Jorge Riani
Rogelio Frigerio tiene una muletilla mediática. Cuando hace declaraciones suele colar un “de nuevo” para volver sobre sus conceptos y reafirmar la idea. Es algo más que snobismo mediático. Es una forma de hablar que le permite machacar sobre lo dicho. Es que Frigerio es el dialoguista, el explicador, el negociador, el que tiene que repetir conceptos hasta que entren en el interlocutor.
Y sus interlocutores son varios, difíciles, poderosos y necesarios para el gobierno. Son los caudillos peronistas que saben que el hombre que tiene la llave de la financiación para las provincias se llama, precisamente, Rogelio Frigerio. A cambio de eso, los gobernadores tienen la posibilidad de conseguir los votos que al gobierno de Mauricio Macri le falta en el Congreso de la Nación. En esa negociación de toma y daca está siempre Frigerio repartiendo las cartas.
Cuando Gustavo Bordet asumió frente a la gobernación, Frigerio estaba en primera fila, junto al cardenal Estanislao Karlic y al arzobispo Juan Alberto Puiggari. Es cierto que el protocolo indica que al funcionario nacional le corresponde un lugar destacado en las constelaciones de nombres y cargos. Pero estaba ahí, en primera fila, por algo más que el protocolo y llevándose las atenciones de quienes saben la importancia de su presencia.
Sin plata no hay gestión. La provincia está fundida después del tornado Urribarri.
ANÁLISIS lo explicó en más de una nota. Luego de dos gestiones de Sergio Urribarri, en las que se inauguraron las etapas de déficit financiero, la provincia queda con una deuda de 9 mil millones de pesos, y un rojo en las cuentas generales de 2.500 millones de pesos. Urribarri le dejó una piedra caliente a Bordet: la deuda flotante –la que hay que ir cancelando al día porque si no el Estado no funciona en sus hospitales, escuelas, dependencias, comedores– es de 4.312 millones de pesos.
En un encuentro entre gobernadores saliente y entrante, cuando todavía no se había producido el traspaso del 11 de diciembre último, el entrante Bordet le planteó al saliente Urribarri su preocupación por el estado general de las finanzas públicas. Se enojó con el entonces ministro de Economía, Diego Valiero, porque consideró que no había tenido previsión para afrontar los compromisos salariales de diciembre y por eso decidió que, luego de una década manejando las finanzas provinciales, deje la cartera económica.
(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)