Antonio Tardelli
Salvo cuando los líderes fallecen, o en los excepcionales casos de los dirigentes que efectivamente se retiran, la renovación de cuadros es una instancia que se conquista. Nadie ascenderá en los escalafones partidarios mediante el trámite de presentar un juvenil DNI. Para encontrar su sitio, los dirigentes de la generación intermedia disponen únicamente de dos alternativas: hacen valer su peso y se cobijan detrás del liderazgo tradicional o sencillamente se deshacen de él. Quien se encuentre en tal situación analizará debidamente las relaciones de fuerza, lo que naturalmente incluye una valoración respecto de la vigencia del jefe. Como sea, ya es todo un detalle que el asunto se debata públicamente en el justicialismo provincial.
Sesenta y dos años no es una edad avanzada pero en el caso de Busti expresan sí una hegemonía que supera las dos décadas. Su primer mandato al frente del gobierno de Entre Ríos data de 1987 y un año antes, inesperadamente para muchos, protagonizó él mismo un proceso de recambio. Desplazó a Carlos Vairetti conduciendo un espacio que a la distancia deja ver el tiempo transcurrido: se llamaba Unidad Renovadora Peronista. Con cierta timidez, hoy los pretendidos renovadores amagan con ir por su cabeza.
El planteo generacional, sugerido en su momento y abiertamente planteado ahora, marca una escalada en el distanciamiento operado entre Busti y el gobernador Sergio Urribarri. Únicamente el titular del Poder Ejecutivo puede dentro del peronismo capitalizar un panorama en el que Busti pierda su condición de jefe natural. La única situación que guarda analogías con el presente data de los noventa y es el proceso que entonces intentó conducir Mario Moine, otro peronista que llegó al gobierno bendecido por el ahora presidente de la Cámara de Diputados. En su disputa con Busti, primero sorda y luego abierta, el supermercadista pudo salir airoso de una interna partidaria pero fracasó más tarde en su propósito de digitar a Jaime Martínez Garbino como su sucesor. La gran diferencia con aquel momento es que ahora tiene vigencia una cláusula constitucional de reelección consecutiva.
El escenario de la confrontación, que el 17 de Octubre encontró a una fracción del PJ de Entre Ríos celebrando frente a la Casa Gris y a otra en el acto de Obras Sanitarias, tributando al peronismo disidente, se va moldeando también con declaraciones que reclaman atención. La diputada nacional Cristina Cremer manifestó su extrañeza ante la actitud de quienes se despegan de su marido luego de haber hecho su trayectoria junto a él, aprovechando, según remarcó, “su nombre y su trabajo”. Cuando se le preguntó si la afirmación alcanzaba a Urribarri, Cremer declinó de responder. Dijo que no opinaría por respeto a la investidura del gobernador, no obstante lo cual dejó caer dos palabras: ingratitud y deslealtad. ¿Cómo no pensar, frente a semejante exposición, que era el pensamiento real de Busti lo que estaba saltando a la superficie?
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