Daniel Enz
Los que la conoce dicen que jamás reconocerá errores o momentos de debilidad en su ámbito laboral. Si bien podía tener algunos síntomas de humildad y sensibilidad en sus tiempos de novel abogada, a mediados de los ‘80, poco a poco los fue perdiendo. Y nadie duda que llegar a vocal del Superior Tribunal de Justicia primero y a la presidencia del cuerpo, después, terminó por transformarla en algo así como “inalcanzable” y una síntesis de soberbia, arrogancia y vanidad.
Claudia Mónica Mizawak ya no es la misma de tiempos de estudiante universitaria, en que militara a partir de la democracia para la agrupación radical Franja Morada, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral y, por ende, en el radicalismo paranaense. Era una militante activa pero nunca ocupó cargo alguno. Formó parte del grupo de la Juventud Radical que apoyaron la candidatura de Ricardo Emilio Lafferriere a la gobernación y eran opositores a Luis Brasesco y Sergio Montiel.
La decisión de alinearse con la UCR le generó no pocos problemas familiares. Sucede que su padre, Jorge Coco Mizawak siempre fue considerado un hombre vinculado al peronismo. Mizawak trabajó de joven en Casa de Gobierno y tenía un carnet que avalaba dicho puesto bajo su condición de peronista. Una vez se le preguntó a Claudia por qué era radical, siendo que su padre era peronista y ella le respondió: “Básicamente por hacerle la contra a él”.
Los más conocedores de la historia familiar no dudan en remarcar que la relación entre ellos siempre fue dura y hasta algo violenta en algunos momentos. Incluso de grande hubo fuertes discusiones y hasta malos tratos. Coco no solamente no le perdonaba su militancia activa en la UCR sino tampoco su decisión de estudiar abogacía.
Mizawak quería que eligiera administración de empresas, para continuar con el legado familiar. Una vez recibida, en 1985, Claudia no ejerció durante un tiempo la carrera. Por un lado, decía que “no tenía el coraje para hacerlo” y la otra excusa fue “que carecía de estructura para arrancar”. De igual manera, de la mano de Sergio Varisco se sumó al equipo de trabajo del entonces intendente Humberto Cayetano Varisco, en 1986, en el bloque radical de concejales que comandaba Eduardo Solari. “Todos los días tenía un problema distinto; nunca digirió trabajar ahí y se llevaba muy mal con los compañeros. Nadie la quería”, recordó un viejo compañero de oficina.
(Más información en la edición gráfica número 1053 de la revista ANALISIS del jueves 22 de diciembre de 2016)