Antonio Tardelli
Las llamativas reuniones que agitan la política provincial, y los pasos que muchos actores ensayan pensando en su futuro, expresan una vez más la implosión del sistema de partidos. Al igual que en el orden nacional, candidatos que compitieron en representación de una fuerza opinan públicamente sobre la reorganización de otra. Las proyectadas reunificaciones confirman el carácter de interna abierta que en cierto modo, principalmente para el peronismo, adquirió la elección del 28 de junio. La conmoción de la derrota justicialista elevó al nivel de las declaraciones públicas el siempre latente distanciamiento de los espacios que respectivamente orientan el gobernador Sergio Urribarri y su antecesor Jorge Busti.
No es cierto que todo tiempo pasado haya sido mejor. La realidad, vertiginosa, cambiante, demanda nuevas respuestas y está bien que así sea. El punto es que el orden político se ha convertido en desorden. No sería preocupante si no fuera porque se termina manipulando groseramente la voluntad popular. La sucesión de declaraciones en derredor del futuro del peronismo pone en evidencia la necesidad de reconstituir los partidos políticos, asunto que paradójicamente la oposición subestima en el ámbito del diálogo abierto por el Poder Ejecutivo Nacional.
Inmediatamente después de revelar que había votado por el Frente Popular Disidente, un desprendimiento del Partido Justicialista, el ex gobernador Mario Moine opinó acerca de lo que debe hacer el oficialismo para evitar una nueva derrota. Es curioso, pero la dirigencia y la sociedad civil han naturalizado procederes tan extraños. Protagonista de un extraordinario experimento político, que sintetizó en su figura un rápido encumbramiento y un ocaso que le llegó de manera igualmente veloz, Mario Moine está diciendo lo siguiente: “He contribuido a la derrota justicialista mas ahora tengo la fórmula del éxito”.
(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)