M. C.
Desde estas líneas siempre se ha tratado de promover el desarrollo del fútbol del Club Patronato en todas sus esferas. Sin embargo, asistimos actualmente a un total desconcierto y es que no se han respetado los tiempos establecidos con un entrenador netamente abocado al trabajo como lo fue Luis Murúa. Es cierto, los últimos resultados no avalaban su tarea como entrenador de la entidad del Tiro Federal, pero el que no reconozca la semilla que dejó plantada el chubutense en el club estará siendo deshonesto consigo mismo. El hombre apostó desde un principio al rodaje de jugadores locales (las nuevas camadas vienen pidiendo a gritos su oportunidad), la implementación de tres vestuarios y una interesante puesta en práctica de ejercicios tácticos poco utilizados por técnicos anteriores. En su primer campeonato como responsable técnico Murúa estuvo a punto de lograr el ascenso al Torneo Argentino A, aunque esa oportunidad se escapó ante Rivadavia de Lincoln en serie de penales que determinaron la eliminación del Santo.
Después el proceso se tornó más complicado, ya que el equipo no rendía lo mismo y acusaba falencias notorias en distintas líneas. Entonces todas las miradas recaían sobre el entrenador chubutense y sin que él se lo propusiera, inició una guerra dialéctica con la dirigencia -exceptuando siempre al presidente Miguel Hollmann- en la que se exponía a roces permanentes y a veces hasta incluía al simpatizante en ese juego peligroso de palabras hirientes. La relación ya no era la misma.
Un año y medio duró el proceso de Luis Murúa al frente de Patronato. ¿Qué se le puede criticar al Pity? Su apego a un esquema táctico que solamente le rindió frutos en su primera etapa dentro de la institución. El 4-4-2 clásico que utilizó a lo largo de todo un campeonato hacía de Patronato un equipo aguerrido en todas las canchas y con gran solvencia defensiva. Cuando se escabulló la clasificación a la final de los play offs ante Rivadavia de Lincoln, también se diluía en parte la confianza hacia Murúa y su propuesta dentro del campo de juego.
En su segunda etapa quiso imprimir una mayor dinámica con la presencia de hombres con buen pie, concentrado la mayor atención en el arco contrario. Si bien en algunos cotejos la fórmula funcionaba, se evidenció falta de equilibrio en el mediocampo y la última línea. Fue así que los constantes cambios perjudicaron el andamiaje y la solidez defensiva comenzaba a cambiarse por falencias que ya nadie podía disimular.
El resultado de estas fluctuaciones: se obtuvo como balance de la campaña una nueva frustración, sin ni siquiera haber logrado la clasificación a la etapa final. La relación dirigentes-cuerpo técnico pendía de un hilo, si hasta por lo bajo se aseguraba que lo que mantenía al sureño en el cargo era el respaldo que le dispensaba Miguel Hollmann en su función de presidente y el grueso del plantel. El inicio del Clausura y la ida de baluartes presentes en el anterior proceso terminaron por restarle esa cuota de experiencia y voz de mando que el equipo necesita en pasajes complicados. Y otra se reformula la pregunta: ¿por qué se lo desafecta a Silvio Azoge? Un gran error de Murúa que nunca reconoció que tuvo que limpiar al zaguero por expreso pedido de los directivos. Claro, en su defensa esgrimía el hecho de que la ida del ex Colón permitiría darle “pista” a juveniles del club, tal el caso de Marcos Minetti, y minutos de titularidad a Ramiro Santa María.
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