De jugador de fútbol a séptimo Iracundo

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José María Avellaneda, el paranaense que estuvo el debut de Diego Maradona

Marcelo Comas

En su casa de calle Tucumán se armó la charla con José María Avellaneda, de 56 años, más conocido como Pepe, propietario de una verborragia a prueba de balas y uno de los mejores jugadores marcadores de punta que entregó la cantera del fútbol doméstico. Hoy es el conductor del programa radial Por siempre Iracundos, que se emite por una FM de la capital provincial. Su pasado como jugador de fútbol acredita muchas anécdotas y recuerdos imborrables que lo constituyen en uno de los referentes de Paraná a la hora de hablar del deporte más popular en la Argentina. A ocho días de cumplirse 30 años del debut de Diego Armando Maradona en Primera División, el ex Patronato, River, Sportivo Belgrano de San Francisco y Talleres de Córdoba, entre otros, rememora ese hecho que marcó a fuego la historia del fútbol mundial, porque él puede decir: “Yo jugué al lado del Diego cuando tuvo su bautismo de fuego en la máxima categoría”, en ocasión de defender la camiseta de la T cordobesa. Hoy dice sentirse poco reconocido en su ciudad natal, porque no es “profeta en su tierra”, siendo que no se considera dueño de ese halago, por más trayectoria que tenga sobre sus espaldas.

Se notaban las ganas que tenía de descargarse ante un micrófono, dado que desde su retiro en 1976, sus anécdotas en el fútbol se las transmitía a amigos y allegados. En su domicilio recibió a ANALISIS con la amabilidad que lo caracteriza y enseguida mostró un enorme afiche que promociona la presentación de Los Iracundos el 13 de noviembre en el Teatro 3 de Febrero. Y esto tiene su explicación en el fanatismo que tiene el protagonista de la nota por el sexteto que inmortalizaron Va cayendo una lágrima en tu mejilla y otros éxitos de la década del ‘60. Entre sus recuerdos, el ex futbolista desempolva viejos retratos de su época de gloria en el balompié profesional, tal el caso de un cuadro con la formación del Talleres de Córdoba de 1976, en el que sobresalen figuras de la talla de Valencia y Baley, todos ellos dirigidos por el legendario Ángel Omar Labruna. El intercambio no se detiene, el protagonista de aquellos buenos viejos tiempos relata sus vivencias siguiendo un orden cronológico que quizás tenga que ver con su necesidad de empezar un rompecabezas al que todavía le faltan piezas. Pasen y vean la intimidad de una gran persona en el deporte y en la vida.

-¿Qué puede contar acerca de sus inicios en el fútbol?
-Lo podés resumir diciendo “de jugador de fútbol a séptimo integrante de Los Iracundos”. Por Los Iracundos eran seis, no es cierto, y yo he visto a ese grupo desde que tengo 15 años, en total concurrí a 129 recitales en vivo.

-¿Por qué ese fanatismo por la banda?
-Porque me gustaban, en esa época estaban de moda ellos y después la vida me llevó a iniciar una amistad con ellos, de los hermanos Franco y de los que le dieron continuidad en el tiempo al conjunto.

-Volvamos a sus comienzos en el fútbol.
-Mis primeras armas las hice en Patronato porque mi padre supo jugar sus últimos años como futbolista en la entidad del Barrio Tiro Federal, entonces teníamos que seguir la tradición paterna. Lo mismo que mi hermano, que jugó en Paraná, también vistió la casaca rojinegra: Fofito Avellaneda. Empecé en Sexta División, fui cumpliendo etapas y avanzando hasta llegar a la Quinta, Cuarta y a los 15 años debuto en Primera. Corría en ese momento el año 1965 y el partido se disputó en la vieja cancha del Club Talleres. Compartía plantel con La Lechona Bialle, Garay, El Cabezón Escalada, el hijo de Lell. En una práctica que realizamos un viernes entre la Cuarta y la Primera de Patronato, yo me desempeñaba de central, después la vida -en su etapa en River- me llevó a jugar de marcador de punta. A pesar de mi poca altura, con 1,67 metros que tengo, saltaba mucho. Ese día del entrenamiento se lesiona uno de los centrales de Patronato: en esa posición se encontraban Pepe Pratto y el otro era Sirirí Ramírez. Este último se lesiona, entonces Cacho Dubroca, que era el técnico en ese entonces, no tenía otra opción para reemplazar a ese jugador, por lo cual me cita a mí para jugar en la Primera. Mi estreno fue ante Talleres en su cancha; cuando llegué al vestuario tenía un jabón de aquellos, porque debutar en esa época era algo especial. En esa oportunidad, el combinado santo poseía una vestimenta del Real Madrid que fuera regalada por un ex integrante del plantel, que luego pasó al equipo merengue: Roque Olsen.

-¿Algún dato en particular que recuerde de ese partido?
-Luego de jugar debíamos pasar por Tesorería, puesto que a los jugadores de Primera se les pagaba un premio. Y a mí ese dinero me alcanzó para comprarme un saco cruzado de color borravino comprado en un comercio donde se ubica Calzados Centro en la actualidad y en ese entonces se llamaba Hidalgo Solá. Y en esa época mi padre tenía cuenta en ese negocio, pero resulta que cuando a mí me gustaba algo él imponía su parecer y terminaba vistiendo indumentaria de su preferencia; te estoy hablando de 40 años atrás, hoy no existe eso. Entonces, cuando Patronato le gana a Talleres, voy, me baño y paso por Tesorería, como un jugador más, y me abonaron el partido. Y me acuerdo que al día siguiente a la tarde, era un lunes, me fui hasta Hidalgo Solá y me compré el saco cruzado que a mí me gustaba. Era para usarlo con un jean, con lindos zapatos y para los sábados a la noche para verla a la que te dije (señala irónicamente a su mujer, Lala de Avellaneda, entre risas). Con el resto del dinero se me ocurrió ir hasta una disquería que se encuentra en proximidades de Stone, la famosa Casa Breyer, que en ese tiempo poseía cabinas para escuchar discos. Me gustaba un cantante que me daba vuelta la cabeza, el cual se escuchaba en todas las AM, llamado Triny López, un músico mexicano. Por eso, con lo que me quedó del premio me compré un disco de Triny, que luego disfruté en el viejo Wincofón de mi casa.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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