Claudia Martínez
(Especial para ANÁLISIS)
La sala es pequeña, con una ventana que recibe un poco de luz y un escritorio que ocupa casi todo el espacio.Una caja metálica, con la foto de Evita, descansa sobre el escritorio, y en ella una vela de vainilla ambienta el lugar.
Pablo Vírgala nació el 13 de octubre, bajo el signo de Libra; es papá de tres hijos (dos varones y una mujer), divorciado y actualmente en pareja. Hace más de 27 años que es abogado y tiene, en total, 34 años de trabajo en el Poder Judicial.
Ex jugador de softbol, fanático-muy- de Racing, tuvo una militancia partidaria en la Unidad Básica y en la multipartidaria. “Era más grande y se formó en esa época una multipartidaria juvenil. Y ahí también estuve haciendo actividades. Fui autoridad en esa época”, recuerda mientras se tira para atrás y acomoda por centésima vez su corbata.
Con 53 años, inquieto, se mueve permanentemente en un sillón que le ayuda a ordenarse a la hora de pensar. A Vírgala se lo conoce por ser uno de los jueces más sanguíneos de los tribunales locales.
“Toda mi carrera, que cursé en Santa Fe, en la UNL (Universidad Nacional del Litoral), fui empleado judicial. Trabajaba a la mañana y a la tarde y noche iba a Santa Fe a estudiar. Practicaba deportes también, tenía otras actividades. Me recibí de abogado, trabaje 7 años en la profesión con mi padre, que también era abogado, y reingresé al Poder Judicial como relator en la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ). Estuve ahí hasta que en 2005 gané el cargo de juez correccional”, recuerda.
Desde los 12 años jugó al softbol, pero ahora el Poder Judicial le absorbe casi todo el tiempo y no queda espacio para destinar a la práctica del deporte que lo llevó a hacer giras por muchos países como parte del seleccionado nacional de softbol. “Ahora estoy retirado deportivamente. Voy al gimnasio, juego al golf, pero al softbol sólo a veces, cuando me invitan juego con los veteranos”, cuenta.
En la Selección Argentina fue shortstopy en la segunda etapa estuvo en el outfield, “pero básicamente jugué en todos los puestos”, comenta. Jugó en Softbol play, de allí pasó a Echague y luego Talleres. Una lesión lo mantuvo alejado de los diamantes. “Me rompí los ligamentos cruzados, me operé y cuando regresé ya estaba grande para volver a primera,asíque no volví. No me terminó de cerrar lo de los veteranos, básicamente porque 25 años estuve a full con el softbol, desde coser pelotas a arbitrar, desde arbitrar a organizar las infantiles, a ver cómo hacemos para jugar. Estuve en todo. Cuando dejé de jugar, descansé de todo. En este caso no quería compromisos, ni horarios, quería disponer de mi tiempo, por más que uno diga `esto es veteranos, no es nada´, así no me gusta. Si yo me comprometo asisto a los partidos, pero no tenía ganas de hacerlo”.
(Más información en la edición gráfica número 1046 del jueves 8 de septiembre de 2016 de ANALISIS)