-Compañeros. Jorge Busti fue desgranando la base territorial de su propuesta electoral. Así, fueron apareciendo los nombres de los intendentes de distintas localidades que han expresado su adhesión a la corriente interna, amasada a su antojo durante más de 20 años de protagonismo casi excluyente en la provincia de Entre Ríos. Con relación a los atributos y posibilidades de la fórmula que prohíja es escueto, no se explaya en detalles o en destacar virtudes, pero se muestra seguro, confiado. Es que en los dos actos importantes, el de Echagüe y el de Concordia, encontró razones para estarlo. No sólo por la masividad y el acompañamiento en la base y en la dirigencia. También por un elemento adicional que superó sus expectativas. Su ministro de Gobierno y candidato a sucederlo se plantó en el centro del ring con una solvencia que sorprendió a propios y extraños, ya que era una cuestión sobre la que no pocos dudaban. Por eso Busti señala su optimismo en que el alto grado de desconocimiento que tiene la ciudadanía entrerriana sobre su fórmula, termine trocando en mediciones muy favorables. En sus últimas declaraciones, Busti se permitió prefigurar el perfil que adoptará como estrategia de campaña. Volverá a repetir la metodología que puso en marcha en las elecciones para diputados nacionales en octubre del 2005. Se trata de comprometer fuertemente a la estructura del PJ y muy especialmente a los intendentes y legisladores. Apretar las marcas, como se dice en el fútbol, para desde ahí extraer los resultados electorales que se espera. Lógicamente que en el esquema de Busti toda esa dirigencia se limita al rol que él asigna. Podría decirse que hacen de “damas de compañía”. La centralidad es ocupada por el propio gobernador, y a fuerza de necesidad en cierto momento deberá traspasar ese dintel tan odioso para él, de quitarse del centro y dejar algún espacio para que luzca Urribarri. Demás esta decir, en esta propuesta no hay espacio para el debate acerca de qué hacer en un próximo gobierno.

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-Correligionarios. En el caso del radicalismo la crisis que lo embarga tiene sus puntos de contacto y sus diferencias con las que padecen a nivel nacional. La UCR provincial tiene sus divisiones y pujas internas, pero no parecen ser ellas la causa principal de una actualidad deprimente. En la última contienda electoral quedó en la mitad de lo que fueron sus niveles históricos de votos. Por más que algunos dirigentes de sectores internos opositores sostengan, en declaraciones altisonantes, que ha perdido predicamento, o que no controla más el Congreso partidario, la figura más activa de la UCR sigue siendo Sergio Alberto Montiel y eso lo dice casi todo. El ex gobernador mantiene un círculo de fieles que pueden escupirle el asado a cualquiera que ose diseñar alguna estrategia frentista de la UCR sin la anuencia del caudillo. Pero más allá de eso, el desprecio y el repudio en el resto de la sociedad son absolutos y viscerales. El otro referente, Sergio Fausto Varisco, no se ha hecho notar desde que fue electo diputado nacional. En alguna medida le ha caído encima la responsabilidad de haber sido protagonista directo de la elección más pobre en la historia del legendario partido. Por otra parte, desechó incursionar por el espacio que ofrecía la corriente que en la actualidad aparece como “Radicales K”. Por el contrario, sus posturas quedaron ubicadas en una línea crítica para con el gobierno de Néstor Kirchner sin por eso avanzar en una relación de aproximación a Lilita Carrió o Ricardo López Murphy como fórmula de darle cauce nacional a sus trajines locales. En estos momentos, fuera de que pretende disputar nuevamente la Intendencia de Paraná, no ha hecho trascender alineamientos con las posturas nacionales. La opción de volver a disputar el municipio paranaense es un síntoma de lo mal que se percibe el desempeño electoral del radicalismo en las próximas elecciones provinciales. Si se deja atrás las figuras de Montiel y Varisco, lo que queda es una galería larga de figuras de segundas líneas, cuyos movimientos y posiciones se corresponden con la intención de posicionarse internamente y, como se dice, sopar en los cargos institucionales que puedan sobrevivir luego de una batalla electoral que los toma mal parados.

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-Pitufos y otras yerbas. Una rápida mirada puede dar cuenta de que las incomodidades que afligen a la Concertación Entrerriana no son menores a las que padecen los correligionarios. Eso de padecer males iguales fuerza a pensar a Lucio Godoy sobre las conveniencias de una alianza con la UCR, o parte de ella. La idea se refuerza si se tiene en cuenta que fue un obstáculo en otros momentos, hoy parece tener el camino despejado. Los contactos sucedidos en los últimos días dejan entrever que los sectores radicales dispuestos a la confluencia con la Concertación no ponen en cuestión la candidatura de Emilio Martínez Garbino a gobernador, pues Sergio Varisco disputaría el municipio de Paraná, y no hay otra figura instalada en la provincia para enfrentar las elecciones de marzo próximo. La posibilidad de confluir en una alianza con el radicalismo, por muy tentadora que se presenta, no deja de abrir contradicciones muy fuertes hacia el interior de la Concertación. Esto de aparecer pegado a radicales presenta un inexorable parentesco con lo que fue la Alianza de Montiel y Fernando de la Rúa. Naturalmente que ello agita fuertemente las aguas de la fuerza que tiene a Emilio Martínez Garbino como principal referente. No hay que pensar mucho; se entiende que los militantes que se alejaron de las estructuras del PJ en una perspectiva de renovar el peronismo, luego de un resultado electoral bastante negativo en el 2005, esto de concluir en una alianza con el radicalismo, les debe resultar indigesto. Es como tirar los sueños al canasto de un incierto resultadismo electoral. “Les estamos regalando en bandeja excusas para que Busti nos endilgue a Montiel”, sostienen algunos.

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-El Resto del Mundo. Hasta el momento, Emilio Martínez Garbino aparece midiendo alto en las encuestas y sobre su figura se asientan los principales temores del gobierno. Sin embargo, la fortaleza del actual diputado nacional dependerá de cómo salde el proceso interno, especialmente en Gualeguaychú, y de las alianzas que pueda cerrar en los próximos días. Allí se estará definiendo buena parte de la polarización en la que puede derivar el proceso electoral. De ello dependerá con quién deberá pelear Sergio Urribarri para suceder a Jorge Busti. Paralelamente, habrá una fuerte puja entre los dos sectores que se disputan la representación del kirchnerismo e inmediatamente ligado a eso, el liderazgo del peronismo entrerriano. Si existen expectativas de que se renueve la actividad política en la provincia, Julio Solanas tiene las mayores posibilidades de capitalizarlas. El intendente de Paraná es una figura encarnada en el kirchnerismo de la primera vuelta. Si bien su gestión municipal presenta altibajos, ha sabido encontrar oxígeno político en una actitud tolerante y plural. En los corrillos de la actividad política se sabe que desde temprano el gobierno de Busti no escatimó formas de hostigamiento para con el intendente de Paraná en función de erosionar sus posibilidades de erigirse como el referente de una propuesta alternativa. El bustismo no sólo no ha conseguido impedir eso, sino que a pesar de ese hostigamiento, Solanas no cayó en la confrontación y en la denuncia.

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