia en la muerte súbita entre lactantes.
¿Qué productos conviven dentro de la simple actitud de llevar el cilindro a los labios, encenderlo, succionar profundamente y trasladar el humo hacia los pulmones? En ese humo se ha identificado una mezcla de 4.500 sustancias tóxicas que pueden provocar en los fumadores activos y pasivos enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, enfisema que dificulta la respiración (con mengua de la vida normal), cáncer de faringe, laringe, lengua y vejiga, pérdida de la visión y problemas circulatorios que pueden desembocar en la amputación de miembros inferiores.
"El tabaco contribuye a la pobreza a través de la pérdida de ingresos, pérdida de productividad, enfermedad y muerte". Así de sencilla y contundente es la reflexión efectuada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en procura de que se tome definitiva conciencia de los perjuicios que este vicio milenario ocasiona y que, inconcebiblemente, no encuentra una respuesta inteligente entre los que no se plantean la opción tabaco o vida.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) proporciona datos sobrecogedores: en el mundo hay 1,3 billones de fumadores cuyo 84 por ciento vive en países en desarrollo, con economías en transición (el 47,5 por ciento de los hombres y 10,3 por ciento de las mujeres practican este hábito). De ellos, son 13.500 los que fallecen diariamente a causa del tabaco, dándose el enorme contrasentido de que el uso de razón no le impide al hombre gastar dinero en un producto que lo puede llevar a la muerte o, como alternativa nada grata, disminuir sus facultades intelectuales, privarlo de prácticas deportivas y restarle oportunidades laborales que lo marginan, en medio de múltiples trastornos que hacen complicada y dolorosa su sobrevida.
Una barrera para lograr una mayor atención en los sectores de riesgo es que, como el soldado que dentro de una trinchera cree que el disparo letal alcanzará al de al lado, cada fumador piensa que el humo homicida lo afectará "al otro". Y cuando varios fuman en un reunión, no sólo se deben hacen cargo de su propio cigarrillo sino también del repotenciado daño de los que fuman a su alrededor.
Para muchos expertos, se trata de un veneno legalmente disponible y al alcance de todas las edades, con el agregado de enormes recursos que vuelcan las tabacaleras en mensajes engañosos para incentivar a los no iniciados y acentuar los niveles de consumo entre aquéllos que ya asumieron el vicio.
¿Puede entenderse que la profusa publicidad a favor del cigarrillo venga a veces asociada con el deporte, cuando es ésta disciplina la que lo tiene como un enemigo declarado?
Argentina y Chile son los países sudamericanos que encabezan el consumo, que se desglosa entre un 45 por ciento de varones y un 35 por ciento de las mujeres. Y en nuestro país, por motivos asociados al tabaquismo, unas 50.000 personas mueren anualmente (en 2002 fueron 5 millones las víctimas fatales en el mundo y la proyección realizada por la OMS lleva a que en 2030, si no se reduce drásticamente el consumo, serán 10 millones los fallecidos).
Un fumador enfrenta 10 veces más posibilidades de desarrollar cáncer de pulmón y el doble de padecer enfermedades cardíacas que un no fumador. Precisamente la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) es la cuarta causa de muerte y exclusiva del fumador.
Los fallecidos en nuestro país significan 5,6 personas por hora, 136 por día y unos 4.000 mensualmente, que sitúan la escalofriante cifra en 48.000 por año.
Hace una década, la industria tabacalera mundial produjo 2.000 millones de kilogramos de desechos y otros 210 millones de residuos químicos que afectan la salud de la población en todo el planeta.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
