Los caprichos cuestan caro

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Todavía el Estado está pagando por una draga que se compró en 1984 y nunca se construyó

Hugo Remedi

La corrupción y la desidia necesitan de ámbitos favorables para moverse de otro modo no existirían. La primera obviamente, tiene un mayor encanto mediático que sirve para saciar los paladares más morbosos. Sin embargo, la desidia es tan brutal en sus consecuencias como pueden serlo los hechos delictivos. Para ejemplo basta un botón aseguran, los entrerrianos compraron una draga en 1984 cotizada en varios millones de pesos que nunca terminó de construirse pero que además, continúa generando gastos de alquiler en medio de un juicio de nunca acabar. El jueves pasado se hizo un nuevo pago de casi 35.000 pesos en concepto de alquiler y otros items y si no se resuelve el tema prontamente el estado deberá continuar erogando plata. La conjetura más recurrente llega al extremo de analizar que hundir los pedazos que quedan de ella tal vez sería lo más beneficioso para la provincia. Hoy, ya a 24 años de este despropósito nadie tiene la culpa o si, pero quienes lo sean por cierto, gozan de impunidad.

Venderla, traerla o hundirla son las alternativas que quedan para darle un destino definitivo a una draga -o retazos de ella- que el estado entrerriano compró durante el año 1984 y que jamás terminó de construirse.

¡...! ¿Comprada en 1984?, se preguntará en un primer momento, quien lea esta nota. Y agregará seguramente, ¡será en 2004! Pues no, amigo lector leyó bien: 1984. Y por ello, tendrá que conformarse luego con saber que el dato es absolutamente certero, para mayor pena de la noble resignación social.

Insisto, la provincia de Entre Ríos compró una draga cuando amanecía el retorno democrático a nuestro país. Y, por aquellos avatares del destino, como suele disfrazarse a los disparates, aún hoy, a 24 años de aquella feliz idea, la iniciativa de incorporar una draga al estado provincial continúa siendo una verdadera carga explosiva para el erario público de los entrerrianos, que siguen pagando por algo que no le da la más mínima utilidad a la provincia.

La historia efectivamente comienza en 1984. El entonces gobernador radical Sergio Montiel, al mando de la provincia y con toda la euforia de un radicalismo para 100 años como se proclamaba entonces, decide hacer construir una Draga, pontón habitación y pontón servicio, para sumar a las dos existentes en Entre Ríos.

Las dragas ejecutan trabajos para mantenimiento de las vías navegables y dársenas, para realizar tareas de refulado para escuelas y viviendas, mantenimiento de playas, etcétera.

Una de las dos dragas que tenía la provincia en aquel entonces tenía 50 años de uso aproximadamente y necesitaba permanente mantenimiento y su situación se agravaba a la hora de conseguir repuestos para su reparación ya que muchos de ellos no se fabricaban más. Por eso, en algún momento del trámite se advirtió que terminar de construir la embarcación cuestionada en su tramitación traería aparejado más beneficios que continuar manteniendo la vetusta draga en poder de la provincia de Entre Ríos.

Dejar en el pasado la noche trágica del proceso militar, permitió abrir las puertas de un proceso democrático liberador y de nuevas ideas. La compra de una draga fue una de ellas. Y así fue que Montiel, entendió que para plasmar un proyecto de provincia abarcativo, integrador y productivo una de las cosas que había que resolver era la plena navegación de los ríos provinciales y para cumplir con ese objetivo, la incorporación de nuevo equipamiento era fundamental. Así, se comenzó a gestar la compra de la draga, convirtiéndose en definitiva, en una de las primeras medidas fuertes que tomó el entonces gobierno provincial.

Un parto de nalgas

Es así que a través de la licitación pública número 3 del año 1984, el estado entrerriano encarga a la empresa Astar SA la construcción de la draga en buenos Aires. Luego de varias idas y vueltas y en medio de los gobiernos que le fueron sucediendo a Montiel (primera gestión de Jorge Busti y gran parte del gobierno de Mario Moine) la empresa Astar SA entró en concurso preventivo en primera instancia y finalmente quebró en el año 1994 quiebra que se tramita en San Isidro bajo la carátula, “Argentinos Río de la Plata SA s/quiebra”.

A 10 años del inicio de la relación contractual entonces, la draga aún no se había terminado de construir, la empresa oferente quebró, y el estado encima sufría reclamos por falta de pagos.

Del trámite surge que en noviembre de 2004 la Dirección de Hidráulica de la provincia emite un informe tras una inspección realizada casi dos años antes, el 19 de julio de 2002.

Evidentemente, y aunque no genere tanto estruendo mediático, la desidia es tan brutal como la corrupción en sus consecuencia y este tema de la draga, es por cierto uno de los casos más emblemáticos en ese sentido.

En el escrito el ingeniero Rodolfo Montero, menciona que la mayoría de las partes componentes de la draga, que se encuentran en el depósito judicial están a la intemperie expuestos a la acción de los agentes climatológicos con el consiguiente deterioro de los mismos, con excepción -advierte- de los motores y dos cajones con partes componentes de estos.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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