-La continuidad. En lo que no deja de constituir una novedad, el candidato oficialista Sergio Urribarri apela -como principal latiguillo de campaña- a la necesidad de dar una “continuidad positiva” a la gestión del actual gobernador. La novedad estriba en que recurrentemente los entrerrianos hemos escuchado desde hace años apelaciones al “cambio”, nunca hasta ahora a una “continuidad”. Hasta el mismo Mario Moine planteó en 1991 los vientos de cambio de la mano de Jorge Busti y el furor empresarial que imponía la figura del entonces ministro de Economía menemista, Domingo Felipe Cavallo. Luego de la flamígera gobernación de Sergio Montiel, las expectativas sociales se despliegan desde pisos más bajos. Sobre ese plafón ventajoso la actual gestión supo generar un marco que le permite capitalizar provincialmente una parte de la recuperación económica, social y productiva de la Argentina. A eso le sumó un manejo más prolijo de las finanzas provinciales sobre la base del equilibrio fiscal y cierta dosis de apertura y diálogo con los distintos sectores sociales y sindicales. Con no mucho más que eso las mediciones a las que son tan afectos tanto el gobernador Busti como el Presidente Néstor Kirchner se obstinan en señalar que tanto la figura de los mandatarios como sus gestiones gozan de muy buena salud en la consideración popular. Lógicamente, el plano nacional se ubica varios puntos por encima (promediando, casi 20), pero igualmente la diferencia que Busti y su gobierno le sacan a la oposición entrerriana constituye numéricamente un abismo.
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-Avanza el enemigo. El relativo contraste entre provincia y Nación es uno de los vectores que busca capitalizar en su provecho el intendente de Paraná, Julio Solanas. El argumento más sólido que respalda esa pretensión tiene que ver con que fue uno de los dirigentes del justicialismo entrerriano que apostó por Néstor Kirchner en la primera vuelta, mientras varios hombres del bustismo -lo que incluye al propio Urribarri, más cerca de Adolfo Rodríguez Saá que del dirigente patagónico- ponían huevos en diferentes canastas, salvo honrosas excepciones. En ese sentido, se puede decir que Solanas ha hecho un esfuerzo por conectar la sintonía con que Kirchner se relaciona con la sociedad. Claro que de ahí a lograrlo para el gran público hay algo más que un paso. De todas maneras, ese perfil lo ubicó en la mira de algunos sectores militantes que, apoyados en la propuesta nacional del Presidente, buscan una alternativa a Jorge Busti en la provincia. Este razonamiento es válido también para encontrar las explicaciones al derrumbe de la propuesta que encabezaba Emilio Martínez Garbino. Aunque sus protagonistas se resistan a admitirlo, la Concertación Entrerriana se desvanece, aun cuando las encuestas ubican al actual diputado nacional opositor con una alta consideración personal en la entrerrianía. Pese a ello, la integración de su fuerza se desgrana día a día. En ese derrumbe algo que ver ha tenido la distancia que supo marcar Martínez Garbino frente al gobierno de Néstor Kirchner. También sus flirteos con Elisa Carrió primero y últimamente con la UCR. Por el contrario, Solanas fue despejando las dudas en relación con las convicciones de su juego. No se puede negar que incluso las alianzas con sectores tradicionales del justicialismo, como es el caso de los Cresto en Concordia o José Salim Jodor y su hijo en Gualeguay, lejos de restarle, lo han fortaleciendo. Con estos gestos Solanas emite fuertes mensajes tranquilizadores a quienes lo miran con afecto o que no logran un lugar en el esquema bustista. El mensaje central es que podrá ganar o podrá perder, pero que su construcción no deja lugar a dudas en cuanto a su continuidad, al menos hasta las elecciones generales de marzo. En ese tranco adiciona condimentos de audacia en una construcción que, de seguir así, tiene visos que van a hacer preocupar al oficialismo. El avance de la propuesta encabezada por el intendente de Paraná es innegable, y aunque el oficialismo se niegue a reconocerlo Solanas termina empinado como la opción a votar si no se quiere la continuidad del gobierno de Busti. Es cierto que por otro lado comienzan a aparecer signos perceptibles que tabican la construcción.
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-El péndulo presidencial. Cuando la carrera presidencial del 2003 entró en tiempo de definiciones, Jorge Busti descreía que el santacruceño tuviera alguna chance de llegar a ser Presidente. En su cabeza sólo cabía una remota posibilidad para Adolfo Rodríguez Saá, pero en el fondo estimaba que una nueva Presidencia de Carlos Menem era inexorable. El resultado lo desacomodó. A fuerza de instinto alcanzó a enviar una señal tranquilizadora eligiendo como compañero de fórmula a Guillermo Guastavino, cuando buena parte de las fichas estaban para Emilio Castrillón -el paceño que está a un paso de convertirse en vocal del Superior Tribunal de Justicia, pese a ser el pliego más cuestionado en la historia democrática desde 1983 a la fecha- o el diamantino Raúl Abraham Taleb, a quien luego hubo que conformarlo con un cargo de embajador en La Habana (Cuba). Pero lejos estaba ese gesto de satisfacer a un Presidente que está lejos de ser como el último Juan Domingo Perón, un “león herbívoro”. Su visión cortoplacista de la política le indicaba que toda la movida transformadora que prometía el pingüino era jarabe de pico y que de última terminaría en el chapucerismo como él. Se equivocó, la altísima legitimidad que fue amasando Kirchner lo amilanó cuando en más de una oportunidad fue recibido con frío polar. Después de todo, él también había pertenecido a aquella Juventud Maravillosa. Buscó dar respuesta a esa situación desde el mismo lugar y saber que tanto lo caracteriza, el tactiqueo. Así es como imaginó un pacto: Kirchner en la Nación, Jorge Busti en Entre Ríos. A Kirchner le ofrendaba los cargos electivos nacionales mientras en la provincia el dominio absoluto quedaba en sus manos. Pero desde aquella recordada aparición en 1986 -cuando le levantó la mano y exclamó que Menem era su candidato a Presidente, para luego terminar apoyando a Antonio Cafiero, dos años después- para acá son muchos los pesos pesados que han aprendido a desconfiar de las fidelidades del mandatario entrerriano. El actual Presidente no escapa a esa caracterización. La relación entre ambos pasó por diferentes etapas y recurrentemente Kirchner dio señales de que el andar de Busti le resultaba poco confiable. El propio mandatario nacional ha reconocido en reserva que tomó conocimiento del desdoblamiento del proceso electoral en nuestra provincia por los medios de comunicación. Ello lo impacientó y una vez más lo mal dispuso con Busti. El rápido reflejo de eso fue la recepción del intendente de Paraná, Julio Solanas, para charlar a solas durante más de una hora con el Presidente y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrili. Transcurridos los días y zarandeada la situación se aclaran las aguas. Como era de prever, el Presidente Kirchner hace su juego e intenta mantener una neutralidad frente a los intereses encontrados en el justicialismo entrerriano. Es que necesita, como la tierra al agua, mantener el control de la situación sin malquistarse con nadie. De esa manera busca que, más allá de los resultados que deparen las elecciones provinciales, el justicialismo en su conjunto acompañe su candidatura en octubre del año próximo. Para eso comenzó a desplegar su estrategia pendular. Un poco para acá, un poco para allá.
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