El pasado como coartada

Edición: 
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El Hospital Militar y el juicio en los tribunales federales de Paraná

Antonio Tardelli

Hay razones añejas y recientes que explican una apatía que extraña, extrañamente, a ciertos observadores. Pero es que la causa de los derechos humanos, concebida como pretensión de verdad y exigencia de enjuiciamiento a los sujetos que fueron engranajes del Terrorismo de Estado, nunca fue socialmente masiva por más que en determinado momento haya aglutinado a la militancia política en, por caso, las movilizaciones de los 24 de Marzo, ocasión susceptible de alumbrar acuerdos por sobre las naturales diferencias. Pero una cuestión de urgencias, contrapuesta a la distancia temporal que media con los hechos que se investigan, y una inocultable especulación política que anida en el kirchnerismo, se asocian para mofarse de la necesidad de reparación integral que reclaman los crímenes de la dictadura. Ajustar cuentas con el pasado, exigencia histórica si las hay, puede ser un camino relativamente solitario.

Allí radica, precisamente, el mérito de los Kirchner. Retomaron la revisión de la represión ilegal a sabiendas de que no era una demanda mayoritaria de la sociedad pero sí concientes de que una política decidida en tal sentido comportaba una necesidad ligada a sucesos más cercanos. El intolerable espectáculo de las Madres de Plaza de Mayo siendo reprimidas durante los instantes finales del gobierno de la Alianza llevó incluso a Adolfo Rodríguez Saá, si se recuerda, a recibir a Hebe de Bonafini en el despacho presidencial que por pocos días lo albergó. Si hasta Adolfo el Breve, que según los cánones oficiales integra hoy el detestable tren fantasma de la oposición, pudo advertir lo que el momento pedía, cómo no iba a hacerlo un gobierno que alardea de mantener con los 70 un estrecho vínculo. El gobierno adquirió así un capital valioso. No es novedad que los Kirchner, de nula relación con las organizaciones de derechos humanos hasta 2003, se legitimaron con la causa más indiscutible de la democracia argentina. Desde ese lugar, como enamorados de un juguete nuevo, pasaron a una sobreactuación incalificable pero efectiva, tanto como que sedujo a prestigiosos exponentes del sector. El pañuelo de las Madres sobre el féretro de Néstor Kirchner, expresión máxima de adhesión a la política estatal, fue la shockeante estampa del nuevo tiempo.

Convertida nuevamente en política de Estado, recuperando la jerarquía alcanzada con la decisión inaugural de Raúl Alfonsín, la defensa de los derechos humanos y el impulso a los juicios contra los represores perdió el componente de rebeldía y de denuncia que arrastró durante los 90, cuando el partido entonces en el poder, el mismo que gobierna hoy, llevó adelante, con otras complicidades sociales y políticas –de las que no son ajenos algunos de los hombres más encumbrados de esta era políticamente correcta–, la más impactante operación de absolución del pasado. Tiempo de contrasentidos: el avance institucional que supone un Estado que no perdona las atrocidades cometidas por ese mismo Estado en tiempos de facto le pasa la cuenta, en términos de imagen pública, a algunas emblemáticas organizaciones del sector, desdibujadas en un seguidismo innecesario cuando no, se sabe, en concretas sospechas de corrupción. Los recién llegados se cuelgan las medallas. Los de siempre –algunos, por lo menos– se sumen en el descrédito.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

Deportes

Franco Jara convirtió tres goles en el milagroso empate de Belgrano.

La "Lepra" sumó de a tres y lucha por salir del fondo de los promedios.

Jonathan Herrera (derecha) anotó el tanto de la victoria para el "Malevo".

Armando Méndez (derecha) le dio el triunfo al "Pincharrata".

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Por Juan J. Del Castillo
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(Especial para ANÁLISIS)