-El Festín de la Convertibilidad. De la mano de Domingo Cavallo y el ministro Roberto Dromi, el capital financiero más concentrado monitoreaba la puja distributiva entre los grandes grupos económicos. El gobierno de Carlos Menem abría el remate de las empresas públicas. Ferrocarriles, YPF, Entel -que ejercía el monopolio del Estado en comunicación telefónica-, Aerolíneas y Austral, las dos líneas aéreas, pasaban a manos del capital privado nacional y extranjero. A través del sistema de privatizaciones que se supo articular, las cúpulas del mundo económico financiero local, argentino y multinacional pasaron a manejar un cuantioso nivel de ganancias. La Convertibilidad que establecía la relación de un peso igual un dólar era el emblema de una matriz económica que garantizaba la hegemonía del sector financiero en el funcionamiento del sistema. En el año 1991, en medio de la campaña para renovar parcialmente la Cámara de Diputados Nacional, en la Bolsa de Comercio las acciones de las empresas privatizadas alcanzaban explosivos niveles de ganancias.
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-Escraches y piquetes. Por cierto que en ese voluptuoso espectáculo donde el neoconservadurismo de Carlos Menem no parecía tener límites, la prisión de los responsables del genocidio de la Argentina, las tres Juntas de Comandantes y los Comandantes de Zonas, que permanecían en prisión, carecía de sentido. Así aparecieron los indultos y los genocidas recuperaron su libertad. Si las leyes del perdón constituyeron un mazazo duro para los organismos de derechos humanos, los indultos y la libertad recuperada de todos los responsables estratégicos del terrorismo de Estado aparecía como una lápida inapelable. La impunidad quedaba legalizada y se representaba inamovible. Ahí, en ese escenario de impotencia nacían los escraches a los genocidas fundamentalmente impulsados por la agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS). El propio desglose de la sigla dice todo. El agrupamiento que animó los escraches en su nomenclatura ilustra la razón de la metodología.
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-La democracia de Chemes. Viendo la ola de repudios que despertaron sus expresiones, el candidato Jorge Chemes dijo a título de disculpa: “Probablemente me excedí (…) pero no por eso soy golpista”, agregó. Es evidente que en la propia disculpa el candidato del Encuentro Cívico y Social manifiesta una confusión sobre el verdadero carácter de sus expresiones. Es indudable que el hecho de haber convocado a matar a las primeras filas de los que considera sus adversarios políticos no es una expresión que lo conmocione como para despertar una reflexión profunda y autocrítica. Es que necesariamente el marco ideológico que rodea al aspirante a diputado nacional por parte no reconoce fronteras nítidas entre la violencia y la democracia. Chemes es dirigente de la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (FARER) ligada a CRA.
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-El proceso electoral y la violencia. Es indudable que este activismo de los empresarios rurales agrediendo a los candidatos que defienden el proyecto nacional que impulsa la Presidenta Cristina Fernández ha logrado enrarecer el ambiente electoral. De todas maneras, ese tipo de acciones no desdibuja un panorama general donde la convivencia social no se siente amenazada. Hay que tener en cuenta que en Entre Ríos la mayoría de los gremios que representan a los trabajadores del Estado se encuentran en estado de virtual conflicto, sin embargo en ningún momento los reclamos parciales amenazaron en generalizarse. Incluso, las movilizaciones provinciales protagonizadas por ATE o AGMER, en ningún momento alcanzaron la masividad y contundencia de otras horas. En el caso de los reclamos rurales, es indudable que las representaciones gremiales más ligadas a las bases también se han dedicado a trabajar con el gobierno provincial como aliado y no como enemigo.
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-El clima social y las apuestas electorales. Como ya se ha dicho, las líneas de acción del Encuentro Cívico y Social no ofrecen misterio. La apuesta está dirigida a recrear en valores electorales el clima social vivido durante el año pasado cuando el lockaut puso en vilo al país durante cuatro meses. Por cualquier lado que se mire, se tiene la impresión de que en el paisaje algunas cosas cambiaron. Que el activismo gremial que sigue a Alfredo de Ángeli en sus protestas se encuentre reducido a 68 seguidores, es un indicador de que se vive una situación diferente. Pero bueno, además de estos datos puntuales hay cuestiones más generales y contundentes. El conflicto rural tuvo como estímulo determinante el crecimiento espectacular de los precios internacionales de los bienes primarios agrícola-ganaderos. La tendencia se ha revertido drásticamente y en estos momentos para poder colocar algún gramo de cereal en el mercado mundial es necesario un gran esfuerzo diplomático. Sucedió con el arroz –que se comentaba más arriba–, donde la apertura con Venezuela abrió ese mercado.
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-La estrategia justicialista. Dentro del diseño del Frente Justicialista Entrerriano se insinúan dos líneas de acción en un marco de coincidencia de base. Como es de esperar, cada perspectiva tiene nombre y apellido. En un esfuerzo de simplificar las cosas, se puede decir que Jorge Busti toma el centro en los actos públicos presentando la lista. Por el otro, el gobernador Sergio Urribarri, caminando cada pedacito de la provincia, inaugurando obras o mostrando las ya hechas. De todas maneras, con independencia de cada diseño hay una matriz común a las dos propuestas de trabajo. En efecto, el justicialismo se presenta como la fuerza política capaz de remontar la crisis. Incluso, en el caso de Urribarri, va marcando como línea argumental que se siguen haciendo obras, el crecimiento se ha reducido pero se mantiene y que la desocupación no ha alcanzado un nivel explosivo a pesar de la profundidad de la crisis. Bien mirado es muy posible que a los sectores medios no se le escape la fuerza que pone en juego el gobierno provincial tratando de mantener un equilibrio fiscal sin que exploten grandes conflictos salariales.
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