C. C.
Una poesía con lenguaje fresco y poderoso en significaciones, cimentada además en el espíritu de algunos clásicos de todos los tiempos, se conjuga en una reciente obra. Hace pocos días, la joven paranaense Tamara Melania Demiryi publicó su primer libro de poemas, titulado Acróbata de mí. Un título que concentra mucha fuerza simbólica y que llama urgente a reunirse con estas páginas para ver de qué se trata.
Mediante un acto en el Círculo Médico, su presentación en sociedad fue un paso más del Proyecto Jóvenes Poetas Entrerrianos, que lleva adelante la productora editorial Tráfico de Arte, que conduce Fortunato Galizzi. La poetisa de 24 años, estudiante avanzada de la carrera de Abogacía, hace posible que arte y leyes coexistan en su mundo particular sin ningún tipo de contradicción. En el 2005 obtuvo el Primer Premio de Poesía en el Concurso Nuevos Autores, que organiza la Editorial de Entre Ríos, dependiente de la Subsecretaría de Cultura provincial.
Representante de una nueva generación de escritores locales, Demiryi instaló con este libro una pista más para pensar cómo, en la actualidad, se pueden buscar nuevas sensaciones en el vértigo que propone eternamente la poesía. Una poesía urbana, intensa y atravesada por pensamientos universales si se quiere. La autora de Acróbata de mí dialogó en forma exclusiva con ANALISIS para contar parte de la trastienda del alma de una escritora.
-¿Cuándo empezaste a escribir, hubo algo en especial que te motivó?
-Recuerdo que tenía 6, 7 años y las palabras me producían entonces una fascinación secreta, había un encanto en el sonido, en la incertidumbre del significado, en la posibilidad de lo desconocido. Cada vez que encontraba un vocablo que ejercía esa fuerza, tenía que correr a desentrañarlo y luego a escribirlo, a situarlo, a registrarlo para mí. Comencé a escribir y lo hice en forma de poemas alrededor de los 13 años, y lo que sea que haya obrado como desencadenante continúa siendo un misterio para mí. Lo que sí sé es que contribuyó a que eso despertara el hecho de que mis padres me incentivaran incesantemente cada vez que les acercaba algún que otro trazo para que leyeran; también fue fundamental el apoyo que recibiera por parte de mis profesores durante la época del colegio secundario. En momentos en que uno se sentía amurallado por la innegable necesidad de transmitir y a la vez por el desconcierto, esas circunstancias que evoco y el disponer de una surtida biblioteca en la que el acceso corría exclusivamente por mi cuenta fueron factores que determinaron esta feliz inclinación.
-Mencionás a Dostoievski en el poema que circuló para la promoción de la presentación del libro. ¿Cuáles son tus influencias?
-Cuando uno habla de influencias teme cometer alguna injusticia con el o los autores que invoca. Por otra parte, me parece un juego interesante para proponer a quien tenga oportunidad de leer Acróbata de mí el detectar a lo largo de las líneas que lo componen el sedimento que la lectura de otros nos va dejando. Si de mencionar a aquellos por los cuales uno fue ingresando -y se fue alojando- en este fantástico mundo que es la literatura se trata, y gracias a quienes siguen creyendo en el arte, en el hombre, debo citar a Rimbaud, Artaud, Baudelaire, Dostoievski, Yourcenar, Vretakos, Marechal, Borges, Girondo, Pizarnik, entre otros.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)