Claudia Martínez
(Especial para Análisis)
Eran casi las tres de la mañana. El teléfono sonó intempestivamente y me dejó sin aliento. Cualquier noticia a esa hora asusta…Del otro lado, una voz amable, gentil y atenta preguntó mi nombre y me dijo: “el señor Mainini acaba de fallecer. Entre las cosas que me dejó encargado es que usted tenía que ser notificada de esto”. Agradecí el gesto y me volví a dormir.
Lo que vino después es conocido por todos. Uno de los personajes más pintorescos y cuestionados de la ciudad había muerto y con él, un largo misterio que rodeaba su fortuna. Carlitos Mainini, como lo conocían, vivía en una casa kitch llena de esculturas y pinturas en el techo, espejos, arañas de cristal e historias morbosas y desconocidas.
Nadie sabe qué pasó con su fortuna y su familia -contra su voluntad póstuma-, lo enterró en el cementerio de Villa Urquiza. Él quería que lo cremaran y esparcieran sus cenizas en una ceremonia, en su casa de calle Villaguay y en el parque Mainini, en Artigas al final. Tras su muerte, tres de sus ex empleados aún lo extrañan, pero conservan historias y anécdotas que lo pintan tal cual era.
Quién fue Carlitos Mainini
Alguna vez pasó por las páginas del Semanario ANÁLISIS. Cuando salían sus notas, enviaba a algunos de sus empleados a comprar la cantidad de publicaciones que encontrara para después regalarlas a sus afectos.
Fue un personaje de Paraná. La nota de ese entonces agregaba que “uno de los primeros en revelar sin tapujos su homosexualidad, cuando el tema era tabú”. Todos conocían a Carlitos por su extravagancia. “Vestido con collares, anillos y otros accesorios, y con atuendos en alusión a Boca Juniors, el club de sus amores, solía recorrer la plaza Sáenz Peña, ubicada frente a su hogar”.
(Más información en la edición gráfica número 1020 de ANALISIS del 14 de mayo de 2015)